Un deseo

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El evento fue sobrenatural e inesperado. Anthony pensaba fielmente que el mundo de los demonios o seres espirituales no eran más que fantasías desesperadas de drogadictos muy colocados. Pero no era el caso. Estaba lucido de pies a cabeza y tenía en frente a un demonio que había emergido desde el interior de ese viejo aparato.

¡Alastor, el demonio radio! ¡Reconocido por crear las catástrofes más escalofriantes y sádicas de todo el infierno! Un poder incomparable era parte de su ser, podría causar incontrolables calamidades si perdía el control o era provocado. Si, ese poderoso e imponente demonio del inframundo...

Ahora estaba a merced de la invocación de un simple humano.

Regla uno: Como parte de una reliquia antigua, él debía obedecer a su invocador y conceder un único deseo. Era parte del contrato que se formaba automáticamente al ser invocado al mundo de los vivos.

Alastor extendió su micrófono radiofónico a un lado y, con un simple movimiento, extinguió las sombras espectrales, el humo verde y las luces rojas. Se inclinó hacia Anthony y rechinó sus dientes al mismo tiempo que destellos de sonidos de radio surgían de su cabeza. Aclaró su garganta y emitió más molestas interferencias. Aquellos ojos rojos inyectados en sangre se dirigieron al humano, el cual le ofreció una sonrisa totalmente nerviosa e incómoda.

Debía ser una pesadilla. O una broma muy estructurada y costosa. ¿Acaso había cámaras o-

—¡Mi nombre es Alastor, el temido demonio de la radio! ¡Soy el soberano rey de grandes territorios infernales y uno de los overlord más reconocidos y poderosos de todo el infierno!

Anthony retrocedió ante sus estridentes gritos, se cubrió los oídos y miró a su alrededor. Llamar a la policía no era una opción, tirarse por la ventana tampoco porque se rompería el cuello. Aunque tal vez de esa forma podría corroborar que estaba teniendo una bizarra pesadilla con un demente con orejas de venado y sonrisa estilo El Joker.

Se asustó cuando Alastor se agachó y parpadeó curioso ante él, su sonrisa se hizo más grande y los ruidos de radio se volvieron orgánicos al igual que ciertas chispas que emergían desde sus ojos. Dios, parecía tan real. Al igual que todo el teatro de los demonios negros que habían surgido desde el principio y todo eso.

Niss debió contratar a expertos en animación CGI para asustarlo. Se las pagaría. Ese bastardo lo quería ver en la ruina y orinarse en sus pantalones.

—Eres mi invocador y, por eso, mi deber ahora mismo es concederte un deseo. A cambio, tu alma me pertenecerá luego de que mueras y abandones este plano. Y la llevaré al infierno por siempre.

Anthony se dio cuenta que era real cuando Alastor sacudió sus orejas y sus cuernos crecieron en bifurcaciones incalculables. Nadie podía mover cosas así en la vida real, bueno... Nadie podía salir de una radio en la vida real... Ah... También porque sus ojos estaban penetrándolo y se volvían negros con pequeñas manecillas de radio rojas en su interior. Ni siquiera el animador más bueno en toda la tierra podría hacer eso en vivo. Además, Niss no era tan rico como para pagarle a alguien así.

Hubiera querido que fuera un chiste. Pero el asunto se volvió repentinamente serio.

Anthony se cruzó de brazos y comenzó a pensar, casi ignoró por completo el hecho de que Alastor estaba allí. Cuestionó muchas cosas. ¿Tenía buena suerte por ser uno en un millón y tener presente a un auténtico demonio frente a él o era mala suerte porque su alma sería tragada al morir? Bueno, había un deseo en juego. Pero no sabía si sería tan genial obtenerlo si luego se pudriría en el infierno.

Ah, se metió en ese pequeño predicamento. Suspiró y miró aburrido a Alastor, quién arqueó una ceja extrañado ante el poco interés que le mostraba el humano. Hasta parecía harto y estresado en vez de tenerle miedo, como si no supiera qué deseo debía pedir y lo estuviera considerando o pensando cómo huir de la situación.

Y eso era inaudito. Su invocador debía conocer el deseo y haberlo pensado miles de veces antes de traerlo a la tierra, no era algo para tomarse a la ligera. No creía que el niño fuera tan increíblemente idiota como para haberlo invocado por accidente, ¿O si? Nah, imposible.

El demonio volvió a aclararse su garganta y luego se colocó una mano en su cintura con poca paciencia. Lo mejor era apresurar el trámite. Tenía un alma que negociar después de todo y no había tiempo que perder.

—Romper la barrera de lo convencional en el mundo de los vivos no es nada para mí. Por eso mismo, cumpliré tú más grande capricho y petición. Esa es la causa de que yo esté aquí. ¿Cuál es tu deseo, humano?

—... Qué.

No, era un error. Una grande. El sujeto pelirrojo de orejas de venado y sonrisa patética le estaba explicando las cosas, pero tenía que haber alguna forma de revertirlo.

—No hay forma de revertirlo —habló Alastor con una sonrisa victoriosa y un guiño simpático hacia Anthony.

El rubio no quería entregar su alma. ¡Ni siquiera quería invocar a ese monstruo raro! Se estresó porque estaba entre la espada y la pared.

Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu