Destrucción

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Había estado sentada en el sillón de mi casa, mirando el suelo con mi ceño fruncido. A este punto ya me dolía la frente por mi gesto, pero me era imposible dejar de sobre pensar las cosas. Aún seguía girando sobre el hecho de que mi madre y hermana estaban en un maldito burdel, imaginarme estar en lugar de ellas me daban náuseas; imaginar demás cosas me asquea. Y no es que haya tenido la mejor relación con ellas, pero aún así había cariño de por medio, de todos modos crecí junto a ellas desde que tengo memoria.

Aún tenía encima el saco de Hanma, se lo daría después, de todos modos no le dirigí palabra alguna cuando fuimos por nuestras motocicletas de vuelta a unas calles más lejos del lugar de la fiesta. No hubo rastro de los Haitani tampoco puesto que ya nos habían advertido una vez, bueno, me advirtieron a mi más que todo. Mi cara estaba en todo lado y no conocerme ahora mismo sería ignorancia pura, pero yo había elegido esta vida de mierda.

Me impresioné al escuchar el timbre de mi casa, al sonar una sola vez descarté la idea de que fuese Hanma, pues él suele tocar los timbres como si estuviese electrocutándose. Hacía un rato que llevé la caja de madera a mi habitación, específicamente la guardé en el bolsillo de una gabardina que estaba en mi closet, ahí estaría segura.

Me levanté y fui hacia la puerta para abrirla, me valía una mierda quien fuese. Abrí rápidamente para ver de quien se trataba, de inmediato mi enojo llegó.

"¿Qué hace un violador en mi puta casa?", pregunté asqueada y con ganas de destruirlo ahí mismo.

"Lamento la hora, pero tu jefe me dio la dirección y necesito que me des algo que te pidió", habló serio, salía vapor de su boca, pues venía fumando.

"Lo siento, Osanai, pero no te encargaré las cosas a ti", entrecerré mis ojos, él suspiró y giró sus ojos.

"Pues pareces confiar más en el italiano y fue él quien me dio la luz verde para tocar a aquella chica", me miró de arriba a abajo.

"¿Que mierda dices?", cuestioné. "Para entonces aún la pandilla no tenía ayudas de la mafia", me crucé de brazos.

"Eso te hace creer, pero ya había hablado con él y nos ayudábamos sin tener lazos formales", botó el cigarrillo y lo pisó dando un paso adelante. "Ahora no te lo pediré dos veces, la caja", extendió la mano.

Era una situación donde debía pensar pese que sobre pensar fue lo que más hice las últimas horas. Giré mis ojos rendida y me giré dejando la puerta abierta, subí a mi habitación sin poder creer de lo que me había enterado. Pero así son las cosas, cuando crecer vas desbloqueando chismes y demás.

Carlo había enviado a Osanai a abusar de una chica los rumores eran claros hasta esa parte de involucrar a mi jefe. También había revelado mi casa, que Hanma y Kisaki me hayan seguido hasta acá es otro cuento, pero esto era diferente.

Antes ponía a Carlo en un pedestal por influencia de mi padre, pero desde que me había alejado de mi familia todo cambió. Había creado un mal concepto de él por haberme dejado manipular por mi padre, pero dudo que él haya querido hacerlo de mala manera.

"¡No tengo toda la noche!", gritó el rubio en la planta baja.

Había sobre pensado de nuevo.

Abrí el closet y saqué la caja, cuando iba a salir de mi habitación pensé en algo sumamente inteligente. Corrí a mi cama y abrí la cajita para vaciarla, cayeron un montón de papeles que no me interesé en leer hasta ahora. Busqué por mis cosas guardadas papel que usaba para escribir las cartas para mi padre, rápidamente las hice en pedazos y tomé un lapicero, simulando que habían escrituras, mezclaría los papeles y no se daría cuenta el imbécil de abajo.

GAME OVER (en edición)Where stories live. Discover now