Capítulo 1

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12 de mayo del año 2498


Aquel día hacía calor.

Los resultados más altos habían sido anunciados. Y, uno o dos minutos después de haberse enterado de que su puntuación había sido la más alta en todo el país, tres hombres llegaron a sus casas y los alejaron de todo lo que amaban sin previo aviso.

No recordaban cómo había sucedido

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No recordaban cómo había sucedido. Un segundo estaban en su hogar y al otro encadenados los cuatro juntos, mientras un hombre frente a ellos les daba un discurso. Los habían drogado, como si fueran ratas de laboratorio.

El lugar era blanco, casi en su totalidad, estaba bien iluminado y limpio, y no había ni una sola ventana. No era de gran tamaño, pero era suficiente para lo que harían allí.
La voz del hombre resonaba en sus oídos, la mayoría evitaba prestarle atención. Tenían miedo de lo que podían hacerles, y temían que si lo escuchaban lo suficiente, se estarían sometiendo a un inevitable lavaje de cerebro. Él llevaba un traje negro y bastón, elegante, antiguo, pero no era ninguno de los cuatro presidentes; era el vicepresidente ruso, Jasha Potsnikova. Junto a él, dos jóvenes con trajes de laboratorio los observaban, y en sus miradas se podía ver la adrenalina.

Los cuatro niños eran diferentes entre sí. La primera a la derecha era Zhi, la representante de China. Su cabello y su flequillo disparejos estaban más despeinados de lo normal, su piel más pálida y su mirada más potente. Estaba enojada, sabía que no estaba a salvo.

A su izquierda había otra niña: Darya. Su cabello pelirrojo estaba alborotado, y en sus mejillas se divisaban lágrimas secas; su cuerpo era pequeño y delgado, parecía débil, sus ojos grises se notaban temerosos. Pero las apariencias engañan, dicen. Las muñecas rusas tienen muchas caras.

Más allá estaba un niño asiático, japonés. El rostro de Zhào se mantenía casi completamente cubierto por su cabello negro y lacio. Su mandíbula se tensaba más con cada palabra que el hombre de traje decía, lo que dejaba en evidencia que si no hubiera estado encadenado, la realidad de Potsnikova habría sido otra.

Al lado del japonés, otro chico luchaba contra los efectos de la droga, era el de mayor puntaje de Estados Unidos. Dominique tenía la mirada perdida, sus ojos de color chocolate no enfocaban, y sus oídos no escuchaban nada claro. Su piel trigueña estaba lastimada, se había defendido con más agresividad que el resto, y por eso habían tenido que drogarlo casi el doble.

El hombre finalmente se calló y se retiró con una tenebrosa sonrisa de oreja a oreja, dejando al descubierto sus amarillentos dientes afilados. Entonces Zhi alzó su mirada hacia los dos con guardapolvos blancos, los miró de la forma más feroz que pudo. Uno era chico, de cabello rizado y alborotado, con rasgos asiáticos pero también americanos: Tom. La otra era chica, con melena rubia y grandes ojos marrones, notablemente norteamericana: Shira.

La Máquina de los Sueños - 1 Duología 5VisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora