¡¿Humano?!

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"Nunca había pensado en Alastor de esa forma."

Las siguientes dos semanas fueron un infierno para Anthony.

Siguió en esa estúpida cafetería trabajando. Aunque quería renunciar, el dinero no le venía mal y le ayudaba a pagar las cuentas. También seguía en clases y eso hacia que, al menos, no pasara tanto tiempo en su casa y viera al demonio radio rondando por ahí.

No quería ver a Alastor luego de lo que sucedió en esa conversación delante de Husker, el demonio gato alado. Odiaba admitir que estaba deprimido por lo que el hombre radio dijo.

"Sin duda tiene una apariencia escalofriante, es haragán y solo sabe ordenarme cosas como si fuera su asistente personal."

Caminaba por las calles volviendo de sus clases. Se concentró como un robot en su trabajo y en el estudio. Quería dejar de pensar y desactivar sus emociones, pero... Era imposible. No podía dejar de pensar en que el demonio que vivía con él había sido cruel e insensible al tratarlo como un animal patético y bueno para nada.

Ah... Estaba exagerando de nuevo. Solo se sentía dolido y triste porque Alastor lo veía como un ser inferior y no comprendía sus sentimientos. Era más insignificante que un mosquito ante él.

"Tambien es muy desconsiderado conmigo."

Recordó la frase y paró en seco en medio de la vereda. Suspiró pesadamente y bajó los hombros con resignación.

"Nunca saldría con un humano como Anthony."

—Es un idiota. Un completo estúpido sin sentido común —murmuró para si mismo—. Ademas, es verdad. Las cosas entre humanos y demonios son imposibles —afirmó como si fuera obvio.

Esa era la verdad. Sonrió nervioso y se preguntó porqué le afectaba lo que ese imbécil opinara sobre él. No era como si se hubiera encariñado con su presencia o algo por el estilo.

Con lo adorable que se veía cuando aprendía cosas nuevas y los lindos destellos de oscuridad que emitía cuando le prestaba atención y le sonreía solo a él.

—¡NO! No, no, no, no. Definitivamente debo dejar de pensar en eso —se sostuvo los costados de su cabeza con ambas manos y entró en pánico—. No es una opción, está mal, no tiene sentido. Ya, Anthony, ya, sácalo de tu cerebro.

Se rio como un loco. Tal vez estaba enloqueciendo por pensar tanto tiempo en eso. Se despejó al caminar hacia su departamento y entrar sigilosamente para no ser descubierto por Alastor, estaba manteniendo esa rutina porque no quería cruzarse con él por más ridículo que fuera aquello.

No estaba listo para mantener una conversación larga con él.

No escuchó que estuviera en la sala o en los alrededores. Suspiró aliviado y se cambió de ropas para quedarse en pijama, no analizó mucho el ambiente, no se dio cuenta de un pequeño detalle que notaría minutos más tarde.

—¡Humano! ¡Encontré esta oferta de dulces con figura extraña en las calles!

Alastor lo sorprendió desde atrás. Anthony se giró por reflejo y, entonces, lo vio.

—...

—Aprendí todo lo que tiene que ver con dinero gracias a tu trabajo de mesero —sonrió muy orgulloso de si mismo y señaló una de las bolsas que tenía en sus manos—. Así que te robé parte de esos papeles verdes y realicé una complicada transacción con uno de los de tu especie.

Anthony estaba en estado de shock porque... Alastor no tenía su apariencia de demonio. Era su voz, pero era una persona, era un humano, tenía apariencia de humano. Un apuesto hombre adulto en sus treinta de cabello castaño, piel canela y cabellos ordenados a un lado. Camisa blanca simple y pantalones negros ajustados. El rubio amplió su alterada mirada hacia él y abrió la boca sin que ningún sonido pudiera brotar de su garganta.

—Vi a muchos humanos probándolo —dijo Alastor con su habitual sonrisa, miró con alegría los dulces que compró y siguió hablando—. Decían que era delicioso y por eso te traje algunos. En realidad, también los probé y son... Nunca había probado nada así.

Esa mañana, Alastor quiso animar a Anthony. Lo notó muy distante, cortante y triste esas semanas. No tenía idea de porque estaba así, no entendía qué clase de cosas podían desencadenar tanto sufrimiento en los seres vivos. Pero sabía que debía hacer algo para hacerlo sentir mejor porque, una vez, Anthony le dijo que era un desagradecido por estar allí de forma gratuita y no ofrecer nada a cambio de sus comodidades.

El demonio se tomó en serio eso. Tal vez le robó dinero, pero no consideraba eso importante. Se armó de valor para pagarle la deuda de alojarlo allí hasta que pidiera su deseo y salió a las calles en su forma humana.

Encontró dulces cerca de su hogar, muchos humanos los compraban encantados y se veían felices al comer. Entonces, supo que Anthony sería feliz si también los comía. Así debía funcionar la felicidad en las personas de la tierra, conseguir cosas para sentirse mejor a base de papeles verdes.

—Admito que compré demasiados por curiosidad —señaló el fondo de la cocina sin dejar de sonreír y resaltó el detalle que Anthony no había notado.

Veinticinco paquetes de dulces. Gastó todo el dinero en eso, pero... El rubio no reaccionó ante el hecho de que lo dejó casi en quiebra por comprar tantas cosas sin sentido.

—Ah, si, esta es mi forma humana —dijo el demonio finalmente, como si no fuera importante—. La utilizamos para camuflarnos. Ya viste a Husk.

Al ver que Anthony era una estatua de piedra, supuso que estaba congelado y anonadado de felicidad. Su plan había funcionado y eso le dio satisfacción instantáneamente. Caminó silbando hacia una esquina de la cocina, cerca de la sala, y se aproximó a su radio-hogar.

—Bueno, volveré a la radio a dormir un poco. ¡Adiós!

Luego de cinco minutos, Anthony parpadeó entrando en sí finalmente.

—... Es...

Cayó de rodillas al piso y depositó ambas manos en el suelo, arruinado ante las nuevas calamidades de su existencia.

—Es muy atractivo...




Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆Where stories live. Discover now