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— ¿Eres un ángel? — cuestionó aún embelesado el pequeño de cresta estirando su manita en un afán de alcanzar su rostro — ¿Me he perdido y estoy en el cielo?

La dulce vocecita del tiny lo trajo de vuelta a la realidad sonriendo tímidamente por el comentario.

— Como... ¿cómo te llamas? — preguntó por fin en apenas un susurro.

Por algún extraño motivo su brillo y apariencia lo habían deslumbrado al punto de sentirse cohibido.

— Mi nombre es Horacio — sonrió con dulzura metiendo sus manitas en los bolsillos de su chaqueta y bailando sobre sus talones.

— Horacio — repitió hipnotizado por la bonita y radiante sonrisa de su tiny.

— Sip, con H de héroe — aclaró.

— De héroe — volvió a repetir esbozando una amplia sonrisa y sintiendo una agradable calidez expandirse en su pecho.

— Si si, ¡mira mi pose! — gritó con emoción. Colocó ambas manitas en su cadera, se irguió inflando el pecho y elevó el mentón — mola ¿a que si?

« Adorable » fue lo primero que pensó el pequeño peliplata asintiendo efusivamente sin dejar de sonreír.

— ¿Y tu nombre es tan bonito como tus ojos? porque son tan azules y brillantes que tal vez jamás me canse de verlos ¿sabes? — concluyó ladeando ligeramenza su cabecita y esbozando una tierna sonrisa ladina que hizo a sus ojitos achinarse.

— Viktor — respondió entre nerviosas risas desviando la vista y acariciando su cabello en un intento de calmar su agitado corazón — mi nombre es Viktor Volkov.

— ¡Oh! Eres ruso, me gusta; y al parecer tenía razón tú nombre es tan lindo como tú, pero ¿sabes cómo sonaría mejor?

— ¿Cómo? — cuestionó confuso procesando aún todos y cada uno de los halagos del tiny.

— Combinado con el mío — aseguró guiñándole un ojo y soltando una escandalosa carcajada por la estupefacción y el notorio sonrojo en el rostro del niño — Vik y Hache — concluyó el pequeño de cresta ahogando las pequeñas risitas que aún se le escapaban.

Viktor estaba que no cabía en sí mismo.

Su extravagancia, dulzura y originalidad le deslumbraron por completo; era alguien totalmente opuesto a él y le encantaba; aún sin conocerle ya le quería y sabía que haría cualquier cosa por él.

— Me... me gusta como suena — aseguró con una sonrisa boba en el rostro que no pasó desapercibida por los presentes.

— ¡Dios! No puedo esperar para conocerte — respondió con entusiasmo el pequeño pelirrojo y emocionado por la respuesta de Viktor comenzó a caminar en círculos moviendo efusivamente sus manitas — ¿Cuál es tu comida favorita? ¿Y tú color? ¡Oh! ¿Que flores son tus preferidas? si voy a regalarte flores cada día necesito saber de cuales te gustan; y ¡películas! Jamás he visto una y quiero que tú escojas la primera que veremos juntos, ¿te gustan los dulces? ¿los bombones?

Viktor sonrió enternecido por el repentino entusiasmo que el tiny mostró por conocer cada detalle sobre él y se descubrió a sí mismo deseando lo mismo; no podía esperar para conocerlo.

— Haces muchas preguntas — dijo Aleksandra divertida por la situación rompiendo así la burbuja en la que ambos se encontraban.

Hasta ese momento todos en el salón habían permanecido en silencio apreciando el evidente contraste de ambas personalidades llegando a la misma conclusión; estaban hechos el uno para el otro.

— Pues si — soltó alargando la "i" y girándose para mirar a la chica sentada detrás de Viktor — si nos vamos a casar tengo que saber todo sobre él — espetó despreocupado.

Alex cubrió su boca con ambas manos para ocultar la pequeña risa que había soltado sin pensar y su madre detrás de ella admiraba la escena sonriendo enternecida por la inocencia del tiny.

En ese instante la enorme sonrisa de Viktor desapareció y abrió los ojos como platos ante el sorpresivo comentario.

— ¿C-casarnos? — los nervios le traicionaron haciéndole tartamudear al preguntar ¿acaso había escuchado bien?

— Sí — tiny Horacio asintió decidido — cuando seas grande y me conozcas quiero que te cases conmigo, me des mimos y me regales muchas muchas flores o dulces ¡ambos me encantan! — farfulló impetuoso — tendremos una casa enorme y un perro o, si eres más de gatos, podemos tener ambos; te llevaré al trabajo todos los días en un coche guapísimo y cocinaré para ti tu comida favorita... aunque tendría que aprender a cocinar primero — pensativo, murmuró lo último para sí mismo.

Viktor había comenzado a imaginar la vida que el tiny le describía y se descubrió impaciente por vivirla pero su ensoñación se desmoronó con el grave resonar de la voz de su padre.

— ¡Suficiente! — interrumpió el mayor en la habitación — Eso no va a pasar porque mi hijo nunca se casaría contigo. Si tenemos suerte jamás en su vida llegarán a coincidir.

Su tono era firme y el filo de su mirada platinada le erizó la piel al pequeño de cresta, haciendo que se encogiera en su sitio atemorizado por aquel adulto tan frío como el hielo.

La mirada de Viktor había perdido algo de su brillo, su hermosa sonrisa desapareció y frunció el ceño ligeramente; reacciones que no pasaron desapercibidas por el tiny, quien se acercó a él y sin dudarlo posó una de sus manitas en el dorso de la del ruso.

— Oye... no importa ¿sabes? — susurró con dulzura — si no quieres casarte conmigo aún podemos ser mejos — aclaró en un intento de reconfortarlo.

— ¿Ser qué? — cuestionó confuso.

— ¡¿No sabes que son los mejos?! — gritó y, para denotar su asombro, colocó ambas manitas sobre mejillas.

Su reacción había hecho reír nuevamente al chico quien negaba divertido esperando ansioso por la respuesta.

— ¡Mejores amigos! — saltó efusivo sin dejar de sonreír — mejos — repitió encogiéndose de hombros restándole importancia a la palabra como si su significado fuera lo más obvio del mundo — ¿Que dices? — preguntó suavemente estirándole una de sus manitas — ¿Mejos?

Viktor frunció levemente el ceño y meneó la cabeza de un lado a otro negándose inmediatamente a la propuesta. Lo tomó entre sus manos elevándolo a la altura de su rostro y le susurró.

— Pero yo si quiero casarme contigo cuando te conozca — el tierno puchero que formó derritió por completo a su madre y a su hermana; y el diminuto corazón del tiny comenzó a latir desbocado tanto por las palabras como por el pequeño gesto.

— ¡¿De verdad?! — cuestionó con ilusión colocando sus manitas en las mejillas sonrojadas del pequeño ruso quien asintió esbozando una tímida sonrisa — ¡Vamos! — gritó eufórico ante la confirmación.

— ¡De ninguna manera permitiré que mi hijo cometa tal aberración! — el padre de Viktor estaba furioso y no se molestaba en ocultarlo — todo esto está mal — afirmó con desagrado señalando al tiny y a su colorida cápsula mirando después a su hijo quien lo miraba con desilusión.

Suspiró frustrado masajeando el puente de su nariz y dijo lo último que Viktor esperaba escuchar, pero lo que más temía.

— Lo siento mucho hijo, pero tenemos que devolverlo; esto tiene que ser un error.


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» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Where stories live. Discover now