Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆

La radio

La familia se reunió frente al pastel de tonalidades rosas y naranjas, su madre prendió las velas que estaban sobre el postre bañado de chocolate blanco y, poco a poco, todos empezaron a aplaudir. El cumpleañero les sonrió a sus hermanos y a sus padres y sopló las velas luego de pedir sus deseos. Aquel día, cumplió dieciocho años y se volvió un adulto. Al menos ante los ojos de su familia.

Al final, prendieron las luces de la habitación y lo abrazaron con grandes sonrisas de entusiasmo en sus rostros.

—¡Feliz cumpleaños, Anthony!

La familia del mencionado podía ser problemática a veces, pero no era algo de lo que se podía quejar realmente. Su hermana, Molly, había ayudado a preparar el pastel junto a su amorosa madre, de nombre Lian. Ambas eran muy parecidas, cabello rubio esplendoroso y grandes sonrisas joviales y enérgicas. A diferencia de ellas dos, su hermano mayor y su padre eran un contraste evidente. Niss tenía un temperamento duro, no aguantaba bromas y parecía vestirse como un gótico de los años noventa. Su padre, Henry, era un hombre gruñón, de pocas palabras y conservador. Anthony no hablaba mucho con él porque era algo intimidante.

En líneas generales, tenía una buena relación con todos y, en el día de su cumpleaños, se reunieron en su hogar para festejar que al fin había cumplido la mayoría de edad. Molly y Niss se habían mudado de la casa de sus padres desde hace un par de años. Ahora era el turno del menor hacer lo mismo.

Comieron pastel, bebieron y rieron como una familia normal. Su padre se puso a hacer karaoke cuando el alcohol se le subió y su hermano se dejó llevar exactamente de la misma forma. Molly reía escandalosamente al verlos, su madre no perdía oportunidad para grabarlos con su celular y reír también. Todo marchaba bien, era una noche tranquila y en familia.

A pesar de que parecía muy presente, Anthony tenía miles de pensamientos fugaces cruzando su cabeza. Era muy joven, apenas había empezado la universidad y el fin de semana al fin podría mudarse a un apartamento gracias a sus ahorros de trabajos a medio tiempo para volverse un adulto independiente y responsable. Tenía muchos planes y sueños que podrían hacerse realidad. Siendo mayor de edad, muchas puertas se abrirían para él y sentía que podía tener el mundo a sus pies. Como cualquier joven inexperto, pensaba que podría tragarse al mundo con facilidad.

"¡Eso es, ya soy un hombre!"

El camión de mudanzas se estacionó por última vez esa mañana en la planta baja de su nuevo edificio. Su apartamento era el número 666. Una coincidencia extraña a la cual no le dio importancia.

Como su padre y su hermano trabajaban hasta los fines de semana, Molly y su madre se encargaron de ayudarlo con la mudanza de sus pertenencias. Ya casi todo estaba realizado, hasta acomodaron los muebles con ayuda de algunos empleados de la mudanza.

Anthony estiró sus brazos con cierta pereza luego de terminar de acomodar. Ese día, podría dormir tranquilamente luego todo el ejercicio físico que había hecho al pasarse todo el día armando muebles y acomodando cosas. Se despidió de Molly, la cual se subió a su auto esperando a que su madre se despidiera de Anthony también. Le daría más tiempo a ella porque se ponía sentimental a la hora de ver a sus hijos salir volando del nido.

El rubio de mechones rosas la esperó de brazos abiertos en el interior del apartamento. Vivían a una hora de distancia, no era mucho, pero ya no vivirían en el mismo techo y esa clase de despedida podría ser emotiva. Esperaba un abrazo, palabras cariñosas y aliento personal. Pero su madre no hizo eso exactamente, le sonrió traviesa y le señaló una de las cajas de la mudanza que aún no había abierto.

Ella se encargó de traer un regalo para su hijo sin que él se percatara de eso.

—Hijo, ya es hora de que por fin pueda mostrarte esto —le dijo acercándose a la caja y arrodillándose ante ella—. Ha pasado por varias generaciones en mi familia y quiero obsequiartela. A tu abuela le encantaba escuchar las dulces melodías de la época.