Capítulo 6

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Alejandro

—Se ha dormido— les dije a mis hermanos.

Ambos se quedaron pensando un momento. Está situación era demasiado para cualquiera. Ninguno esperaba que esto sucediera. Mis padres me habían contado de que esto podía pasar, que no podía ser coincidencia que fuéramos tan unidos, pero no les había creído. Ahora lo hacía.

—Una sola pareja para los tres— comentó Adrián confundido.

—Una conejo para tres lobos— acotó Andrés.

—Todos sabemos contar— les dije irónico—. Somos tres, ella es una. Ahora solo hay que entenderlo y descifrar la situación para hacerle la vida más fácil a todos.

—Eso solo te haría la vida más fácil a ti— me acusó Adrián.

—De todas formas tenemos que hablar del tema— se interpusó Andrés.

—Esto va a ser raro— dijo Adrián.

Me quedé pensando unos segundos en qué debía decir. ¿Mentía? ¿Decía la verdad? ¿Mi opinión?

—No sería tan raro— le respondí más tranquilo, sentándome en el suelo con la espalda contra la puerta de la habitación de la dulce conejita—. Ya estamos acostumbrados a vivir juntos, convivir los tres, solo hay que añadirla a ella en la jugada.

—¿No habrá celos?— preguntó Andrés frunciendo el ceño. No sabría si era solo para confirmar lo que él ya sabía o si la pregunta era seria.

—¿Alguno está encontrando algún problema ahora con compartirla?— ambos negaron la cabeza sin necesidad de pensarlo tanto. Los tres estábamos tranquilos con esa parte del trato—. Entonces no debería haber problemas graves a futuro.

—De acuerdo. ¿Y ella?— Andrés parecía pensar la situación desde un punto de vista racional. Estaba orgulloso de eso, así sacaríamos las dudas que Adrián tuviera también.

—No lo sé, porque estoy en la misma que ustedes; no la conozco— le respondí honesto—. Pero supongo que de la misma forma que nosotros no tenemos inconvenientes con el tema, ella no debería tenerlos.

—¿Y por qué reaccionó así?— la confusión y dolor en la voz de Adrián era palpable.

—No lo sé, pero ella ni siquiera se ha tomado el tiempo de vernos u olernos bien. Así que no creo que el problema aquí seamos nosotros en específico. Algo nos estamos perdiendo en todo esto.

—¿Habrá almorzado?— se preguntó Adrián, caminando como en su casa por el lugar.

Este era el tipo de cosas que él a veces hacía y no me molestaba realmente. Aunque detestaba no tener el control de las cosas al cien por ciento, a Adrián lo soporto, pero, a veces, era divertido molestarlo.

—¿Estás seguro que el problema no somos nosotros?— la mirada de Andrés era interrogante y exigente, no iba a aceptar una mentira.

—Ni siquiera nos ha visto antes de salir corriendo, no creo que supiera que éramos tres hasta después de ya empezada la carrera, esto es algo más. Estoy seguro— le dije toda la verdad, no pensaba ocultarle cosas de su pareja, no me gustaría que él me lo hiciera a mí.

—¡Alejandro!— sonó el grito de Adrián, sobresaltándome.

Refunfuño al pararme y vi a Andrés frustrado antes de caminar por la pequeña casa, en busca del inútil número uno. Observé el pasillo enternecido por los pequeños cuadros que adornaban las paredes. La casa solo tenía un baño, la habitación principal y una cocina. Mi pareja se merecía mucho más que esto.

—¿Qué sucede?— dije al entrar a la cocina en la que mi hermano estaba removiendo estantes y abriendo la heladera como si fuera suya.

—No tiene nada nutritivo que comer. Hay arroz y una que otra verdura— me explicó, sacando por completo su cabeza del armario.

—Los conejos no comen carne— le expliqué.

—Sigue sin haber mucho, hay que ir de compras— me dijo serio. Es raro ver a Adrián de esta manera.

—Está bien, hermano, ve tú con Andrés, así no me tienen molesto atrás de ustedes. Intenten comprar cosas sanas, nutritivas y que piensen pueda comer una conejo— le avisé tranquilamente, no me había ofrecido a ir porque sabía que lo más probable era que me pusiera molesto con los números de las cosas que quisieran comprar o puede que hasta con la cantidad de paquetes según cómo se dividirían por color.

Tengo preferencias muy exactas para esas cosas; tres rojas, una amarilla, dos azules y siete verdes. Esas eran cosas obligatorias que había que comprar. Si la suma de toda la compra terminaba en par, había que agregar hasta que fuera impar. Mentalmente calculaba todos los precios de cada uno de los productos. Era agotador para mí y para el resto.

—¡Andrés!— gritó nuevamente el inútil.

—Deja de gritar que la pequeña duerme— le ordené enojado por la idea de que se despertará con eso y volviera a tenernos miedo.

Creo que tener de pareja a tres grandes hombres lobo sería algo divertido. Me encantaría poder tener a Alejandro, Adrián y Andrés conmigo. Se podrían ocupar de mis comidas y todo. Cocinar me da tanta pereza.

Cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora