Capítulo 11: Intensita.

1.2K 77 6
                                    

—¿Qué estás haciendo?

Sebastián está parado frente a mí en su expresión habitual de padre enfadado.

—¿Qué?

—¿Qué estás haciendo con tu vida? —escupe enfadado para después pasar a un tono neutral y a un rostro serio —Natalia, esta actitud de "me importa una mierda el resto del mundo" no va a hacer que Alba vuelva a tu vida ni mucho menos.

—Lo sé —bufo intentando evitarme el sermón —por favor no empieces.

Se me queda mirando un rato. Apaga la consola de juegos que estaba usando hace un minuto y se sienta a mi lado, pero evito su mirada tanto como puedo.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué actúas así?

—No sé, yo... todo lo que está pasando simplemente es demasiado. Primero Alba, ahora esto con todo el mundo, todo está tan jodido... Y Pol, y la música, y la gira y los conciertos cancelados... Parece ser que no tengo nada de mi lado y me jode.

—Sabés que me tenés a mí, entiendo que no sea suficiente pero es algo, ¿no?

Su mano cae en mi hombro con cuidado y me reconforta.

—Es más que suficiente, gracias por estar aquí conmigo aunque sea la mayor carga de todas.

Se ríe y me contagia.

—Bueno la mayor carga podría cocinar algo, ¿no?

— ¿Te compraría con comida?

—Siempre, Natilia, siempre.

— ¡No me digas así! —chillo.

—Lo amas.

—Sabes que no.

— ¿Sabes cómo te dicen tus fans?

Me sorprende su pregunta. La verdad es que no había tenido tiempo para pensarlo.

—No —respondo — ¿cómo?

— ¿Nunca te auto-buscas? —Se sorprende —pensé que eso era una regla o algo, y más cuando hablamos de triunfitos.

—No traigas estereotipos a mi sala, por favor —bufo y Sebastián se ríe fuerte — ¿cómo me dicen, señor misterio?

Sebastian busca su móvil en el bolsillo derecho de sus jeans rasgados y lo desbloquea para después entrar a Twitter. Abre una cuenta que no parece ser su cuenta oficial.

—¿Qué haces? —pregunto curiosa.

—Abro mi candado.

—¿Tu qué? —me río.

—¿No sabés lo que es una candado? —pregunta atónito.

—Quiero decir, sé que existen pero nunca me fijé exactamente lo que son...

—Mirá —me pasa su móvil —esta es mi candado, sigo a un par de fans tuyas y ellas me siguen de vuelta pero no tienen idea de quién soy. Lo usamos para comentar cosas que en nuestros perfiles principales no queremos, ¿entendés?

Lo miro pensativa y su sonrisa termina por hacerme reír.

—Vale, vale, pero ¿por qué sigues a mis fans?

Mi amigo se ríe.

—No son las únicas shippeando albaya...

—Pensé que nuestro shippeo se llamaba Albalia... —digo confundida.

—Sí, pero en las candados les dicen albayas.

— ¿Por qué ese cambio? —me río —si es casi lo mismo.

—Bueno, ellas tienen miedo de que ustedes dos se auto busquen.

—Son listas... —pienso en voz alta.

—Más de lo que te imaginas.

—Dime —pido — ¿están tan locas como dicen?

—Algunas sí —responde Sebastián con una media sonrisa divertida —pero la mayoría sólo quiere contenido de ustedes dos juntas. La gente no es tonta, Natalia, ellas saben que lo que vieron no fueron alucinaciones suyas y quieren respuestas... son adolescentes, Nat, tranquila.

—Ya sé, pero —suspiro cansada —lo que hicieron no fue de adolescentes, lo que hicieron...

Sebastián acaricia mi hombro cortando mi frase.

—El hackeo fue de gente mala, Nat, eso ya lo sabemos —concuerda conmigo —pero ahí afuera, ustedes dos tienen a gente que realmente las quiere y las apoya y lo único que quieren es verlas felices.

—Gracias... —susurro con un nudo en la garganta —por todo, por no dejarme sola... por ser un amigo leal a pesar de todo.

—Sos una persona luminosa, Natalia, incluso cuando tu circuito está un poquito estropeado. Sos fuerte, y vas a salir adelante, de esta y de cualquiera que venga.

Me abrazo a él con todas mis ganas, como si su abrazo pudiera salvarme, como si él pudiera curarme de todos mis males.

Y lo hace.

Al menos por un rato.

—¿Me enseñas a crearme una candado? —Pregunto cuando nos separamos —Me aburro bastante y creo que sería bueno conocerles un poco más de cerca, ver qué quieren y tal.

—¿En serio? —Cuestiona después de mirarme un rato — ¿Segura? Pueden ser un poco...

—¿Intensitas? —Mi amigo asiente con la cabeza —hombre, yo inventé el término intensita, vamos, enséñame.

Me hace gracia esto de hacerme pasar por una de mis fans. Entre risas, elegimos cómo va a lucir la cuenta y al final queda bastante guay. Se ve bastante como yo, pero sin ser demasiado obvia. Sebastián supervisa todo porque según él yo soy pésima para fingir guión mentir. Puf. Pura mierda. Pero igual le hago caso porque él es el profe.

Dos o tres horas más tarde, aquí estamos. Sigo a Sebastián y a dos chicas más que parecen lo suficientemente majas.

Sebastián me comenta que generalmente las candados tienen gente de máxima confianza que conocen desde sus cuentas principales pero me dijo que aún sin conocerles, hay forma de entrar.

Eso espero.

el amor después del amor | albaliaWhere stories live. Discover now