Capítulo 4

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Zhào tenía dolores en todo su cuerpo

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Zhào tenía dolores en todo su cuerpo. No le hizo falta preguntar, era obvio que estaba en una sala de hospital, aunque sabía que no era un hospital legal. Tampoco necesitaba que le recordaran lo que había pasado, él no habría podido olvidar esa parte. Sin embargo, había olvidado la razón por la que aquella tortura inició. No podía decir que había una nube en ese recuerdo, porque directamente no tenía recuerdo. En su memoria únicamente estaban el discurso de Jasha Potsnikova, los niños en el laboratorio, la aguja clavándose en su nuca, la casa embrujada y el inicio de la tortura. A penas recordaba su nombre y edad, y, por supuesto, que no pertenecía a aquel lugar.

La habitación en la que se encontraba se parecía al laboratorio en el que había estado con los demás, pero ahí estaba solo. En la pared frente a la cama estaban un reloj y un calendario, formados por un proyector en algún lugar. Eran las tres de la tarde del séptimo día de agosto.
Intentó levantarse con apuro, pero su cabeza dolía y sus piernas flaqueaban. Habían pasado más de tres meses desde que lo habían metido al Corral. No estaba al tanto de nada de lo que había estado sucediéndole, mucho menos de cómo estaban las cosas en la Alianza, y muchísimo menos de lo que pasaba en el exterior.

—¡Oh, no se apresure, señor Zhào! —exclamó la voz de un anciano al que no podía ver.

No le sorprendió escuchar una voz venir de la nada, sabía que la gente de 5Vision estaba obsesionada con usar todo lo que, hasta entonces, se consideraba ficcional, incluso era posible que hubieran implantado esa voz en su cerebro, a juzgar por lo mucho que le dolía el cráneo.

—¿Cómo quieres que reaccione? Ya es agosto y sigo aquí —refunfuñó sentándose en la cama mientras acomodaba su cabello sobre los ojos, solo así podía ver bien.

—¡No se estrese, Zhào! Agradezca que sigue con vida y no ha tenido que completar las tareas que sus compañeros sí.

—Quiero salir de aquí —declaró Zhào con su característico tono frío.

La puerta de acero, iluminada con destellos azules, se abrió. El viejo médico entró. Zhào no observaba el físico de las personas, solo sus acciones, por eso lo único que notó fue su cabeza calva y su baja estatura. Pero el viejo tenía un claro rostro japonés y unas placas de metal luminosas en las palmas de sus manos.

—¿A qué se refiere exactamente con “aquí”? —cuestionó acercándose—. Es que, señor Zhào, yo puedo ayudarlo a salir de este edificio, pero claro que eso solo lo haría si usted quisiera.

En su rostro había una sonrisa cálida y sus manos estaban entrelazadas entre sí. Zhào lo analizó de pies a cabeza. No confiaba en él. Sus ojos negros desbordaban sinceridad, pero él no creía que los ojos fueran las ventanas del alma.

—¿Cómo te llamas? —preguntó el chico, con fría desconfianza.

La sonrisa del doctor se deshizo lentamente. Sus manos y sus ojos se mantuvieron iguales. Era un viejo que se mantenía vivo por una innumerable cantidad de mejoras robóticas en su cuerpo, pero seguía siendo humano y recordaba muy bien sus tiempos de juventud, cuando era un niño malhumorado.

La Máquina de los Sueños - 1 Duología 5VisionWhere stories live. Discover now