Capítulo 4: Escríbele.

1.7K 91 0
                                    

Marina sigue teniendo ataques de risa esporádicos cada vez que se acuerda del papelón que estuve haciendo durante dos días mostrando mi bucle con "ya te vas" a todo el puto mundo.

—Es que no me puedo creer que no te habías dado cuenta, tía —dice mientras nos sentamos a comer con mamá —y mientras tanto ¡toda la peña de Twitter revolucionada!

—Marina, déjame en paz —protesto, refugiándome en mi plato de sopa.

La Rafi, nuestra madre, que adora las bromas, nos mira divertida, aunque no entienda ni jota.

—¿De qué se ríe tu hermana, Alba? —me pregunta finalmente, sin contenerse más.

—De nada, mamá —bufo —es solo que es una pesada.

—Lo que pasa es que tu hija es un cuadro, no tiene remedio —responde Marina y a mi se me explota la vena.

Me levanto de la mesa con la sopa sin terminar. Marina y mi mamá me miran un poco descolocadas. Siempre nos picamos así pero hoy no estoy de humor, bueno, hace rato no estoy de humor pero este tema precisamente por su trasfondo, me divierte cero.

—¡Alba! —Me grita Marina mientras me alejo por el pasillo — ¡Perdóname, estaba de broma!

Escucho sus gritos pero ni me freno, ni vuelvo a la mesa. En cambio, subo las escaleras casi corriendo y cuando entro a mi habitación pego un portazo que retumba en toda la casa. Ya siento los retos de la Rafi, pero ahora mismo eso me da bastante igual.

Igual estoy exagerando un poco pero...

Apago la luz y me tumbo en mi cama, mirando fijamente al techo. Busco a oscuras mi móvil y me meto a Spotify (en donde ahora sí, mi cuenta es privada) y le doy play a la canción más triste que encuentro. Sí, esa.

Los primeros versos me golpean como cada vez que la escucho, y mi corazón duele más y más con el cambio de melodía. No tenía idea de esta canción. Hay canciones que ella ya me había mostrado y que aunque ahora duelen, también me hacen sonreír, porque hay mucho de mí en ellas, hay mucho de nosotras, cuando todavía éramos nosotras.

Natalia se quita los cascos y me mira con una sonrisa brillante a través del vidrio que nos separa. Yo levanto mis pulgares feliz y ella me guiña un ojo.

Sale de la caja de vidrio en donde nuestra felicidad llega a su punto máximo y me abraza elevándome y dejando mis pies colgando.

— ¿Te gusta? —pregunta en mi oído, como si la respuesta no fuese obvia.

— ¡Me encanta! —Chillo emocionada y ella se ríe con mi entusiasmo —tu voz suena tan bonita, Nat, tan clara, tan pura, tan real.

—Pensé que mi voz era bonita siempre —dice mirándome con una mueca de decepción y yo le doy un golpecito en el hombro —Auch.

—No seas payasa, tu voz es bonita siempre, pero... tú entiendes lo que quiero decir...

—Que sí, que sí asiente lo entiendo —responde acariciando mi mejilla como si solo existiéramos nosotras, y yo, me pierdo en esos ojos hermosos que tiene —estás guapísima hoy —susurra, muy cerca de mi rostro.

Me derrito, y enmudezco. Pero ella parece nunca quedarse sin palabras.

—Gracias por acompañarme hoy, Albi —sonríe con gratitud, sin soltarme, sin apartarse ni un centímetro.

—Bua —suspiro emocionada, recuperando el habla de repente — ¿cómo me lo iba a perder? Gracias a ti por invitarme, Nat.

Ella deja un suave beso en mi frente para luego tomarme de la mano y llevarme hasta uno de los sofás del estudio. Sergio, el dueño del estudio, hace de cuenta que no existimos, está compenetrado trabajando en una de mis canciones favoritas del ep de mi persona favorita.

el amor después del amor | albaliaWhere stories live. Discover now