Capítulo 1

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Viento, lluvia, aire, velocidad, el rugido del motor, el bombeo de mi corazón retumba en mi cabeza, siento como hago los cambios de velocidades cada fricción en mis manos, cada mudo clic, hasta que freno barriendo la llanta trasera de la moto, oigo su chirrido y después escuchó el ruido de los coches que transitan la vía contraria, por suerte donde yo estaba no había nadie o podría haber causado un accidente, bajo de la moto para meterla al garaje, dejo mi casco y las llaves en dónde corresponden, me quito la chaqueta y las botas mojadas antes de entrar a casa.

—Hola cariño— Siento como sus brazos me envuelven y besa mi frente como de costumbre.

—Hola mamá— contesto respondiendo su abrazo.

—Lava tus manos Amelia y ven a la mesa el desayuno está listo, no voy a calentarlo de nuevo—hice lo que pidió y volví a la mesa —¿Cómo estuvo tu paseo?— preguntó mi madre, Amalia, mientras servía el desayuno.

—Tranquilo, lo mismo de siempre solo que con un poco de lluvia— respondí.

—No voy recibir quejas, ni vendrán a darme una multa, ¿cierto?— dijo inquisitiva con media sonrisa.

—No hay pruebas de que haya cometido ningún crimen. Además ya tengo mi permiso, llevo conduciendo motos desde los ocho ya me sé muy bien los trucos para que no me atrapen haciendo travesuras, Auch— me quejé cuando sentí su mano impactar levemente en mi cabeza y reí ante su sonrisa.

—Mejor desayuna, sabes que me pone nerviosa saber que vas por ahí a quién sabe qué velocidades, solo ten mucho cuidado, por favor.

—De acuerdo mamá. Esta mañana noté que la moto necesita algunos ajustes, iré por algunas piezas esta tarde para ajustarla, mientras tanto calentaré los demás para que no se oxiden.

Papá siempre lo hacía, pero ya no está, pensé.

—Está bien solo ten cuidado, ah, no la desarmes toda que te conozco— advirtió antes de sonreír.

—Sí mamá— desarmarla toda y cronometrar el tiempo de armado era la parte más divertida, me quejé en mi cabeza.

La mañana transcurrió tranquila, el día siguiente iniciaba la última semana de clases y seré libre al fin. 

Tenía pensado acampar con los chicos el siguiente fin de semana así que las motos debían estar en forma, los chicos traerían las suyas para ajustarlas en el transcurso de la semana mientras yo metía mano a la mía; mi padre había dejado un taller muy bien equipado por no decir extravagante, prestigioso, muy bien posicionado en el mercado, un legado o un imperio.

Le gustaba que los chicos trajeran sus motos, incluso acompañó a Derek y Trish cuando adquirieron las suyas. Todos lo echamos de menos, pero nadie dice nada. 

Dylan y Sammy son hermanos mientras que Trish, Derek y yo solo íbamos en el mismo curso, nos conocíamos desde el preescolar hasta que en segundo grado llegaron Dylan y Sammy.

Llegó el lunes y solo queríamos que la semana terminara. 

En el colegio éramos vistos como una clase de élite, aunque no lo fuésemos Ser hijos de padres ricos solo nos hacía blanco de personas aprovechadas, por eso no nos acercábamos a nadie, los demás estudiantes tampoco se nos acercaban, no nos importaba, nos teníamos unos a otros, pero en nuestra presencia no estaban permitidos los clásicos matones, incluso ellos nos respetaban limitándose a comportarse, al menos dentro del colegio o al frente nuestro.

Se notó aún más la distancia entre nosotros y ellos hace un año tras la muerte de mi padre, durante los primeros meses murmuraban a nuestro alrededor, yo cambié mucho también después de eso, a pesar de que nos tuvieran miedo yo siempre iba por los pasillos con una sonrisa cálida, bromeando junto a los demás chicos, pero hace un año algo cambio en todos nosotros, ya no éramos los mismos, solo cuando estábamos a solas que regularmente era en el taller, de alguna manera eso nos hacía sentirnos más cerca de mi padre, completos.

Desde ceroWhere stories live. Discover now