E P I L O G O

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E P I L O G O

Cuando llegué a Holmes Chapel lo hice con la incertidumbre sobre mis hombros, con el miedo de no lograr pertenecer a un lugar y con la tristeza de no conseguir la vida que siempre había deseado.

Recordar los días pasados me generan una nostalgia que corre por mis venas y que hasta la fecha, me hacen creer que en cualquier momento podría explotar en lágrimas contenidas.

Me había convertido en una mujer que felizmente expresaba sus emociones, que ya no temía en dejar en claro quién era en realidad. Y lo amaba, me abrazaba en todos los sentidos, por lo que no era de sorprender que incluso disfrutaba del llanto y no me apenaba demostrarlo.

Creía firmemente en dos cosas: algunas personas podemos cambiar y las cosas siempre pasan por algo.

Algunos cambios tienen mucha historia detrás y resultan necesarios a tal grado que incluso esos procesos suceden por uno o varios motivos.

No sabía a ciencia cierta si todo estaba escrito; no sabía que tan cierto era que nuestras vidas se asemejaban a un libro lleno de capítulos...pero, en dado caso de que fuera así ¡me parecía una completa tortura! ¿Con qué afán vivir tantos sucesos y alargar las cosas sí al final ya todo estaba decidido?

Algunos otros dicen que somos nosotros mismos quienes jugamos nuestras cartas y quienes decidimos que hacer y qué no hacer en nuestras vidas.

Siendo sincera, no sabía a qué teoría sujetarme pero lo que sí podía hacer, era agradecer todo aquello que me ayudó a estar hasta dónde me encuentro ahora mismo, con los buenos, amargos y positivos momentos.

El pasto bajo mis pies pica un poco, pero a pesar de los constantes regaños de mi madre acerca de que me dará alguna alergia, la ignoro por completo.

Desde mi lugar, puedo ver a las personas que han formado parte de mi historia y aunque no están todos, sé que los más especiales me acompañan.

Y no muy lejos de donde me encuentro, lo veo a él, jugando con Kate, la hija de Florence y Liam, corriendo de ella con una enorme sonrisa mientras la pequeña lo persigue para poder peinar su cabello.

Había perdido la cuenta de todas las veces que lo había visto con cientos de broches coloridos en el cabello, de las veces en las que hacía muecas y se aguantaba los quejidos cuando las pequeñas manos de Kate tiraban de sus rulos con más fuerza de la normal. Pero, a pesar de ello, él no dejaba de alegrarse cuando la dulce niña nos visitaba, incluso, el ojiverde parecía más emocionado que la propia hija de mis amigos.

Desde la distancia sé que me está observando y cuando se gira por un momento para hablar algo con Kate, la niña deja un beso en su mejilla y se dirige corriendo a donde se encuentran sus padres hablando con el resto de nuestros amigos.

La música suena, los pájaros a nuestro alrededor cantan, el sol se asoma un poco entre las nubes iluminando el cielo de tonos dorados y el aroma está perfumado con flores frescas y algunos frutos.

Sus pasos son lentos y la sonrisa que tantas veces me ha derretido, lo acompaña.

Cuando está lo suficientemente cerca como para que pueda escucharlo, detecto que viene tarareando una canción y comienza a hacer unos bailes graciosos para que pueda reír de él.

— ¿Qué ha pasado con Kate? — le pregunto cuando llega a mí y me toma de la cintura para ayudarme a ponerme de pie

— Le he dicho que más tarde jugaría con ella — dice con sus labios cerca de los míos y comenzando a mecernos sobre nuestro lugar — ¿Por qué estás aquí sola?

— Estaba pensando — me encojo de hombros — Luces muy guapo con este traje blanco

— Y tu luces bellísima con este vestido blanco — murmura y deja un casto beso en mis labios — Y con esa sortija aún más — toma mi mano izquierda y deposita un beso sobre mi dedo anular

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