Capítulo 27

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Adrián

De solo escuchar los gemidos del piso de abajo me encontraba duro. Quería sentir a Emily de la misma forma que mis hermanos. Quería poder correrme sobre ella, dentro de ella, con ella. Quería poder sentir su orgasmo, sentir su placer, escuchar sus gemidos por mí.

Para poder escapar de esos pensamientos que no parecían estar sucediendo en ningún momento cercano para mí. No quería pensar en el hecho de que era probable que Emily sintiera que no era lo que ella deseaba en una pareja. Mucha gente me había dicho anteriormente que no iba a encontrar a alguien que me amará.

Recordaba con todos los detalles la vez que una maestra me había dicho que nadie iba a querer estar conmigo porque era demasiado estúpido. Y yo no quería forzar a Emily a querer estar conmigo.

Mi maestra había dicho que no sería capaz de concentrarme lo suficiente en mi vida como para tener una conversación normal. Mis notas no eran las mejores, los maestros me odiaban porque no podía mantenerme en el mundo real ni un minuto del día. Prestar atención en clase era un infierno para mí.

Pintar y sacar fotografías era el único momento en el que podía estar completamente concentrado sobre algo. A veces me perdía en mis propios pensamientos y me era muy complicado prestar atención a otra cosa.

Comúnmente me gustaba pintar paisajes, lugares con gente que no conocía, en momentos que nadie veía. Sin embargo, estaba muy concentrado en una persona específica en ese momento.

Por más que quería concentrarme en pintar los árboles en nuestro jardín en los que caía la luz del Sol, no podía. Seguía intentando poner los colores correctos en los arboles, poner el amarillo, el verde, marrón. Pero los gemidos que sonaban por la casa y rebotaban en mis oídos eran demasiado interesantes.

Una imagen estaba clara en mi mente y lo único que quería hacer era pintarla. Quería poner en el lienzo todo lo que mi mente estaba pensando.

Así que eso hice. Me puse en manos de la obra para crear a la única mujer que iba a ser mi musa de ahora en adelante. Aunque las palabras no eran lo mío y no era específicamente el hermano más comunicativo en cuanto a sentimientos, siempre había tenido el arte de mi lado.

Desde niño que había usado el arte como una forma de mostrarle al mundo lo que sentía. A mis padres les costaba lidiar conmigo por mi falta de control. Era muy hiperactivo, no podía mantenerme quieto o escuchando a las personas cuando me hablaban. Ellos debían concentrarse en la agresividad de Alejandro y los problemas que él tenía para relacionarse con las personas mientras debían esforzarse en enseñarme a relajarme y comportarme con más normalidad. Andrés era el único hermano que se podía comportar como la gente quería que hiciera.

A veces me daba miedo que por culpa de Alejandro y mía que él se sintiera dejado de lado por la familia. Nuestros padres se habían esforzado por darnos a todos atención de la misma manera, se esforzaban en tratarnos con igualdad a los tres. Sin embargo, era obvio que las reuniones de la escuela eran más para mí y para Alejandro, además que eran necesarias muchas más charlas sobre comportamiento para nosotros dos. A veces me daba algo de envidia saber que mucha gente podía vivir siendo como era sin tener que estar cambiando para poder encajar.

Siempre me había esforzado en tratar de no demostrar mis pensamientos reales, me esmeraba para no mostrar que no estaba escuchando lo que decía o que me había aburrido de lo que hablaban en el momento que había comenzado hablar.

Pero el pincel me entendía. A las pinturas no les importaba si estaba prestando atención o si podía mantenerme presente todo el tiempo. Podía estar pintando un rato, irme a otro lugar, pintar diferentes cosas en un solo cuadro o en varios. Tenía muchos dibujos sin terminar que podía continuar en cualquier momento.

No me gustaba pintar algo si no lo sentía, pintaba lo que pensaba y sentía en el momento.

Por eso estaba haciendo los trazos claros de unos bellos pechos en los que no podía dejar de pensar. La imagen de Emily desnuda estaba frente a mí y no podía mentir al respecto: estaba duro. Eso y el recuerdo de los gemidos del piso inferior me mantenían tenso y excitado. Estaba intentando contener ese sentimiento de necesidad que estaba en mi pecho y en mi polla.

Debía repetirme que no quería obligarla a nada que ella no quisiera. No porque compartiéramos un lazo natural que nadie había podido explicar en toda la historia. Nadie sabía cómo existían las parejas destinadas, era algo que salía de nuestro entendimiento porque era algo que sonaba irracional. Una persona creada para estar contigo y ser creado para estar con una persona.

Pero el solo pensar en Emily hacía que me sintiera correcto en mi piel, hacía que mi corazón se acelerara y hubiera mariposas en mi estómago. Y me ardía el alma de saber que lo más probable era que ella no fuera capaz de amarme de esa misma forma, pero iba a aceptarlo. Todo lo que ella pudiera darme era suficiente para mí.

—¿Esa soy yo?— la voz a mi espalda me dejó completamente alerta. No se suponía que ella lo viera.

Lo que más me sorprendió fue el voltearme y ver la misma imagen que tenía pintada frente a mí.

Los puntos de vista de Adrián me encantan, es una ternura de pibe. Darse cuenta que a alguien tan dulce le pueden tratar igual de feo que a cualquiera me rompe el alma.

Cosas del destinoWhere stories live. Discover now