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El corazón de un niño es puro e inocente y cualquier cosa que le digas la creerá sin dudar aunque mantener esa pureza intacta es sumamente difícil y con el tiempo desaparece por completo.

Naturalmente con el paso de los años Viktor entendió que el tema de las almas gemelas era más complicado de lo que parecía en las historias. Comprendió que los tinys llegaban el día de tu cumpleaños, pero jamás antes de los 12, que podían abandonarte si ellos lo elegían y que necesitaría de algo más que suerte para algún día encontrar a su alma gemela.

Cuando sus compañeros de clase comenzaron a llevar sus tinys al instituto la espera se volvió sofocante y la llegada de tiny Nikolai cuando su hermana cumplió 16 solo incrementó la sensación.

Cuando cumplió 12 años la ilusión en sus ojitos celestes se desvaneció al abrir la puerta y no encontrar absolutamente nada tras ella y la misma historia se repitió un año después.

Aquel par de decepciones sumadas a la repentina muerte del menor de sus hermanos apagaron su chispa transformándolo en un niño tímido e inseguro al que le costaba externar sus emociones y socializar con los demás niños de su edad.

La mayoría del tiempo se sentía solo y anhelaba la compañía de alguien que le entendiera, alguien incondicional; lo que no sabía es que no tendría que esperar demasiado para tenerla.

Esa mañana despertó con ganas de aferrarse a las sábanas que le envolvían y descansar un poco más.

Estaba agotado.

El día anterior se había dormido hasta tarde ordenando su habitación y moviendo sus cosas de un lado a otro en busca del lugar perfecto para su cápsula aunque desconociera la forma y el tamaño que tendría o si realmente llegaría ese día.

Con los ojos entrecerrados miró la hora en su móvil y volvió a dejarlo en su sitio antes de darse vuelta y cubrirse el rostro con una de sus almohadas.

«Aún es demasiado temprano »

Tal pensamiento no duró demasiado. Abrió los ojos y se incorporó de golpe al recordar la fecha; era 13 de Agosto, su cumpleaños.

Hace semanas que tenía presente lo que sucedería ese día; existía la posibilidad de que conocer por fin a la versión miniatura de su alma gemela.

Sonrió ante la idea.

Había esperado mucho tiempo su cumpleaños y por fin había llegado el día.

Ansioso tiró de las sábanas y corrió escaleras abajo topándose con su familia al pie de éstas con pastel en mano, su desayuno y un par de obsequios.

No alcanzaron a felicitarle o siquiera saludarle pues el menor había pasado de ellos corriendo directamente hacia la puerta.

Su madre sonrió enternecida al verle tan entusiasmado. Viktor normalmente era tímido y últimamente muy reservado en cuanto a sus emociones; verlo correr con una enorme sonrisa en el rostro la llenó de satisfacción.

Sentía los nervios a flor de piel y mil preguntas bombardearle la cabeza, pero la que más destacaba le causaba inquietud y dolorosas punzadas en el pecho.

¿Y si no llega porque aún no estoy listo para cuidarlo?

Cuando llegó a mitad del salón su andar fue interrumpido por el resonar del timbre disipando todas sus preguntas y potenciando sus inseguridades.

El tiempo pareció detenerse y todo a su alrededor congelarse; incluso la puerta principal ahora lucía inalcanzable.

Podía escuchar su propio corazón retumbar acelerado a pesar de sentir los oídos tapados, las manos comenzaron a sudarle y sentía las piernas temblarle con cada paso que daba en dirección a la entrada.

Una vez frente a la puerta cruzó sus deditos tras su espalda y contuvo la respiración esperando que su pequeño corazón no volviera a romperse al encontrar su porche vacío por tercera vez.


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» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora