El tiempo

4.1K 583 182
                                    

Pasaron treinta minutos en los que Anthony analizó de arriba a abajo y por todos los costados el cuerpo del temible demonio de la radio. Al final, obtuvo un veredicto cien por ciento preciso y dejó de dudar totalmente. Juntó sus manos, parpadeó varias veces por delante del sujeto de rojo e inhaló y exhaló. Si, estaba metido en un problema grande.

—Eres... Eres real.

—Si, bastante.

Alastor entrecerró sus ojos y suspiró aburrido por esa ridícula espera y análisis. El humano era más estúpido de lo que pensó. ¿Qué no era obvio que nada de eso era un truco? Definitivamente esos rumores de que la tecnología les freía las neuronas a los adolescentes terrestres eran ciertos.

—Eh... Un deseo —analizó Anthony en voz alta, luego se sobresaltó y lo apuntó con su dedo— ¡Espera! ¡Yo no te invoqué! ¡No sé qué hice! ¡Todo esto es un error!

—¿Un error? ¿No fue tu intención? —cuestionó el demonio radio arqueando una ceja con sospechas. Si, era un niño idiota después de todo.

—¡Claro que no! ¿Por qué invocaría a un demonio tan extraño y grotesco de sonrisa macabra a mi sótano? —volvió a criticarlo de forma brutalmente sincera y causó que Alastor se le quedara mirando con una sonrisa temblorosa.

—Escucha, mortal. No se puede revertir lo que está hecho. Estoy aquí por tus caóticos descuidos. Así que deberás cumplir con la tradición.

—¿Tradición?

—Si. Deberás pedir el deseo porque ya estoy aquí.

Alastor chasqueó los dedos, manifestó su poder de sombras negras por todo el departamento y logró hacer que uno de los sofá individuales de la habitación se acercara hasta él y se terminara arrastrando a su conveniencia. Tomó asiento y se cruzó de piernas frente al chico con más tranquilidad, dejó su micrófono sobre su regazo y le sonrió como un rey victorioso.

Anthony lo miró frustrado. Ese tipo estaba causando mucho ruido al mover sus muebles y arrastrarlos y no quería que lo echaran del departamento por disturbios o quejas de los vecinos. Le importaba un bledo que fuera el demonio de quién sabe qué, él ya había pagado el alquiler y no quería que lo dejaran en la calle por su escandalosa presencia. Se cruzó de brazos de mal humor y decidió negociar, subestimando claramente las capacidades de Alastor.

—¿Y qué si no lo hago? ¡No quiero ir al infierno luego de morir!

—¡ESO NO ME IMPORTA!

Gruñó fuerte como un animal salvaje causando que las ventanas de la habitación estuvieran a punto de estallar. La estructura tembló y Anthony retrocedió cubriéndose los oídos con una notable expresión nerviosa. Sus ojos negros de pupilas rojas se enfocaban en él, ese demonio estaba mostrando sus colmillos gigantes y una maquiavélica sonrisa de villano barato.

Mierda. Eso de negociar no era un gran plan.

—... No estoy en posición de discutir con un demonio del inframundo —murmuró al temer por su vida. Giró hacia Alastor y se aclaró la garganta— Okey. Mi deseo...

Se miraron a los ojos muy atentamente. Alastor levantó su micrófono y sonrió muy ansioso por al fin poder cumplir la meta por la cual estaba en la tierra. Anthony sintió sus grandes ojos claros brillar con mucha intensidad. Si, si, si, al fin lo pediría, al fin llegó al momento, su más grande deseo en el universo sería concedido.

—Hay... Hay un chico que me gusta mucho —se sonrojó, cerró sus ojos con una linda sonrisa y colocó sus manos sobre su pecho de forma soñadora e inocente, totalmente puro de sentimientos—. ¿No sería genial que me ayudaras a conquistarlo?

Alastor... detuvo el movimiento de su micrófono y se quedó de piedra con su rostro ensombrecido.

Era la estupidez más grande que le habían pedido en siglos.

—... ¿Estás hablando en serio? —cuestionó muy furioso por haber sido invocado por semejante tonteria sin sentido, se levantó y desplegó más magia negra y símbolos vudú a su alrededor para tratar de intimidar al chico—. ¡SOY ALASTOR! ¡UN DEMONIO PODEROSO, RECONOCIDO Y RESPETADO! ¡Y PUEDO CONCEDERTE TODO LO QUE MAS ANHELES EN ESTE MUNDO!

Dios, Anthony volvió a cubrirse los oídos ante su estúpido escándalo y fanfarronería. Lo miró indignado, muy ofendido y también de forma crítica. ¡¿Quién era para criticar sus nobles sentimientos de corazón?! ¡El poder del amor de un adolescente de su edad era incluso más fuerte y temerario que el de un demonio del infierno!

Alastor ya le caía mal. Era un hecho.

—Si, si, ya te escuché la primera vez —dijo sin una pizca de miedo y harto de que siguiera presumiendo su poder, hasta olvidó que era alguien que venía del infierno y que daba miedo, ahora pensaba que solo era un charlatán idiota—. Eh... ¿Y cuánto tiempo tengo para decidirme?

Alastor arrugó su rostro en señal de completa confusión y ladeó su cabeza como un cachorro confundido, a punto de preguntar si había escuchado bien. ¿Acaso ese torpe humano no pensaba ordenar el deseo al instante?

—¡No puedo tomarme esto a la ligera! Mi alma está en juego después de todo —exclamó Anthony, colocando límites firmes.

No dejaría que nadie le pasara por encima, ni siquiera aunque se tratara del mismo Satanás. Heredó esa confianza y ese carácter de su madre.

El demonio de la radio, el ser más temible de todo el infierno, lo analizó sin poder creer que un niño imbécil lo estuviera desafiando y estuviera jugando con su preciado tiempo. En fin, se cruzó de brazos porque tampoco sería tan flexible.

—Un año. Ni más, ni menos.

—Okey, ¿Y en todo ese tiempo, tú...?

—Mi deber es acompañarte en todo ese período de tiempo hasta que te decidas.

Perfecto. Un año conviviendo juntos como roomies sonaba perfecto hasta que Anthony pensara muy bien su deseo y se lo pidiera. No se iba a apresurar y, de ser necesario, se tomaría hasta el último día de tiempo porque no quería llevar el asunto a la ligera.

Ambos reaccionaron luego de tres segundos.

Esperen... ¿Ambos vivirían juntos como roomies por un año? ¡¿Tendrían que soportarse por un año?!

—¡¿Qué?!

—¡¿Qué?!



Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆Where stories live. Discover now