Sinopsis

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A plena luz del día, estaba apuntando con un arma a uno de los socios de los de arriba: los peces gordos. Las personas del bar se agacharon tomando sus cabezas entre sus brazos como si se pudiesen proteger de una bala, el bartender dejó caer la copa del martini que hace unos segundos estuvo batiendo profesionalmente. La rata a la que le estaba apuntando había tenido los huevos de robar cargamentos de la organización y revenderlos a su antojo, su momento de diversión había terminado ahora. 

Me acerqué a él, quien temblaba de miedo debajo de la barra, a diferencia de él, mi mano empuñada con aquella arma de fuego no temblaba ni un poco. Su cara de desesperación me subía peligrosamente el ego, el sentimiento me resulta tan excitante que empecé a reír. 

Los demás me miraban asustados con sus manos sobre sus cabezas todavía. Algunos estaban debajo de las mesas sin siquiera mirar. 

"Lástima que este traje sea caro, hombre", suspiré e hice un puchero. Luego de unos segundos de reflexión le disparé en la rodilla dos veces, los gritos se hicieron presentes en el bar a compás del Jazz ambiental transmitido en la radio.

Los suspiros aterrorizados de las personas eran algo que tampoco faltó, lo admito, es una escena horrorosa. A este paso mi traje se había manchado de unas cuantas gotas de sangre. El charco de sangre llegó hasta mis zapatos de tacón, ensuciando todo a su paso. Me acerqué al hombre, apoyé firmemente mis pies en el suelo mientras mis brazos se apoyaban en mis rodillas, arremangué la manga de mi brazo derecho, el sujeto se negaba a mirarme. 

"Oye, más te vale hacer un torniquete en esa herida, no te vayas a desangrar", hablé con sarcasmo. "Mírame", le ordené mientras acariciaba su cabello.

"¿Qué quieres?", me preguntó con odio, apretaba fuertemente su mandíbula tratando de canalizar el dolor de su pierna. Estando herido de gravedad tenía las agallas de preguntarme o tan siquiera dirigirme la palabra después de saber lo que hizo.

"Que mires mi brazo derecho, no olvides que tengo la marca de la serpiente", esta vez lo tomé con brusquedad de su cuello para obligarlo a mirarme. Estaba sudando y era probable que empezara a alucinar con tanta sangre perdida. 

"La Víbora Kila", susurró una persona estupefacta detrás de mí. Analicé la situación y decidí empatizar con los presentes, al fin y al cabo terminé arruinando el día de unas 20 personas inocentes. "Eres la mafiosa del noticiero", apuntó al televisor con volumen nulo. 

"¡Vaya, no se me vaya a subir la fama!", exclamé con asombro, estaban ofreciendo cantidades de dinero por mi captura. Me acerqué de nuevo al sujeto de antes, cuyo nombre me importaba menos que mierda de rata. Tomé dinero en efectivo de sus bolsillos, el cual era bastante cantidad de la que probablemente había sacado provecho del cargamento de la mafia. 

Procedí a lanzar el dinero al aire, salió esparcido por todas las direcciones, algunos billetes llegaron a caer en el charco de sangre. 

"Talvez puedan pagarse terapia después de esto, alcanza para todos", salí bastante seria del lugar antes de que la policía llegue, limpié mis zapatos en la alfombrilla de entrada, dejando una intacta escena del crimen. 

Al menos la amenaza quedó clara y fue una misión exitosa. Mis compañeros se habían encargado de depositar los cargamentos en su lugar y hacer todo tipo de trámites para conseguirlos de vuelta. Fui al callejón donde había dejado mi motocicleta, me subí y aparté el cabello de mi cara para colocarme el casco. 

Escuché un intercambio en la frecuencia de radio.

"Oye, Akila", habló mi jefe desde el radio.

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