Prólogo.

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—Ojalá aproveches está oportunidad y no hagas ninguna idiotez, ya no quiero perder más dinero en ti, eres una inversion a lo estúpido.

—Papá...

—No me llames así, dejaste de ser mi hijo cuando decidiste que era más productivo meterte mierda por la nariz, en lugar de estudiar para el examen de admisión a la Universidad el año pasado— sentenció DongHae.

—Por favor ya déjalo en paz, hoy es su último día en esta casa y tú solo, ¿lo estás regañando otra vez?— SoonKyu bufó, irritada.

La mujer comprendía el nivel de frustración que su esposo debía tener, el enojo y la decepción que desde hacía cinco años, estaban muy presentes en su sistema, porque eran las mismas cosas con las que ella se veía obligada a lidiar, todos los días.

—Pero cariño...

—No. Ya no más Hae— ordenó la dama. SoonKyu no le veía ningún fin pro-activo el recordarle a su hijo sus errores y la gran decepción que era para ellos en ese preciso momento.

No era como si dicha estrategia funcionara con el chico, eso era algo bastante evidente, después de su tercera recaída.

DongHae suspiró, tragándose la molestia infinita que no lograba sacarse de encima cada vez que le veía el rostro a su único hijo desde que este había vuelto del Centro de Rehabilitación, de nuevo, hacía ya tres meses atrás.

—Escúchame bien, a la primera falla, la primera queja de tu rector o de cualquier profesor... Daré de baja tu matrícula y no dejaré que vuelvas a esta casa, nunca— añadió antes de dejar a su hijo sólo y pasar de largo a su esposa.

El menor tragó en seco y apretó ambos puños con fuerza, hasta que sus dedos se volvieron blancos por la presión impuesta con tal de no maldecir al hombre que tenía por padre.

Había echado todo a perder, su futuro, su familia, sus amigos, lo sabía y no tenían que repetírselo a cada instante de su vida. Suficiente tenía con su cargo de conciencia y esa pequeña voz dentro de su cabeza que le repetía lo inútil y estúpido que era.

—¿Ya estás listo?— le cuestionó SoonKyu, como si su padre no le hubiese estado gritando por horas, amenazándole una y otra vez con el mismo tema, unos segundos atrás.

TaeMin desvío la mirada de los muros ya vacíos y la enfocó en la mujer de cabello castaño que estaba de pie, debajo del umbral de la que había sido su habitación por veintidós largos años y testigo de los peores momentos de su vida. De su infancia llena de reglas y normas sin sentido, de su adolescencia marcada por una serie de sucesos personales que lo habían hecho ser, quien era en la actualidad.

Se arrepentía de sus decisiones imprudentes, de verdad que sí y aunque quería cambiar, superar la mancha, parecía que su padre jamás le dejaría olvidar lo que había hecho y su madre. La mujer nunca le había gritado hasta el momento a pesar de haber sido ella, la que le encontrará en aquel estado tan deplorable unos meses atrás, otra vez.

Y no sabía que era peor, tener que soportar los gritos de su padre, sus regaños y su mirada llena de molestia pura o la aparente indiferencia de su madre, quien ya había perdido todo interés en él y pasado a fingir que se preocupaba. Como toda madre debía hacer, pero que realmente le daba igual lo que le pasaba.

—Sí— respondió con evidente irritación en la voz y el ceño ligeramente fruncido.

—¿Has empacado absolutamente todo?

Nuevamente TaeMin recorrió la habitación con la mirada rápidamente, escaneando cada rincón de está. Los estantes y el armario estaban vacíos, sus posters y adornos estaban dentro de una caja a la espera de ser desechados, junto con dos bolsas llenas de cosas, que ya no iba a necesitar nunca.

Stay With Me [JongTae] Where stories live. Discover now