Capítulo 16

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Emily

Por un momento pensé que todo habían sido imaginaciones mías, causadas por el celo, pero todavía podía sentir a los tres lobos cerca mío. Solo que los malditos no estaban tan cerca como quería.

—Vamos a comer— propuso Adrián tranquilamente y se fue caminando a la cocina, cojeando un poco. Al menos no era la única que se encontraba adolorida por no tener contacto.

—Pero...— me quejé. No sabía qué más hacer, no podían encenderme de esa manera y después irse como si nada.

—Nada de peros, no has comido nada en todo el día—me retó Andrés, como si fuera mi culpa.

Me tomó por las caderas, levantándome en el aire para que me colgara de él como un koala. No puse ni un poco de resistencia, mi cuerpo pedía tener todo el contacto posible con cualquiera de ellos, lo necesitaba.

Cuando pasé mis piernas alrededor de su cintura, sentí claramente su erección en mi vientre. De solo pensar que él estaba así por mi, mi temperatura corporal subió dramáticamente. Él soltó un gruñido que provocó que su pecho vibrara.

—Perdón— le dije moviéndome un poco para evitar incomodarlo pero el tamaño solo creció y él soltó otro gruñido.

—Quédate quieta, cariño, eso no está ayudando— me avisó, caminando a la cocina.

—Perdón.

—Si pides perdón una vez más voy a darte con la zurra y no me voy a arrepentir— dijo Alejandro desde adelante nuestro.

Me callé, asustada. ¿Qué es una zurra? No sonaba divertido.

Andrés se sentó conmigo encima en una de las sillas mientras que sus hermanos preparaban la mesa con la comida. Intenté levantarme para ayudar, pero Andrés me tomó por la cintura y me indicó que me quedara ahí con la mirada. No quise negarme a eso, era cómodo estar así.

Me acerqué a su cuello para poder olerlo. Su olor era adictivo, al igual que el de sus hermanos. Andrés era pasto mojado, ese que se siente después de una gran tormenta; Adrián era el olor de las peonías, era fuerte e intenso, pero delicioso; y Alejandro olía a frutillas con chocolates, todo un aperitivo.

—¿Qué haces, cariño?— me preguntó riéndose.

—Hueles bien— le respondí sin separarme de él.

¿Tendriá el mismo sabor si lo lamía? No sonaba como una mala idea, así que lo hice, para probar. Su sabor era perfecto.

—Emily...— gimió y yo me asusté. ¿Lo habré lastimado?

—¿Te lastimé?— le pregunté preocupada.

—Oh, no, no. Pero si no quieres que me exploten las pelotas, sería mejor que te guardes esa lengua— me explicó, moviendo un poco las caderas para acomodarse, por lo que sentí nuevamente su erección.

—Per...— estaba por terminar la palabra cuando una mano colisionó en mi trasero, provocando un pequeño gritito de mi parte.

—Te dije que dejarás de pedir perdón, cariño— me recordó Alejandro. Luego de eso puso un plato lleno de vegetales y spaghettis sobre la mesa, frente a nuestra silla.

—¿Eso es un zurra?— le pregunté confundida entre susurros a Andrés.

—Algo así, pequeña— me respondió, mirándome a los ojos.

Los otros dos hermanos se sentaron en la mesa con platos frente a ellos que tenían carne además de algunos vegetales. Vi a Adrián tomar el plato lleno de vegetales y cambiarlo por el suyo, quise reírme ante aquel robo.

—Bueno, ustedes ya pudieron tener a Emily sobre ustedes, ahora es mi turno— comentó.

Se levantó de su asiento y vino a donde estaba. Me tomó de la cintura y cargo hasta llegar a su silla, en donde me sentó sobre su regazo, dejándome ver a la mesa.

—¿No tengo elección en esto?— pregunté divertida, me reí aún más al ver la cara ofendida de Andrés.

—¿No quieres estar conmigo acaso?— me respondió con un puchero Adrián. Le di un beso en la mejilla y dije:

—Estoy bien acá.

—Perfecto— exclamó sonriendo.

Intentó darme la comida como si fuera una niña pequeña, pero yo me alejé y fruncí el ceño.

—Yo puedo sola— le dije ofendida.

—Pero yo quiero darte— dijo en forma de capricho.

—Pero no lo necesito— me quejé. No quería que me tratarán de invalida solo por ser cómo era.

—Por favor— me pidió haciendo ojitos, quise negarme otra vez, pero él se adelantó—. Juro que más tarde puedo recompensarlo.

Puso su mano libre sobre mi muslo, haciendo que el calor y excitación normales de un celo aumentaran considerablemente. Tramposo.

—Eso no es justo— me defendí. Él solo sonrió y metió la mano entre mis piernas.

—Si te comes todo, te dejo venirte.

Su sonrisa era perversa. Se estaba divirtiendo y podía asegurar que los otros dos también estaban atentos a toda la situación.

—Eso no es justo.

—Para mí, suena justo— dijo Andrés aguantando la risa.

—Traidor.

No dije nada más cuando Adrián siguió con la tarea de alimentarme. No volví a decir nada mientras todos seguíamos comiendo. Adrián no comió nada pero no comenté al respecto, no era como si él fuera capaz de hacerlo mientras me alimentaba.

El cansancio empezó a hacer presencia en mi cuerpo, pero intenté esconderlo de ellos, para no molestarlos. Bostecé en mi codo y me apoyé un poco más sobre el pecho de Adrián, así podía usarlo como colchón.

—Bueno, ya es hora de dormir— dijo Alejandro, levantándose de su asiento.

Se puso frente a nosotros y, sin preguntar, me levantó en brazos al estilo princesa. Dejamos a los otros dos hermanos atrás y nos fuimos por el pasillo a las escaleras. Mis ojos me pesaban un demonio y el sonido del corazón del lobo era muy relajante. Con solo eso, terminé cayendo dormida.

Si hubiera sido por mi nunca hubiera dejado de pedir perdón. Con tal de tener una mano de Alejandro arriba mío me conformo, si es para azotarme un poco, mejor.

Cosas del destinoWhere stories live. Discover now