De humanos y demonios

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Alastor acomodó su micrófono entre sus manos y asintió un par de veces con su cabeza luego de comprenderlo todo.

—Entiendo. Enamorarse de un humano es algo muy arriesgado.

Su amigo felino también le asintió. Mientras tanto, Anthony los seguía escuchando atentamente. Para ese momento, su interés pseudo romántico hacia Husk en serio se había ido al caño. No obstante, la puerta de la curiosidad y ansias de conocimiento se abrió por completo, ya que el mundo de los seres del infierno parecía muy interesante.

—¿Por qué? Ah, olvídenlo —se sintió entrometido y miró nervioso a ambos seres—. Solo soy un intruso en una conversación de demonios.

—Yo te lo diré, humano —contestó Husk de forma severa sin tener ninguna clase de problema en revelarle esa información—. Los mortales envejecen y mueren. Pueden amar miles de veces en sus cortas vidas, pero los demonios solo aman una vez y jamás olvidan. El dolor de nunca volver a ver a esa persona es incalculable. Además...

El gato alado se refugió un poco entre sus enormes alas rojas y se sintió dolido por la angustiante realidad. Sabía que amar a esa pequeña mujer solo lo llevaría a la perdición y a una infinidad de lamentos. Sin embargo, no podía olvidarse de ella así nada más.

—El alma de Niffty irá al paraíso, es una hermosa y cálida persona —lo sabía perfectamente, se deprimió al entender que se separarían tarde o temprano más allá de la muerte—. Jamás la volveré a ver.

Anthony se sorprendió, pero segundos después sintió una profunda melancolía. Humanos y demonios no podían ser amantes. Y si se arriesgaban a eso, les esperaba una vida de sufrimiento asegurado porque las personas del mundo de los vivos morían en muy poco tiempo y sus vidas eran muy vulnerables. Y ni hablar de una inminente separación entre el paraíso y el infierno, nunca se sabía con certeza a qué lugar se podría pertenecer luego de morir, era algo incierto hasta el último segundo de vida.

—Eso es... muy triste —murmuró Anthony contagiándose del sufrimiento del pobre de Husk.

—Lo sé. Por eso te recomiendo que dejes de salir con Alastor —dijo de forma directa y sin rodeos.

Los miró como si ambos fueran unos condenados como Romeo y Julieta. Ellos dos, en cambio, se horrorizaron al mismo tiempo.

—Espera. ¿Qué? —el rubio no entendía nada de nada.

—Si. Es evidente. No me vengan con esa estupidez del deseo, se nota a kilómetros que se gustan —reiteró Husker con una expresión muy seria y segura.

Anthony estaba por volver a replicar, pero Alastor se le adelantó mucho más ofendido que él. La insinuación en si le parecía la mayor tontería que había escuchado en siglos.

—No seas ridículo —señaló al humano como si no tuviera ninguna clase de valor—. Jamás me gustaría un humano como Anthony. Además el romance, como dices, es imposible.

A partir de ese momento, el rubio dejó de escuchar la charla.

Anthony no tenía la más mínima idea de la razón por la cual ese comentario le había dolido. Nunca vio a Alastor de otra forma que no fuera un demonio grosero que siempre le quería llevar la contraria y lo molestaba con limpiar su casa todo el tiempo. El rubio siempre le repetía que lo dejara en paz, pero Alastor no le hacía caso y le hablaba sin parar.

Se acostumbró a la voz radiofónica dentro de su departamento y a las canciones que emergían de la nada misma desde la radio de su madre. A desayunar con Alastor, quién siempre le pedía café como si Anthony solo fuera un esclavo y a la pregunta de todos los días: "¿Ya decidiste tu deseo, humano?"

El menor sintió el rechazo, pero de una forma muy diferente a la que sintió con Husk.

"Dijo mi nombre por primera vez... Para decir algo tan hiriente y horrible."

Se levantó sin ninguna clase de emoción en su rostro y miró serio a ambos demonios.

—Volveré a trabajar si es que no me despidieron —indicó a Alastor antes de volver al interior de la cafetería—. Quédate con tu amigo un rato más, se ve que tienen mucho de que hablar.

Cerró la puerta luego de entrar. Tanto Husk como Alastor se quedaron mirando la forma extraña en la que se fue y el ambiente pesado que se había formado.

—Creo que lo lastimaste —el felino miró de reojo a Alastor y luego agudizó su mirada.

—¿Lastimar? —el pelirrojo le devolvió una mirada de incomprensión notable. Siempre se trataban como perro y gato con el humano, esa situación no era diferente a todas las anteriores que tuvo que sufrir.

—Si. Los humanos son muy sensibles. Deberías haberte dado cuenta —Husk tenía la experiencia suficiente como para confirmarlo, por eso siempre cuidaba a Niffty como si fuera parte de los delicados pétalos de una rosa.

Alastor se quedó en silencio. Sus ojos espectrales se dilataron un poco y su radio interna tardó en sintonizarse correctamente, logrando que pequeños ruidos de maquinaria se oyeran a su alrededor.

Anthony había olvidado que Alastor no era humano... El demonio se sintió alterado al considerar que el rubio se estaba encariñando con él y que no recordaba el hecho de que no era nada semejante a alguien de su especie.

Husk y Alastor tenían sus orígenes en el inframundo y, aunque habían leído y escuchado sobre los humanos y hasta se alimentaban de las energías de sus almas, no podían imitar sus comportamientos o infiltrarse en su sociedad a largo plazo sin dejar en evidencia que no poseían su misma empatía y sentido común. Ellos dos no eran animales, sin embargo, eran seres muy diferentes y no contaban con humanidad.

—Ellos... solo se enojan, gritan y lloran —reflexionó Alastor con una voz baja y ciertamente compasiva—. Son muy débiles a comparación de los demonios.

—El niño es joven. No pensé que saldrías con alguien así —el felino colocó una mano en su hombro y volvió a asentir como si esa errónea suposición fuera la verdad absoluta.

Alastor lo apuñaló con la mirada y entrecerró sus ojos muy molesto.

—Nosotros no estamos... Olvídalo.

Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆Where stories live. Discover now