Nosotros

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Anthony se quedó sorprendido ante aquella petición y ante toda la preocupación de Alastor. Lo pensó por breves momentos y, al final, decidió ser totalmente sincero y tomar el valor para describirle su verdadero sentir.

—Entonces te lo voy a explicar —apretó su mano y lo miró directamente—. Amar a alguien significa que quieres verlo feliz todo el tiempo, que su presencia te hace sentir muy alegre —entrecerró sus ojos y no dejó de observarlo y transmitir seguridad—. Que te gusta verlo hacer cada pequeña e insignificante actividad y que disfrutas de que sonría ante cualquier cosa.

Anthony le estaba revelando indirectamente sus sentimientos y esperaba que Alastor pudiera entender todo eso. Bajo su mirada expectante y curiosa, el rubio prosiguió sabiendo que ya no había vuelta atrás.

—Que lo adores aunque a veces sea estúpido y grosero y que quieras protegerlo cada vez que lo veas llorar —recordó el principio de su vida con Alastor y lo difícil que fue, también como habían avanzado tanto hasta llegar a ese punto—. Tambien que no quieras separarte de esa persona y que no quieras que se vaya de tu lado nunca.

Anthony sollozó con sus ojos derramando lágrimas, le tomó ambas manos y cerró sus párpados con todas sus fuerzas. Estaba muy arrepentido de haberle mentido a Alastor y hacerlo esperar tanto para pedir el deseo. La realidad era muy distinta a lo que imaginaba.

—Y si yo pido ese deseo, ¡Te irás para siempre! ¡Era una mentira! ¡No lo había estado pensando! ¡Solo estaba tardando en hacerlo porque no quería que te fueras! —apartó sus manos y se cubrió el rostro muy avergonzado por ser tan infantil—. Y sé que ahora me odiaras por eso —se secó las lágrimas bruscamente y apretó los labios—. Si no pedir el deseo significa que me iré al infierno contigo, está bien.

Bajó su cabeza con total resignación y se quedó mirando sus propias piernas. Había una posibilidad, una en un millón de volver a encontrarse. Y la tomaría.

—Lo acepto.

Lejos de todo el sufrimiento personal de Anthony, el demonio radio lo contempló bastante anonadado ante cada una de las confesiones honestas que arrojaba sin parar. Se frotó el mentón con dudas y empezó a pensar en voz alta.

—Vaya... Proteger a alguien, querer hacerlo feliz, disfrutar de su sonrisa y también disfrutar de sus tonterías y gestos más simples.

Era lo que aparentemente Anthony hizo con él. Alastor arqueó sus cejas y reflexionó detenidamente que él también quería seguir haciendo todas esas cosas por Anthony. Lo quería a su lado, no lo quería soltar. Quería que se quedara con él fuera en la tierra o en el infierno.

Era extraño que los demonios pensaran de esa forma. Pero ya no podía evitar sentir dolor al considerar una verdadera vida sin Anthony y sin todo lo que le brindaba cada día.

—¡Ya veo! —sonrió como si al fin lo hubiera descubierto— ¡Estoy enamorado de ti! ¡Es por eso que odio verte triste!

Anthony escuchó aquella exclamación, se sostuvo el pecho con ambas manos como si alguien le hubiera clavado una flecha allí y dejó de respirar. Estaba atónito, petrificado del asombro y muy consternado. Ni siquiera sabía si seguía consciente aún.

—¿Qué...? ¿Q-Qué?

—Si, estoy enamorado de ti.

Alastor se acercó a él y violó su espacio personal. Quedó a centímetros del rostro del rubio, quién se sonrojó furiosamente y no pudo retroceder debido a la inmensa conmoción de sus sentimientos.

¿Alastor dijo que estaba enamorado de él? ¿Era real?

—Pero... eso es triste —el demonio regresó a la realidad, retrocedió y observó con su mirada apagada al contrario—. Si vienes al infierno luego de morir, no estarás a mi lado y te mezclarás con todas las almas humanas. Te llevaré conmigo y luego te perderás en el infierno —se angustió demasiado al pensarlo y al saber que no podía hacer nada al respecto—. No quiero que eso pase. No quiero que sufras en el infierno.

Alastor miró sus propias manos, formó puños y se decidió a hacer algo que realmente no debía hacer ya que violaba algunas reglas de sus contratos y acuerdos. Pero quería lo mejor para Anthony, no quería que estuviera una eternidad pudriéndose en medio del fuego del infierno.

—Si te libero del contrato, podrás ir al paraíso. No nos volveremos a ver. Pero... —le sonrió con mucha dulzura y tristeza al mismo tiempo, esa era la mejor opción por el bien de su pequeño rubio—. Serás muy feliz allí. Ese es el destino que mereces, eres un ángel. Eso es lo que debo hacer, está decidido.

Anthony sintió su corazón acelerarse del pánico. ¿Por qué Alastor estaba decidiendo todo eso por si mismo sin siquiera preguntarle? No era justo, no podía asumir sus reacciones o tomar ese camino sin su consentimiento.

—¡No! —se arrojó a él y lo tomó de los hombros para agitarlo absolutamente asustado— ¡Claro que no!

La opción de ir al paraíso era exactamente igual de terrible que la del infierno, porque jamás lo volvería a ver. Era un predicamento espantoso, todo parecía un laberinto sin salida y sin nada de luz.

Pero, de repente, Anthony fue iluminado.

El deseo. Por supuesto, ¿Cómo pudo ser tan ciego?

—Alastor, te amo —lo abrazó sin medir la fuerza de sus actos y tomó la decisión que más ansiaba, la decisión definitiva que sellaría el destino de los dos—. He decidido mi deseo. Aunque dijiste que es imposible... ¡Sé que estabas mintiendo porque te conozco!

Se separó para que volvieran a cruzar miradas brillantes y repletas de esperanza. No había nada que impidiera que su deseo se hiciera realidad.

—Quiero que...

Tomó aire y, al exhalar, sintió la adrenalina escaparse de su cuerpo. Jamás se arrepentiría de pedir aquello hasta el último día de su vida.

—Deseo que te quedes conmigo en el mundo de los vivos, deseo que te liberes de la responsabilidad de ser un demonio poderoso del infierno y que vivas como un humano junto a mi.









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El próximo capítulo es el final!

Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆Where stories live. Discover now