Capítulo 13: Pasar página.

1.1K 56 15
                                    

—¡No sé por qué aceptás cosas que no te hacen ni puta gracia, ni a vos, ni a mí, Natalia! -grita Sebastián entrando a mi habitación con un mal humor más que notable -¿Por qué lo invitaste? -pregunta increpándome con su dedo índice.

Me acomodo en mi cama como puedo e intento por todos los medios mantener los dos ojos abiertos, pero se me dificulta un poco. Ni siquiera tengo idea de lo que habla. Disimulo lo mejor que puedo pero cuando pasan los minutos y no digo nada, mi amigo se cruza de brazos y vuelve a hablar, un poco más tranquilo.

—Polo está en la puerta... Esperándote.

No recuerdo haberlo invitado.

—Eh... —tartamudeo no muy segura de nada.

—No te acordás de que lo invitaste.

Me encojo de hombros al sentirme descubierta pero sigo fingiendo.

—Como sea, ¿vas a abrirle?

Asiento con la cabeza porque sé que no puedo escaparme. Sebastián se queda parado en la mitad de mi habitación pero no vuelve a decir nada. Probablemente sabe que todo lo que me diga ya me lo habré repetido mil veces en mi cabeza. Pero siento que siente que es su deber recordarme que la estoy cagando una y otra vez.

Es exactamente lo que hizo la primera vez.

Después de nuestra primera pelea por culpa de Polo y de mis actitudes infantiles, Alba y yo no nos vimos por un par de días. Ella fue a visitar a su familia y yo me quedé en Madrid con Sebastián, grabando algunas canciones más para el EP.

Una tarde, mi amigo fue al estudio a escuchar cómo estaba quedando todo.

Es increíble, Nat, suena increíble dijo quitándose los cascos.

La felicidad no cabía en mi pecho. Habíamos trabajado tanto en cada detalle, y faltaba poco para que esté listo.

Mi móvil sonó justo cuando terminó de decir eso. El nombre y la foto de Alba saltaron en la pantalla, y el corazón rojo con el que la tenía agendada hizo reír a mi amigo, que me golpeó el hombro a modo de broma.

¿Cómo está tu novia? preguntó, sin tener mucha idea de por lo que estábamos pasando.

No le había dicho nada, por dos motivos, no me hacía mucha gracia el admitir que estábamos distanciadas y menos gracia me hacía tener que admitir que en parte era culpa mía. Bueno... en realidad, sí que era mi culpa.

Fue a visitar a su familia respondí, sin más.

Respuesta incorrecta. Sebastián se compuso en un minuto y me miró de reojo. Intenté con todas mis fuerzas no hacer contacto visual con él, pero finalmente, cedí ante la presión.

Se pelearon.

admití bufando, y odiando que me conociera tan bien A ver... no terminamos pero...

No digas más, ¿Qué hiciste?

¿Por qué asumes que es culpa mía?

¿Entonces no hiciste nada?

No, bueno sí, quizás, no sé.

Me tiré en el sofá cansada de cagarla. Sebastián se dispuso a escuchar por lo menos dos horas de mi angustia.

La conclusión a la que llegó fue simple: Dejá de cagarla, Lacunza.

La quiero, te lo juro, y no estoy tratando de lastimarla, pero a veces...
¿Pero no te parece que estás demostrando lo contrario? Si la querés cuidala, y si ella se siente insegura por este chabón, párate un segundo, rompé tu burbuja y prestale atención.

Bajo la cabeza y asiento lentamente. Lo sé, lo entiendo, la cagué. Todo lo que queda ahora es... arreglarlo.

Busco el móvil y marco su número. Sebastián me mira sonriendo y yo le agradezco en silencio.

Ojalá lo hubiera escuchado.

Me detengo poco en arreglarme, después de todo es Polo.

Lo encuentro en su característica remera negra y pantalones rasgados. En mi cabeza, Sebastián me sigue advirtiendo que estoy cruzando una línea que no voy a poder borrar más tarde. Me da rabia que tenga razón.

Con ese impulso, lo invito a pasar. Mi amigo desaparece mágicamente. Detesta verme arruinarlo todo y yo detesto que me vea.

Polo se acomoda en el sofá, con esa sonrisa suya, tan relajada.

A pesar de haber dejado claro que somos amigos, él no para de ligar conmigo. ¿Y si al final no fuera tan malo intentar pasar página? ¿Con Polo? Sí, ¿por qué no? Las preguntas en mi cabeza me atontan y me doy cuenta de que me está hablando.

—Tierra llamando a Natalia —dice entre risas —¿Quieres que pida pizza?

Asiento sin decir una palabra y sonrío por inercia. Él me hace señas para que me acomode al lado suyo y prende la televisión. Elije una película que ni siquiera sé cómo se llama, todo lo que puedo pensar es que esta rutina era de Alba... Ella siempre decidía qué ver, y yo la seguía porque amaba verla feliz.

La nostalgia me invade, e intento a toda costa salirme de ese recuerdo.

Cuando Polo avanza, ni siquiera le doy mucha importancia, le sigo el juego hasta un determinado momento. Él sonríe feliz habiendo conseguido su objetivo. Yo le sonrío para cumplir con su expectativa pero la culpa me invade tan pronto como cruza la puerta de salida.

Sebastián aparece en medio del comedor y me mira expectante.

—¿Lo besaste?

Ni siquiera tengo que responder.

el amor después del amor | albaliaWhere stories live. Discover now