Capítulo 23: Concierto

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Los músicos de Polo llegan al piso como las 11:30 am. Busco algo decente que ponerme pero creo que uno de ellos alcanza a ver mis piernas desnudas. No hago más que encogerme de hombros y encerrarme para terminar de vestirme.

Cuando salgo, están ensayando la tercera canción del álbum. Es algo sobre conformarse, la verdad es que no es de mis favoritas. El tema que sigue es el que tenemos juntos. El guitarrista se ofrece a dejarme el lugar al lado de Polo pero me corro, quizá con demasiado énfasis y aunque nadie dice nada, siento que el aire se vuelve denso de repente.

Es un sentimiento que vengo desarrollando hace días pero nunca llega a culminarse porque cada vez que tengo ganas de atravesar el umbral y no volver nunca más, él hace algo que me hace quedarme. El otro día trajo flores, ayer preparó la cena y hoy... hoy tiene concierto por primera vez en meses... No, definitivamente no puedo dejarle hoy tampoco.

La canción sale de puta madre porque si hay algo que tenemos es buena armonía en el duo. Los músicos salen flipando y Polo me da un beso en la frente antes de meterse en la ducha. Me quedo sentada en el sofá extrañando la sensación de sentirme en casa. Ese lugar de pertenencia que perdí al mismo tiempo que a mi amigo.

La tarde pasa rápido, cuando levanto la vista, estoy rodeada de personas ansiosas de sacarse una foto conmigo. Estamos a minutos de subir a tocar cuando la veo. A unos dos o tres metros de donde estamos, Alice Wonder, una cantante que no conozco mucho, la tiene sujeta por la cintura y ella se ríe echando la cabeza hacia atrás, como siempre hace cuando algo realmente le hace gracia.

Aprieto el puño por instinto, y giro la cabeza rápido hacia un Polo que me observa bastante perturbado. Me maldigo a mí misma cuando veo que gira su cabeza y la ve también. No hace nada pero tampoco me sonríe, creo que la situación le afecta un poco porque se retira sin decir una palabra.

Alba no me ve pero Alice sí, aunque finge no haberme visto, y no sé por qué, y me desconcierta más todavía. Peor, me enoja, los celos afloran cuando caigo en la cuenta de que van a cantar juntas,,, en frente de toda esa gente, que va a pensar que... Nosotras también hacíamos eso... Y en un momento planeamos... No importa qué.

En llamas es el cuarto tema del setlist y para el momento en que subo, Alba está ubicada a un costado del escenario, charlando animadamente con Alice. Todavía no me vio y tampoco sé si su amiga le dijo que me vio. De todas maneras, cuando la intro comienza y subo al escenario, sus ojos finalmente se cruzan con los míos. No sé qué nos queremos decir pero definitivamente Polo sabe lo que pasa y se esfuerza quizás demasiado por sacarme de esa burbuja de la que él no forma parte. Sufro toda la canción porque los ojos de Alba se vuelven tan tristes que me dan ganas de correr escaleras abajo y decirle que la quiero, que la extraño, que todo esto fue una estupidez, que volvamos, lo que sea, con tal de librarme de esta culpa, de este peso en mis hombros. Y al mismo tiempo dejar a Polo, que fue tan bueno conmigo y aun así estoy subida a este escenario cantando con él pero sin tomarlo en cuenta para nada.

¿Qué clase de personaje horrible soy?

Bajo del escenario con el corazón en un puño, cruzo el escenario con la mirada. Alice está mirándome de una extraña manera. Quizás apenada, quizás furiosa. Y Alba ya no está. No está por ningún lado y por más que la busco no logro localizarla.

Polo termina el show con una corta pero eficaz ovación. Pero cuando baja, no festeja con sus músicos, en cambio, me mira a mí y me coge de la mano, sacándome de la carpa para llevarme a un sitio más apartado. Sé lo que me va a decir. No tengo ganas de discutir.

—Déjame —dice sin dudarlo mucho.

Hay resignación en su mirada y mi mandíbula se desencaja.

— ¿Qué?

—Que me dejes, Natalia, no quiero ser ese pedazo de imbécil que piensas que soy.

— ¿Qué dices?

—Lo que has puesto más que al descubierto delante de todo ese puñado de peña, joder, que me has dejado en ridículo, ¿te hace gracia?

—Que no, que no quise... Tú sabes cómo me siento.

—Sí, y eso es lo que más me jode.

—Sabías que estaba con ella, me conociste con ella, no juegues a ser la víctima, la lastimamos.

—Tú estabas con ella, no fui yo quién te obligó a dejarla.

—Me dejó porque tú le hiciste creer que había algo entre nosotros.

—Como sea, déjame y ya, ¿vale? Vuelve con ella si eso es lo que tanto quieres, parece que tu pésimo gusto no ha cambiado para bien, pero ahí fue mi intento...

No le dejo terminar. Le estampo tal bofetazo que se tambalea un poco antes de mirarme enfadado. No lo creo capaz de golpearme pero por las dudas, me alejo un poco de él.

—No te atrevas a decir una palabra mala de ella, no me jodas. No eres ni la mitad de ser humano de lo que es ella. Pero en algo tienes razón, y es en que la sigo queriendo. Lamento profundamente haber intentado esto, que sea lo que sea, nunca fue amor ni nada que se le parezca. Gracias por compartirme el piso, recogeré mis cosas tan pronto como pueda.

— ¿Y el gato? ¿Qué me dices de esa cosa?

—Pues me lo llevo también.

— ¿Y el alimento que le compré?

—Pues te devuelvo todo que has gastado, gilipollas.

La palabra final lo descoloca y yo aprovecho para empezar a caminar en dirección opuesta a él.

—Yo sí que te quería —grita.

—No es verdad —respondo y sé que me escucha.

Camino deprisa, esperando unas lágrimas que para bien o para mal, nunca llegan, ni caen por mis mejillas, y ya estoy cerca de la salida cuando escucho mi nombre en una voz que jamás había escuchado antes. Me doy vuelta solo para encontrarme con Alice mirándome de arriba abajo de una forma divertida y extrañada a la vez. Tiene en su mano izquierda una cerveza y en la derecha su móvil. La observo detenidamente y ella hace lo mismo conmigo. No sé cuál de las dos está más desconcertada. 

—Mira -empieza a decir -probablemente el alcohol que tengo en sangre me esté haciendo efecto demasiado rápido pero no puedo dejar que te vayas.

—¿Qué? ¿por qué no? 

—Tienes que escucharla, tía, lo siento, no puedo dejarte ir.

Camina hasta mí y me toma de la mano para empezar a arrastrarme de nuevo hacia el escenario. No sé qué pienso de todo esto pero por alguna razón, me dejo llevar. No le pregunto si sale con Alba, ni por qué no está arriba del escenario, en lugar de eso, caminamos hasta el borde del escenario, donde Alba está por empezar a cantar dios sabe qué. 

—Pensé que ustedes iban a cantar juntas —digo en un susurro.

—Shhh, solo escúchala —responde Alice y me doy cuenta de que en realidad no va tan borracha y simplemente quería lograr que la acompañase de vuelta —Luego me lo agradeces.

Al principio me hace gracia su comentario, pero cuando los músicos empiezan a tocar y Alba sale al escenario brillando más que nunca, me doy cuenta de que ningún agradecimiento será nunca suficiente. 

el amor después del amor | albaliaWhere stories live. Discover now