Capítulo 33. Perdido

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~Rubén~

Había decidido dejar a Genave ser feliz junto a Leonardo, sin embargo al tenerla a ella y a mi hija tan cerca en este momento era difícil imagina mi mundo sin ellas. No quería ser egoísta, me jure a mí mismo que lo único que haría era ponerlas a salvo, dejarles una vida estable y luego desaparecería para siempre de sus vidas, pero ahora mismo no podía ver como opción la posibilidad de separarme de ellas.

Genave aparto sus ojos de mí cuando pronuncie aquellas palabras y las volvió posar en el camino. Sabía que esto la confundía, que se encontraba divida entre Leonardo y yo; no podía seguir fingiendo que aquello no me molestaba. Amaba a Genave con locura, lo hice desde el primer momento que puse mis ojos sobre ella y la hice mía, todos mis enemigos sabían que aquella mujer se había convertido en mi debilidad y por esta razón en primer lugar tuve que alejarme. Solo para protegerla.

—Puedo quedarme en un hotel Gina, no quiero importunar—ella me clavo los ojos a través del espejo retrovisor y luego miro a su hermana con preocupación.

—Alessio quiere que te quedes con nosotras y decidí por una vez ser sumisa y hacer caso mi esposo, pero sabes que si fuera por mí ni siquiera estuviésemos respirando el mismo aire en este momento—la señora Lombardi no era de las que simplemente se quedaba callada y sabía que me merecía su desprecio.

El resto del viaje fue silencioso e incómodo. Genave no despego sus ojos del camino y en el segundo en que llegamos a la casa de su hermana, salió apresurada del vehículo para poner distancia de mí. Endurecí la mandíbula y trate de disimular mi molestia, dejar salir mi lado oscuro en un momento como este solo empeoraría las cosas, aunque sabía que en cualquier momento cuando tuviera la más mínima oportunidad me acercaría a ella. Iba a ser imposible evitarlo.

—La cama de Rubí esta lista en el cuarto de los niños, tú —dijo Gina dirigiéndose a mí—Sígueme, te llevare a la habitación de huéspedes—mire a Genave perderse en el pasillo contrario al que nos dirigíamos y cuando regrese la mirada al frente Gina me observaba con atención.

—Sabes que la amo—afirme de manera repentina—no puedes evitar que lo haga—pude ver por un segundo un atisbo de compasión en su mirada, luego solo me dio la espalda y siguió caminando.

No sabía cuándo tendría otra oportunidad, no sabía siquiera que tan fuerte era lo que ella sentía por Leonardo, pero me arriesgaría. Como siempre lo había hecho, nunca me limite a ser un simple espectador, nunca me vi a mi mismo observando de lejos como me arrebataban lo que me pertenecía. Y aunque sabía que estaba siendo demasiado egoísta Genave y Rubí eran mías.

—Espero y estés cómodo aquí—se quedó un segundo en silencio, sin embargo sabía que tenía algo más que agregar—Solo te suplico que no lo hagas más complicado para ella—me insto a entra en la habitación y me perdí en el interior de esta para no hacer la situación más tensa entre Gina y yo.

Escuche sus pasos perderse en la lejanía mientras yo me sentaba sobre la cama y cuando el silencio me arropo sentí un escalofrió recorrerme todo el cuerpo. Mire la hora en el reloj que tenía en la muñeca y decidí que esperaría justo una hora para salir a buscar a Genave. Este era el momento, era probable que cuando aquel hombre despertara no tuviera otra oportunidad porque muy en el fondo sentía que Genave lo prefería a él. Me quede mirando un punto fijo en el techo, mientras me decía a mí mismo que debía mantener mis emociones controladas, sin embargo con el simple hecho de mirarla a los ojos todo siempre se iba a la mierda.

***

Una tenue luz iluminaba el pasillo, pero todo lo demás estaba sumido en una lúgubre oscuridad. Camine descalzo procurando hacer el menor ruido posible y me sorprendí al mirar una figura de pie frente a los ventanales de la sala de descanso con la mirada puesta en la negrura de aquel patio trasero. Ladeo la cabeza y sabía que se había percatado de mi presencia; sin invitación me acerque y me pare detrás de ella guardando con prudencia la distancia entre nosotros.

—Quisiera arrancarme este sentir del pecho para al fin liberarme de todo esto que llevo por dentro—Se giró hacia mí y pude ver la confusión en su mirada—Pero cuando te miro, cuando recuerdo que aun sigues vivo todo se vuelve caótico aquí—señalo donde se encontraba su corazón y di un paso hacia ella. No se movió se quedó ahí parada mirándome con intensidad.

—Pero también quieres a Leonardo. El amor que sentías por mi ahora está dividido lo veo en tus ojos Genave—acorte la poca distancia que quedaba y la cubrí con mi cuerpo.

Mi respiración se tornó más aceleraba y pude notar el cambio de igual manera en la suya. Le quite el gancho que amarraba su cabello y este callo sobre su espalda con suavidad. Nos habíamos quedado callados y todas las explicaciones que tenía para dar se quedaron atragantadas en mi garganta. Acaricie su mejilla y luego sin poder evitarlo coloque mis manos sobre su trasero y la cargue sobre mis caderas.

—Quiero a Leonardo—afirmo sin más y sentí que me clavaba una daga en el corazón, sin embargo la silencie colocando mis labios sobre los suyos para hacerle entender que nadie podría ocupar mi lugar., que yo seré por siempre el único dueño de su cuerpo y todo su ser. En fin que nadie podría borrar mi huella de su piel.

La deposite sobre el sofá de manera delicada y era la primera vez que me comportaba de aquella manera, pero quería demostrarle que detrás de aquella mascara de frialdad existía un hombre de carne y hueso, uno que había conocido el amor gracias a ella. Uno que buscaba desesperado una nueva oportunidad. Deslice mis manos por debajo de su bata y la observe cerrar los ojos, pero no dijo nada. Genave simplemente estaba allí, dejando que la tocara, permitiendo que la sintiera y presentía que todo aquello escondía una verdad dolorosa, pero ahora no estaba dispuesto a pensar en ello.

Frote mi erección sobre su coño; luego deslice mi mano por debajo de su ropa interior y me enloqueció sentir su humedad, me relamí los dedos mientras ella me observaba con intensidad mordiéndose los labios y me deshice en aquel momento de sus bragas. La ayude a sentarse y le enrolle la bata a la altura de su cuello para poder contemplarla, me arrodille frente a ella, le abrí las piernas y metí la cabeza entre ellas. Deslice mi lengua sobre su sexo y chupe con cuidado sus pliegues haciéndola soltar un gemido.

Me tomo por el cabello y enterró mucho más mi cara entre sus piernas. La sentí distinta, ya no existía aquella inocencia ella, su parte sumisa había quedado en el pasado; entendí que Genave ya no era aquella frágil mariposa de la que un día me enamore, ahora era toda una leona y decir que no me gustaba era engañarme a mí mismo, porque lo que era esta mujer me volvía loco. En aquel momento me tomo por sorpresa, cuando aparto mi boca de su coño y se puso de pie.

—Quiero que te sientes—demando mientras se inclinaba encima de mí de manera insinuante y comenzó a desabrocharme el pantalón.

Me acaricio el pene en cuanto estuvo entre sus manos y luego se sentó a horcajadas sobre mí. Rozo de manera tentativa su coño sobre mi miembro y apreté los dientes ante aquella maldita tentación. Estaba jugando conmigo, movía sus caderas de aquella manera solo para tentarme y ella sabía mejor que nadie que no le convenía despertar al demonio, aunque la mirada en sus ojos delataba que lo estaba disfrutando. Se deslizo despacio sobre mi longitud y se tocó los senos de manera excitante, mientras subía y bajaba sobre mi miembro endurecido.

— ¿Quieres enloquecerme?—le cuestione colocando las manos sobre sus caderas, pero esta no dijo nada simplemente me aparto las manos y seguido me sostuvo los brazos sobre la cabeza para que no pudiese tocarla mientras me cogía duro tomando todo el control de la situación.

La escuche gruñir entre dientes y yo la acompañe ya que sentía que en cualquier momento iba a correrme. Intente mover los brazos, pero ella no lo permitió y aunque pude haber empleado la fuerza decidí dejarla seguir teniendo el control. Libero una de sus manos y la apretó sobre mi garganta; al tiempo mordió su labio inferior y sentí el calor de su humedad derramarse sobre mi miembro. La acompañe dejándome seducir por el éxtasis que me envolvió en aquel momento y la observe tomar una larga respiración antes de hacer el siguiente movimiento.

Se levantó rápido y puso distancia entre nosotros. La bata volvió a cubrirle el cuerpo y en aquel momento me di cuenta de que su mirada se había vuelto fría y distante.

—Genave—dije mientras la tomaba del brazo para retenerla junto a mi, pero al mirar aquella frialdad en sus ojos tuve que soltarla.

—No te equivoques—dijo con frialdad—que esto que paso no cambia nada entre nosotros—entonces me dio la espalda y desapareció dejándome totalmente perdido en aquella oscuridad que comenzaba a consumirme.

Lo claro y oscuro del placer (Libro #3 serie Oscura +18)Where stories live. Discover now