Capítulo 34. El monstruo

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~Genave~

 Sentí una fuerte opresión en el pecho y la culpa se apodero de mí. Las lágrimas quemaron en mis ojos y allí entendí que todo esto que sentía era porque había traicionado a Leonardo. Me sentí estúpida por querer demostrarle a Rubén que yo también podía ser mala, al final termine cayendo en su trampa y le otorgue en bandeja de plata lo que quería. Lleve mis pasos al cuarto de baño y me metí en la bañare, porque me sentía sucia y aquella sensación arañaba mis entrañas provocando que me sintiera peor.

Deje que el agua me abrazara y que las lágrimas se confundieran con ella. Ni siquiera podía creer que un día estuve dispuesta a todo por aquel hombre, que en un punto hasta pensé en dar mi vida por él si hubiese sido necesario, ahora solo quería que se quedara lejos de mí y rezaba para que Leonardo pronto despertara. Me deje caer sobre la cama en cuanto estuve de regreso en la habitación y tome una larga respiración, aunque sabía que eso no calmaría el martilleo de mi cabeza. Aunque sabía que me lo merecía por haberme comportado como una puta.

—Genave—escuche que llamaron y luego dieron un pequeño golpe sobre la puerta— ¿Estas despierta?—Y esta vez reconocí la voz era Gina.

Me puse de pie y camine hacia la puerta sin entender porque me sentí aterrada por la presencia de mi hermana. Y cuando abrí la puerta y descubrí su rostro me asusto mucho más; al ofrecerme su teléfono entendí que algo había pasado. No podía ser lo que me estaba imaginando de solo pensarlo me sentí rota por dentro. Sentí que el corazón se me rompía en un millón de pedazos.

—Alessio—pronuncie sintiendo un nudo en la garganta.

Despertó y lo único que dijo fue tu nombre—no sabía porque aquello no me hizo sentir aliviada, creo que tuvo que ver con la forma en la que mi cuñado había dicho aquello—Pero sufrió otro paro cardíaco y su situación empeoro—las lágrimas bañaron mis mejillas y Gina me tomo de la mano para consolarme.

— ¿Qué dicen los médicos?—pregunte con desesperación— ¿Qué podemos hacer Alessio?—apreté más fuerte la mano de mi hermana y comencé a sentir mucha angustia.

Lo primero es encontrar un donante compatible, el tipo de sangre de Leonardo es difícil de encontrar. Ninguno de nosotros es compatible con él.

—AB+ —dije sin más.

¿Cómo lo sabes?—lo escuche preguntar extrañado.

—Yo soy AB+ y siempre ha sido un problema encontrar donantes para mí. Voy ahora mismo para el hospital—le devolví el teléfono a mi hermana y la escuche despedirse de su esposo.

Me lanzo las llaves de su auto y le agradecí en silencio. Me encontré de frente con Rubén cuando iba de salida, pero no me detuve. Estaba eufórica, porque yo no creía en estas mierdas. No era de las que creía en el destino, sin embargo todo lo que envolvía a Leonardo parecía estar relacionado de alguna forma conmigo. Me subí al auto y salí de manera apresurada, al mirar por el espejo retrovisor repare en que unas de las camionetas de seguridad me seguía, sabía que Gina no se arriesgaría a dejarme sola.

***

Alessio esperaba por mí en la entrada del hospital y tuve que sostenerme de él cuando sentí que todo me dio vueltas en la cabeza. Toda esta situación me tenía enferma, saberme presa del pánico, estar en medio del suspenso de no saber que pasara mañana estaba acabando con mis nervios y esta situación en la que se encontraba Leonardo de la cual me sentía completamente responsable no hacía más que empeorar la situación.

—Venga conmigo—dijo una de las enfermeras y la seguí pisándole los talones.

Sabía que debían hacerme algunas pruebas antes de extraer la sangre, pero estaba dispuesta a soportar lo que fuera con tal de salvarle la vida a Leonardo. Era un sentimiento que provenía de lo más profundo de mí ser y es que cuando de verdad amas a alguien estas dispuesto a todo por esa persona. Me quede un segundo fría en mi lugar y era que aquella revelación se sentía demasiado fuerte y verdadera, podía palpar con mis manos aquel sentimiento aunque suene a locura. Yo comenzaba amar a Leonardo.

—Necesito que orine aquí—la enfermera me paso un pequeño recipiente plástico y yo lleve mis pasos al pequeño baño que ella había señalado.

Creí ver una pequeña gota de sangre mezclada con la orina, pero aquello era imposible. Mi periodo me había pasado hace poco y al mirar el recipiente nuevamente vi que solo tenía aquel contenido amarillento, así que solo ignore lo que había visto y decidí regresar a la habitación. La enfermera me dijo que me acomodara en uno de los sillones y me extrajo un pequeño tuvo de sangre. Recosté la cabeza sobre el respaldo del mismo y espere paciente los resultados.

Presentía que todo esto que estaba pasando era un castigo. Por dejar que la oscuridad me sedujera, por permitir que aquel hombre me tocara y en este momento deseaba arrancarme la piel, quería que todo esto fuera solo una maldita pesadilla de la que estaba a punto de despertar, sin embargo era la más cruel realidad que me había tocado vivir. Incluso más cruel que la mentira de aquel hombre.

—Señorita Stevens—dijo la enfermera en cuanto entro en la habitación. Esta vez acompañada.

—Soy la doctora Moderatto—dijo la mujer extendiéndome la mano.

— ¿Pasa algo malo?—indague—los resultados...

—Está usted muy sana señorita Stevens—se apresuró a decir la doctora—, estoy aquí por otra cuestión—mis latidos se aceleraron y a mi cabeza llego el recuerdo de la pequeña mancha de sangre que pensé haber visto en la orina— ¿Sabía usted que está embarazada señorita?—negué con la cabeza porque aquello no podía ser verdad.

—Eso es imposible—dije con el rostro ensombrecido—acabo de ver mi regla hace poco—la doctora me regalo una triste sonrisa y sabía que por más que quisiera negarlo nada cambiaría aquella realidad.

—Suele pasar, no es nada anormal, pero teniendo en cuenta esto no puede seguir adelante con la donación—trate de calmar el temblor en mis manos aunque en aquel momento sería imposible.

—Quiero hacerlo—dije sin pensarlo dos veces—será mi responsabilidad, pero tengo que donar esa sangre—las dos me miraron confundidas y alarmadas—Solo diga donde tengo que firmar para hacerme completamente responsable, porque tengo que salvar al padre de esta criatura y eso nada lo va a cambiar—sabía que mi tono había sido más brusco de lo esperado, sin embargo nada me haría cambiar de opinión.

—Es demasiado riesgo, puede tener un aborto, incluso usted puede tener complicaciones severas, así que piénselo bien señorita Stevens tiene que pensar...

— ¡Solo hágalo!—grite con lágrimas en los ojos—tengo que hacer esto por el hombre que amo—me lleve las manos al pecho y trate de recomponerme. Hacer una escena empeoraría las cosas y ya era demasiado con saber que estaba de nuevo embarazada.

—Traeré el documento de descargo para proceder—le agradecí de manera silenciosa, aunque pude notar que se encontraba tensa.

Salieron de la habitación y de manera instintiva coloque la mano sobre mi vientre. Era difícil asimilar que otra criatura estaba creciendo allí dentro, más con toda la situación que envolvía esta noticia y sentí miedo, sin embargo mi temor iba más allá de lo que podría pasarme a mí; ya había estado una situación como esta, había temido por la vida de alguien, la diferencia era que ahora yo podía hacer algo para salvar aquella vida y no había dudado en hacerlo.

Mire el reloj que adornaba la pared y luego me cubrí los ojos con el brazo. Escuche la puerta hacer clic y en un segundo aquella pequeña habitación se encontró sumida en una densa oscuridad. Pensé que había sido una falla eléctrica, pero la sensación que me invadió en aquel momento me alerto sobre la persona que había entrado. Sus pisadas eran firmes y seguras; aquel olor que emanaba de su cuerpo creí haberlo reconocido, sin embargo estar a ciegas me confundía y cuando sentí que se encontraba solo a unos pocos metros de mi supe que estaba en peligro.

—Es hora de dar un paseo—le escuche decir y rápidamente me cubrió la boca con un paño; comencé a sentirme mareada estaba a punto de caer en el abismo. El monstruo me había encontrado y sabía que no tardaría en devorarme.

Lo claro y oscuro del placer (Libro #3 serie Oscura +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora