Capítulo 36

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Emily

—Lo siento mucho, cariño. No quería gritarte así, no quería enojarme. Per...— empezó a murmurar sin parar en mi cuello, aprentando cada vez más su agarre en mi cintura.

—Shh. No pasa nada, Ale. Está todo bien— le tomé la cara con mis manos y lo obligué a mirarme a los ojos—. Estamos bien, ¿sí?

—¿Segura?— verlo tan desconfiado y vulnerable me hacía sentir tantas cosas. No quería que nunca, nunca de los jamases, duden que vamos a estar bien. No estaba dispuesta a perderlos así como así.

—Siempre, Alejandro— le di un pico dulce en la boca y lo empujé para el pasillo—. Ya llegaron tus padres y tu madre dice que te va a hacer ir a saludarla a la fuerza si es necesario. Me cambio y bajo en un momento.

Antes de irse me dejo un beso un poco más duradero antes de lo que empujara para que me dejara cambiarme en paz. Por más que quisiera entrar a su habitación y quedarnos por horas en esa habitación teniendo sexo de reconciliación, sus padres estaban abajo e iban a notar nuestra larga ausencia. Que vergüenza sería que vinieran a buscarnos y nos encuentren en medio de... de eso.

Me cambié rápidamente con algo de ropa que tenía en la habitación principal separada específicamente para esta ocasión. Con los chicos acordamos que no íbamos a usarla mucho. Desde el momento que empecé a armar el nido allí, llegamos a la conclusión de que íbamos a guardarla específicamente el final del embarazo. O bueno, hasta que nos mudaramos a su manada.

Todavía no decidimos dónde íbamos a vivir. Aunque yo ya sé que vamos a terminar en su manada. Tan solo estoy armando la valentía necesaria para poder ir allí y estar completamente rodeada de lobos. Pero sé que nada los haría más felices que poder tener su familia en su manada junto a sus padres y la gente que los vió crecer, y no me daba el corazón para negarselos.

Me terminé de arreglar el pelo en el espejo y antes de poder cuestionarme un segundo más mi aspecto, salí de la habitación. Tengo a tres hombres lobo que estarían dispuestos a bajarme la luna y las estrellas, me merezco más que palabras de odio.

Bajé con un poco más de confianza y me metí en la conversación que estaban teniendo sobre las novedades y todas las cosas que habían pasado desde que se vieron por última vez. Nos reímos y charlamos hasta que nos sentamos a comer.

—¿Y qué onda tu familia, Em?— el padre de los chicos, Toni me preguntó desde su asiento al lado de Sara, su mujer.

—Pa— Alejandro se quejó al lado mío—. Habíamos dicho que nada de entrometerse.

—Perdón, perdón. No sabía que era un tema sensible— Toni levantó sus manos a modo de defensa y no pude evitar reírme. Me pareció tan tierno que Alejandro quisiera defenderme en algo tan simple como no hablar de mi familia que no pude evitar dejarle un beso en la mejilla.

—Está bien, ya no me afecta tanto. No hablo con ellos— le contesté a su padre con una sonrisa. Que bien se sentía poder decirlo con una sonrisa—. Ellos esperaban algo de mí que yo nunca seré capaz de darles, así que decidí cortar relación.

—Eso es una pena, cariño— Sara me miró con compresión—. Cualquier cosa que necesites, ya eres parte de la familia, así que no dudes en pedirlo.

—Te voy a tomar la palabra— le respondí sonriendo y apoyé una mano sobre mi panza en la que todavía no había ningún rastro de embarazo, pero donde yo sabía estaba mi bebe—. Cuando llegue el bebé voy a necesitar muchos consejos de madre.

La mesa entera quedó en silencio. La mamá de los chicos se quedó completamente paralizada mirando mi mano y casi instantes después Toni empezó a atragantarse con algo que estaba comiendo.

—Es un chiste, ¿no?— dijo riendo mientras se ahogaba.

—¿Para qué les dijiste?— murmuró Andrés con una mano tapándose la cara.

—¿No debía hacerlo? Dijimos que íbamos a contarles— le respondí asustada. Su madre no parecía capaz de moverse.

—Justo cuando estaban afuera de la casa y pudiéramos cerrar la puerta— me dijo Adrián.

—Deberían haber avisado enton...— un sollozo me interrumpió y todos nos volteamos rápidamente a mirar a Sara.

—Amor, por favor, está bien. No pasa nada— Toni le tomó la mano intentando tranquilizarla.

Todos nos quedamos unos segundos más esperando su reacción. No podía ni respirar. ¿Será que no estaba de acuerdo? Quizás le asustaba la idea de que su nieto fuera un conejo. Las parejas mezcladas podían tener un hijo que fuera de una especie o de otra. No sé sabía por qué y no podían predecir la especie del infante hasta que este ya naciera, pero no existían híbridos, o eras una cosa o eras la otra,

—Por Dios, voy a ser abuela— Sara por fin dijo algo y se largó a reír—. No lo puedo creer. ¿Es cierto? Decime por favor que es cierto. Pensé que nunca iba a tener nietos. Estaban tardando tanto en encontrar a sus parejas y no querían aceptar a nadie más que pensé que no iban a tener nada serio nunca y... Oh por Dios, es cierto ¿no?— apenas procesé la mitad de lo que dijo pero asentí con una sonrisa tratando de no hacerla llorar más.

No sirvió de nada. Se largó a llorar más fuerte y salió corriendo de su asiento para venir a darme un abrazo de oso.

—Gracias, gracias.

—No es nada— le respondí riendo y devolviéndole el abrazo.

—Oh por Dios, van a venir a la manada, ¿no? Así puedo ayudar— la señora saltó de mis brazos y lo miró a su esposo—. Sino podemos venir para acá, ¿no, amor? No me puedo perder la infancia de mi nieto.

—No te preocupes. Nosotros vamos a ir allí— le respondí sonriéndole. Estaba tan aliviada de que estuvieran felices con la idea de que yo fuera la madre de sus nietos. Por poco moría de un infarto cuando no dijeron nada.

—¿En serio?— preguntó Adrián esperanzado.

—Sí, no podría quitarles eso a ustedes— le dije.

Entonces él también saltó a abrazarme. Y terminamos todos en un abrazo cálido y familiar. Esta es la familia que me merezco y que mis hijos van a formar parte. Así debería sentirse ser parte de algo.

Cosas del destinoWhere stories live. Discover now