Capítulo 2

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Emily

El sol saliendo por el Oriente se había vuelto en mi alarma personal. Mi cuerpo sabía con seguridad que en ese momento había que levantarse y comenzar el día. Eso me ha dado el tiempo necesario en las mañanas para poder limpiar la casa, preparar mi almuerzo y bañarme.

Al terminar mi rutina diaria, tome todo lo necesario y me dirigí a mi trabajo en la cafetería de los señores Smith. Ese matrimonio era un cuento hecho realidad, ambos eran osos y se amaban con todo su corazón. Eran la pareja destinada perfecta, nunca perdieron la chispa. Lastimosamente, nunca pudieron tener hijos. Serían los padres perfectos, bueno, con su edad, serían los abuelos perfectos.

Fueron las únicas personas que me hablaron cuando llegué al pueblo. Nadie más se había acercado a hablarme para crear una relación ni yo me había acercado a nadie. La vida me había enseñado que a veces era mejor estar sola.

Era curioso, porque todos parecían creer que los conejos éramos criaturas lujuriosas y muy cariñosas, además de sociales. El estereotipo había sido parte de la sociedad desde siempre. Había manadas en las que los conejos eran discriminados junto a otras especies que consideraban débiles. No era fácil luchar contra eso. Mucho menos lo era vivir tan alejado de tu lado animal. Cuando estaba en mi manada los días en los que me transformaba y cambiaba mi piel a mi pelaje eran muy pocos. Aún habiendo pasado tiempo de ello, cambiar de forma humana a la de un diminuto conejo frente a otras personas me seguía haciendo sentir incómoda.

En mi experiencia, era mejor salir de esos lugares que quedarse a luchar desde dentro. Los inferiores no teníamos las de ganar e incluso entre los de nuestra propia especie había problemas. Recordaba la mirada decepcionada de mis padres o los ojos de mis hermanos al juzgarme.

Vivir en una manada había sido un infierno. Este pueblo era el lugar perfecto para mí, nadie se metía con nadie, no había rumores ni viejas fisgonas. La unidad de las manadas y su predisposición a seguir los instintos de nuestro instinto animal eran muy alabadas por todos. Aquellos que no tienen una manada eran llamados exiliados y viven en ciudades o pueblos organizados de forma democrática.

Al contrario de la creencia popular sobre los exiliados siendo violentos o poco amigables, algunos podían llegar a ser muy buenas personas. La mayoría del tiempo, no se dejan guiar por su parte animal y se mantienen más apegados a su lado humano. Y, en gran parte, eran muy respetuosos. Y encontrarse con todo tipo de personas también es divertido.

Lastimosamente, también hay exiliados que no dejaron sus manadas sino que los echaron de esta. Estos sí suelen ser más violentos debido a que su lado animal se encuentra lleno de ira por lo sucedido. Los depredadores son los más complicados de tratar.

Y, por más que mi trabajo en la cafetería del matrimonio oso era bien pagado y con unos maravillosos jefes, mi compañero dejaba mucho que desear. Es un tigre exiliado, con un comportamiento detestable.

—Hola, conejita— comentó el maldito de Romain. Él y sus malditos apodos.

—Hola, Romain— le contesté sin dejar paso a mis emociones.

Por más que llevara ropa de dos tallas más grandes a la que necesitaba y no me vistiera de ninguna forma provocativa, él insistía en pasar toda su mirada sobre mi cuerpo como si fuera un pedazo de carne. Es desagradable.

Sin prestarle atención o entablar una conversación con él, me mantuve lejos de él y ordené las sillas y mesas del interior y exterior para darle a entender a los clientes que nos encontrábamos abiertos. El inútil de Romain debería de ayudarme con esto, pero él prefería quedarse en la cocina haciendo cosas que desconozco.

El resto del día pasó con tranquilidad. Lo único raro era un pequeño sentimiento en mi pecho, como si me estuviera avisando de que algo iba a suceder. Mi instinto de conejo me indicaba que me escondiera, que volviera a mi madriguera. El miedo se mantenía presente.

La hora de cerrar ya se acercaba. Ya había pasado la mañana, el almuerzo y la mayoría de la tarde. Romain se acercó a mí mientras contaba el dinero que habíamos cobrado durante el día. No era anormal que ambos nos quedáramos el día entero, pero tampoco tan usual. Yo solía hacer horas extras para poder empezar a ahorrar y juntar dinero para mejorar mi madriguera, y él... bueno, no sabía exactamente porqué se quedaba él y tampoco pensaba preguntarle. Era obvio que no planeaba tener ningún tipo de relación con aquel tigre asqueroso.

—¿Qué haces, conejita?— me preguntó con su aliento en mi nunca.

Todo mi cuerpo se negó al contacto, tensándose y dando un paso adelante, alejándome de él. No podía creer que no entendiera lo que el espacio personal significaba.

—Cuento el dinero— le contesté casi tartamudeando, queriendo salir de ahí. Por más que quiera demostrar cierta fachada fuerte y compuesta, la diferencia entre un tigre y un conejo es obvia.

—He notado que no tienes pareja, conejita— me comentó, como si fuera una gran noticia. No quería pareja, ya había visto lo que el amor hacía y no lo quería—. ¿Por qué no contestas, conejita?¿Tienes miedo?

Su mano se posó sobre mi cadera y me dieron nauseas. Me alejé lo más que pude de él, pero su única respuesta fue acercarse aún más. Logré alejarme de su agarre con una agilidad que no conocía. Él era grande, un tigre en todo su esplendor. Sus ojos gatunos te observaban y analizaban cada movimiento que hicieras, era aterrador.

—Creo... creo que debería irme— dije en un susurro, solo quería huir. "Siempre huyendo de todos tus problemas, eres una cobarde", me dijo mi conciencia—. ¿Puedes cerrar por mí?

—Claro, conejita. Pero me debes un favor— sin importarme aquel favor, salí del local con total rapidez.

"Debe haber sido tu culpa, no deberías haberlo provocado", me reprochó mi conciencia. "Pero yo no he hecho nada", pensé a la defensiva. "Seguro que sí."

Emily me da un poco de pena. Aunque debo admitir que baso bastante de su personalidad en la mía propia, pero siempre me pone triste tener que ver cómo la propia mente de uno puede ser tan dolorosa a veces.

Cosas del destinoWhere stories live. Discover now