Capítulo 15

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Alejandro

Las cosas comenzaban a volverse más complicadas de lo que pensaba. El celo de Emily cambiaba muchas cosas que no habíamos podido entablar con normalidad. Ahora todos nos encontraríamos en completo estado de alerta, todo el tiempo.

No sabía si los celos harían presencia en mí o alguno de mis hermanos, era obvio que en esta época terminaríamos haciendo el amor con ella, pero cuánto podría cambiar eso la situación. Pensé que íbamos a tener más tiempo para conocernos antes de saltar a lo físico.

En la cocina lo único que se sentía era el potente olor a cítricos de Emily. Por lo que tenía entendido, cada uno sentía diferente el olor del celo, especialmente el de tu pareja. Ese olor estaba hecho para atraerte en todos los sentidos, querías abrazarla, estar dentro suyo, cuidarla y protegerla. Era completamente animal y guiado por el instinto.

—¿Qué haces normalmente en estos casos?— le preguntó Andrés.

Él era el que se encontraba más relajado de los tres. Se veía que quería estar haciendo muchas cosas con Emily, pero se estaba conteniendo. Adrián y yo parecíamos desesperados. Adrián caminaba de un lado al otro de la cocina, agarrando cosas y dejándolas, encargándose de cocinar diferentes cosas que ninguno de nosotros iba a comer. Él no era el mejor cocinero a decir verdad, pero suele jugar con los ingredientes cuando no puede estar pintando.

Yo estaba tratando de mantener en control mis más bajos instintos, que no dejaban de aparecer cada vez con más lógica, o quizás solo estaban convenciéndome. Controlar mi parte animal no me era tan fácil como a mis hermanos. Mi lobo era agresivo, era potente y se hacía sentir. Aún con mi edad, me era difícil controlarlo.

Vi que mi pequeña estaba algo incómoda, como si hubiera algo que la molestara.

—¿Hay algo mal?— le pregunté preocupado, interviniendo en el estúpido intento de conversación de Andrés.

—Nada— respondió ella, pero la vi removerse nuevamente en la silla.

Entonces un gran olor a cítricos llegó con más fuerza. Está excitada.

—Perdón— susurro al ver que mis colmillos comenzaban a salir a la luz.

—No hay problema— le dijo Andrés intentando hacer el ambiente menos denso—. Alejandro, contrólate. Piensa en los números.

Los números. Habían sido una gran ayuda para lidiar con mis instintos. Al igual que Adrián tenía el arte, yo disfrutaba de sumar, restar, multiplicar, potenciar... Era entretenido y me ayudaba a relajar mi parte animal.

—¿Cuánto suele durar tu celo?— le pregunté a mi pequeña, tratando de encontrar un número base, necesitaba un número para poder empezar a contar.

—Una semana comúnmente— respondió avergonzada.

—Eso es mucho— se quejó Adrián lloriqueando.

—Debería de irme a mi casa, no quiero causarles...— los números desaparecieron de mi cabeza al escuchar eso.

—¡No!— los tres estábamos de acuerdo en esto.

—No vas a salir de aquí, no con ese olor encima tuyo— le indiqué enojado. Nadie más tenía derecho a estar con ella durante su celo, era solo nuestra.

—Pero debo trabajar también— se quejó.

—¿Vas a trabajar con tu celo?— la ira quiso tomar mi cuerpo entero de solo imaginar que alguien más hubiera estado con ella en su celo. Emily se cruzó de brazos enojada.

—No, pero si me lo prohíben voy a hacerlo— contestó con un puchero adorable.

—Oh, vamos, cariño. No serías capaz— la reté con la mirada. Ella no dudó en levantarse y comenzar a caminar hacia la puerta.

Los tres nos miramos, sabiendo qué es lo que debíamos hacer sin decir nada. Andrés se puso frente a ella, tapándole el camino. Adrián y yo nos paramos cada uno a un costado de ella, para que estuviera en medio de nosotros. Ella se quedó mirando directamente el pecho de Andrés, sin levantar la mirada a ninguno de nosotros.

—¿Ahora ya no eres tan valiente, pequeña?— Andrés acercó su rostro al de ella para mirarla a los ojos y puso uno de sus mechones detrás de su oreja, ella no reaccionó.

—¿Quieres tentarnos?— le susurré al oído, pasando una de mis manos por su muslo, hasta llegar a su trasero, dejándola ahí—. ¿Crees que cualquier otro podrías hacerte sentir así?

Ella negó con la cabeza, conteniendo el aliento. Andrés se acercó a ella para besarla, pero no lo hizo en sus labios. Comenzó besando su mentón y de ahí hizo un camino que lo llevó hasta su cuello, donde debía de estar una de las marcas. Los tres queríamos dejar la nuestra en ella.

—¿Ahora quieres quedarte o prefieres irte?— le preguntó juguetón Adrián. Ella soltó un gimoteó en respuesta.

—Dilo, pequeña— le ordenó Andrés.

—Me quedo— susurró.

—Así me gusta— le indicó Andrés separándose de ella, dando por terminado el encuentro,

Adrián y yo dimos un paso atrás.

Cuando los hermanos se ponen intimidantes se me sube la libido, creo que debería de ir a un psicologo a que me haga un chequeo porque no sé si esto es normal.

Cosas del destinoWhere stories live. Discover now