Capítulo 15: Das pena, tía.

1.2K 64 26
                                    

Lo siguiente que sé es que es de día y yo sigo tumbada en mi cama. Las persianas están cerradas y tres golpecitos retumban en mi cabeza. La voz suave de Sebastián retumba en las paredes de mi cabeza y de mi habitación.

—¿Puedo pasar?

Mi respuesta es simplemente un gruñido poco amable.

—Sí, pero no abras las...

Muy tarde. Cuando me doy cuenta todas las persianas están levantadas y la luz me ciega al instante. Sigo gruñendo y me doy media vuelta. Tengo una jaqueca letal.

—Buen día para vos también, Natalia -dice mi amigo sentándose en la punta de la cama de dos plazas.

—Hola —respondo sin mirarlo.

—¿Cómo dormiste?

—No quiero sermones -digo seriamente pero su risa me hace girarme a mirarlo -¿qué pasa? -pregunto un poquito cabreada.

—Te pregunté cómo dormiste.

—Ah, eso, pues como la puta mierda, ¿qué esperabas?

—Bueno que tampoco es mi culpa.

—No quiero sermones.

—Qué pena porque se viene el peor sermón de tu puta vida.

Su pérdida de paciencia me golpea como un camión de trescientas toneladas. Este es un lado de él que casi no conozco. Pero su mirada fría y seria me empuja a quedarme quieta en mi lugar. Me incorporo para mirarlo. Y nos quedamos en silencio.

Finalmente... Sebastián coge un poco de aire y lo expulsa en un intento desesperado por calmarse.

—Sé que toda tu vida está muy jodida ahora, pero no podés ir haciendo este tipo de cosas, Natalia. Sos una persona pública y acá en Madrid las noticias no corren, ¡vuelan!

Saca su móvil, busca algo y me lo enseña.

El grito que sale de mi garganta es abrumador. Su cara de sorpresa es un poema. Me hundo en la almohada chillando y maldiciendo el haber nacido con la cabeza de imbécil que me tocó.

"¡PILLADOS! Natalia Lacunza ¿BESÁNDOSE? con Polo Grinch: ¿NUEVA PAREJA?"

En el video sale Polo, entrando en mi edificio y saliendo muy muy muy tarde. Hostia puta... por qué cojones...

—¿Puedes llamar a alguien para que lo baje? -pregunta, inocentemente, mi amigo.

Yo solo atino a seguir enterrada en mis sabanas, en donde, al menos por ahora, estoy segura. En realidad, todo lo que puedo pensar es: ¿lo habrá visto ya? Sinceramente espero que no. No me gustaría que piense cualquier cosa.

Me paso otra hora entera intentado asimilar mi situación que claramente no podría ser peor. O bueno sí, pero intento no pensar mucho en ello. Sebastián me deja cuando se da cuenta de que por lo menos por hoy soy un caso perdido.

Cuando por fin me tranquilizo, Polo me llama.

—Alo -digo, intentando mantener la calma.

—Guapa -saluda como siempre y no entiendo cómo parece tan despreocupado -¿qué tal? ¿quedamos hoy? ¿quieres venir a casa?

¿Pero este chico? ¿No se entera de nada?

—Polo, ¿has visto los titulares de hoy? -pregunto sin aguantarme la curiosidad.

—Yup, ¿qué hay con eso? -bueno, parece que realmente no le importa.

—¿No te preocupa que digan que rompimos el aislamiento y que encima somos pareja?

—Pues no -responde tranquilo -no pasa nada, Nat, vamos a ver, no hemos roto nada porque simplemente pasamos el rato, yo estoy sanito y tu también y tu amigo también y simplemente fui de mi piso al tuyo y volví, todo bien, relájate y quedemos hoy.

Parece que puedo ver su sonrisa a través del móvil. De alguna extraña forma, me tranquiliza. Y es que cuando estoy con él, me olvido que mi corazón está roto y del por qué lo está. De todas maneras, tiene razón. Lo que diga la prensa no importa mientras que nosotros sepamos que no estamos haciendo nada mal. Y realmente no lo estamos. Respiro profundo antes de responder.

—Vale, vale, tienes razón. Te veo esta noche.

—¡Esa! -festeja y me da risa que a veces parezca un niño de cinco años -nos vemos en un rato.

Cuando cuelgo, me doy cuenta de que Sebastián estuvo todo el rato escuchándome.

—¿Qué haces?

—¿Hace falta que te lo diga? ¿Qué crees que haces? Este es mi piso también.

—No mezcles las cosas, si fuera otra persona no te molestaría.

—No es la persona por la que rompería un aislamiento.

—Es solo un amigo.

—¡No, no lo es! -grita -Amigo soy yo, amigo es Damion, amigo es Álvaro, pero esta persona es todo menos un amigo, Natalia. Al final, Alba tenía razón...

—¿Qué has dicho?

Su rostro cae al suelo y mi corazón comienza a doler.

—Por esto lo dejaron, por él -dice mirándome fijamente a los ojos, hace todo menos retractarse, parece que esta vez va en serio, pero nunca me había dicho tal cosa -y ahora lo sigues metiendo en tu casa como si él no fuera la razón por la que Alba se fue.

Mis oídos no dan crédito.

—¿Cómo puedes decir eso? ¿De qué puto lado estás?

—Ahora mismo no sé, Natalia, todo lo que hacés es tomar y sufrir por algo en lo que vos solita te metiste, y estás tan pero tan ciega que no te das cuenta de eso tampoco, es que sinceramente me das pena, tía. Y ya, ya no sé cómo ayudarte, ya no sé si pueda...

—¿En serio? -pregunto dolida, sobre todo por la parte de la lastima -Pensé que éramos amigos...

—Yo también, pero sigues jodiéndote la vida y sinceramente ya no puedo verte más así, esto tiene un solo final y no quiero quedarme a verte otra vez caer.

No tiene que decir más nada, todo es demasiado. Y está tan claro...

—Vale, no digas más, lo pillo, lo pillo.

Sin tener idea de lo que hago, empiezo a empacar.

—¿Qué hacés? -pregunta Sebastián, descolocado.

—Me voy, ¿no es eso lo que quieres?

—Natalia, yo...

—No, en serio, tienes razón, soy un peso muerto, no sirvo de nada y no tienes por qué cargar conmigo si no te apetece, suficiente has hecho ya, déjalo en serio, yo me voy.

—No tiene que ser así, Nat, lo único que estoy diciendo es que...-lo miro para que se calle y afortunadamente me hace caso.

El resto de las cosas las guardo en un silencio tan incómodo que no nos reconozco. La amistad que teníamos nunca podría haber terminado como está terminando. Pero supongo que, en algún momento, entre que todo se fue a la puta mierda y este preciso momento, simplemente perdí esa amistad. Lo gracioso es que... no podría reconocer cuándo.

Probablemente Sebastián tenga razón. Una parte de mi sabe que es así, sin embargo, la otra parte está tan convencida de que el mundo está en mi contra que simplemente no puedo parar de hacerle caso.

Cuando estoy lista, marco el número de la única persona que sé que no me va a juzgar, ni hacer preguntas. Suena dos veces y escucho su voz del otro lado. Intento con todas mis fuerzas disimular que llevo horas llorando pero no estoy segura de lograrlo.

—¿Puedes venirme a buscar?

el amor después del amor | albaliaWhere stories live. Discover now