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El final del día se acercaba y con él la última clase a la que debía asistir.

Horacio quien estaba en sentado en posición india frente a la libreta de Viktor se incorporó de un salto apenas escuchó el timbre que indicaba el término de la última clase y se dispuso a guardar sus cosas.

— Vik, ¿me compras un helado? — cuestionó bajito mientras arrastraba dentro de la mochila los bolígrafos que el ruso había utilizado para tomar notas — por la mañana vi una heladería bonita de camino aquí, ya debería estar abierta.

— ¿Vik? — volvió a llamarle y ante la falta de respuesta se giró para mirarle.

El pequeño peliplata aferraba sus libros a su pecho y tenía la mirada perdida en el paisaje que se asomaba por la ventana.

Los pequeños jalones de su chaqueta lo trajeron de vuelta a la realidad incitándole a enfocar la vista en la personita que demandaba su atención.

— Hey, no me gusta verte triste — murmuró esbozando un puchero a la vez que estiraba sus bracitos abriendo una y otra vez las manos en señal de que lo levantara.

Enternecido por su actuar sostuvo sus notas con un sólo brazo aferrándolas a su pecho y estiró la extremidad contraria en un afán de sostenerlo.

Comprendiendo el mensaje tomó asiento en la palma de su mano aún estirando sus bracitos a la espera de posarlos sobre sus pálidas mejillas de porcelana.

— Todos aquí son unos bobos y sienten feo porque no los quieren en su casa — aseguró antes de apartar la vista de los oceánicos orbes del contrario; miró a los lados y le susurró — por eso sus papás los mandan aquí — concluyó guiñándole uno de sus ojitos bicolor.

Viktor rió por lo bajo ante el comentario.

Era increíble la forma tan cándida y espontánea en la que esa personita podía cambiar su estado de ánimo sin el más mínimo esfuerzo.

Bastaba con tan solo verle o cundo menos escucharle para que su entusiasmo coloreara hasta el más gris de sus días.

— Te quiero, Hache — murmuró esbozando una sincera sonrisa ladina y peinando con dulzura su esponjada cresta pelirroja.

— ¡Woah! ¿Ha salido el sol acaso? ¿O sólo me has sonreído? — cuestionó efusivo sonriéndole devuelta y relajándose ante los mimos que estaba recibiendo.

— El sol lo tengo enfrente mío — soltó sin pensar sonrojándose violentamente al reparar en sus palabras.

El tiny también enrojeció al instante.

Cuando él soltaba los piropos o le decía cosas lindas a Viktor era algo normal, no sentía vergüenza alguna al hacerlo; pero ¿recibirlos?; de alguna forma sentía que su corazoncito no soportaría tanto.

Incluso tener la cápsula frente a ellos habrían notado que el amorímetro estaba al límite.

Desbordante de felicidad y presa de una inminente y extraña sensación de pánico intentó desviar la atención con cualquier otro comentario fallando estrepitosamente en ocultar cuán afectado estaba por las palabras de Viktor.

— ¡¿H-ha sido eso un p-piropo?!

El contrario apartó la vista avergonzado y comenzó a reír nerviosamente; su rostro era una magnífica obra de arte caracterizada por un acentuado sonrojo que intentó ocultar al inclinar la cabeza.

— Me encanta cuando te pones todo rojito — murmuró riendo suavemente y tomándolo del mentón para subir su rostro nuevamente — te ves lindo — concluyó abrazándose a su mejilla.

Ambos se encontraban tan inmersos en su burbuja mimándose e ignorando absolutamente todo lo que los rodeaba que se olvidaron que no eran los únicos presentes en el aula.

Alexander Ivanov; el hermano menor de su profesor de ciencias, había esperado todo el día la clase que compartía con Viktor para comprobar si los rumores que recorrían los pasillos del instituto eran ciertos.

Ahora teniendo a ambos frente a sus ojos protagonizando aquella melosa escena no pudo evitar sentir aversión siendo su primer impulso romper su burbuja e imponerse como propósito joderles la vida cada vez que tuviera la oportunidad.

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Hey!
Espero que les esté gustando la historia <3
Solo quedan 2 actus más para ver a H y tiny Volkov 💕🤏🏻
Nos leemos pronto :)

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Where stories live. Discover now