Capítulo 22

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Alejandro

—¿Quiénes son?— preguntó enojado Adrián al escuchar los gritos de nuestra pequeña, discutiendo con otras personas en su casa.

—No lo sabemos— le respondí molesto por la pregunta, no era como si supiéramos algo que él no.

Sin pensar en tocar la puerta o esperar a que las personas en la casa se fueran, entré a la pequeña casa de Emily. Nadie tenía derecho de poner así a mi pequeña, de solo pensar que alguien estaba molestándola me daban ganas de romper huesos.

—¡Yo no quiero eso! — gritó desesperada la pequeña conejita a un hombre lobo y una mujer conejo que estaban separados de ella por el sofá.

—No es tu elección— le dijo el hombre con ira y desprecio.

—Emily, cariño— la llamé de la entrada.

Levantó la mirada para poder verme a los ojos y no pude saber qué sentía, pero era claro que no estaba feliz con lo que estaba pasando.

—¿Por él no quieres estar con Emiliano? Emiliano es mucho más apuesto— le dijo la mujer con su mirada juiciosa en mi.

—No quiero a Emiliano, madre, no tiene que haber razones para eso— le respondió frunciendo el ceño, enojada. Esto era raro.

—Siempre hemos sabido que eras una puta— le acusó el que supuse era el padre levantando su dedo para señalarle. Ella solo se movió para atrás, chocando con la pared. El hombre dio un paso adelante, olvidándose del sofá que los separaba—. ¡Le debes a esta familia todo lo que tienes, pequeña ingrata! Te pedimos una sola cosa: deja de ser una puta y quédate con Emiliano. Él está esperándote en el pueblo, nos iremos todos a la manada en unas horas, no te hemos estado buscando por tanto tiempo como para que nos decepciones así.

Ella bajó la cabeza, mirando a sus puños con ira retenida. Quise intervenir, ayudarla, pero Andrés me tomó del hombro y negó con la cabeza. Me hizo una pequeña seña para que esperara.

—¡¿Qué te debo, padre?!— le preguntó irónica, levantando su cabeza con una mirada que nunca pensé una cosa tan dulce y tierna como ella podría hacer, parecía capaz de asesinar—. ¿Esta casa? ¿La casa que gané con mi propio trabajo en el único lugar que me han tratado con respeto? ¿O te debo la comida que yo misma he comprado? ¡Dime!— levantó los brazos esperando una respuesta pero la ira de su padre no estaba siendo verbal, solo la demostraba con sus ojos—. A mí me parece, que lo único que te debo son todos los golpes que los niños en la escuela me daban, ¿o me vas a decir que pensabas que todos esos morados aparecían solos? Quizás me debas todas las veces que me dejaban de lado por ser diferente al resto. O las veces que mis propios hermanos no querían jugar conmigo porque les habías dicho que no servía para nada. ¡¿Qué tal aquella vez en la que me golpeaste porque uno de tus amigos te contó el rumor de que era una puta?! ¡Ni siquiera me pediste disculpas!

El silencio siguió en la sala del comedor. No había forma que ese hombre tuviera algo que responderle a nuestra pequeña, ningún padre debería ser así con sus hijos.

—No te mereces el nombre de padre— le escupió la pequeña y él levantó la mano, queriendo llegar a golpearla a través del sillón.

Sorpresa la suya cuando los tres nos interpusimos. Adrián fue directo a abrazar a Emily, que parecía a punto de derrumbarse en lágrimas, mientras que Andrés y yo nos pusimos frente a él, gruñendo y tirándolo para atrás.

—No la toques— le gruñí con ira.

Mis ojos debían de estar brillando y no creía poder controlarme de matarlo si esto comenzaba. Por primera vez en mi vida tenía miedo de estar en una pelea y herir a una persona porque sabía que era alguien cercano a mi pequeña y por más que lo odiará que la tratará como lo hacía, era su padre.

—Veo que no te bastaba con uno solo, querías tres— comentó la madre irónica y le gruñí en respuesta, sin poder creer que una madre tratará así a su propia hija.

—Nos vamos— avisó Adrián y Andrés se dio la vuelta para comprobar que estaba llevando a la pequeña Emily con él.

Los segundos seguían pasando, pero yo no podía moverme, solo quería acercarme a ese hombre y darle la paliza de su vida, todos debían saber que nadie se metía con nuestra pareja.

—Ale— una dulce y melodiosa voz me llamó desde la puerta de la casa.

Giré mi rostro y me rompió mi corazón al ver los ojos llorosos de Emily, que me miraba esperando a que fuera con ellos y no pude contenerme para ir con ella. Sus padres podían hacer lo que quisieran, mi prioridad era ella.

La familia de Emily me cae mal. Desde experiencia personal, ser la oveja negra de la familia no es muy divertido. Pero no me puedo imaginar lo que debe ser tener que bancarse que encima tus padres te odien por eso. Si algunx está pasando/paso por algo así, lamento mucho que te tocara encontrarte con gente así en el mundo, te mereces mucho más y en algun momento seguro que te encuetras con tres hermanos ardientes dispuestos a dar la vida por ti, sino preguntale a Emily. Ella sabe de lo que hablo.

Cosas del destinoWhere stories live. Discover now