Capítulo Extra

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El joven Nōburu meditaba en la espera de lo que otros habrían considerado como lo peor

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El joven Nōburu meditaba en la espera de lo que otros habrían considerado como lo peor. El cielo caería, y lo único que quedaría sería llanto y crujir de dientes. Él sería asesinado antes de que eso sucediera, pero no dejaba de clamar por los que tendrían que padecer aquel infierno.

Había traicionado a su familia, se había opuesto a sus ideas, había escondido a los condenados y expuesto a los tiranos. No sería perdonado, no pediría perdón. Confiaba en que había hecho lo correcto, y su consciencia estaba tranquila. Algunos lo llamarían monstruo, pero de muchos sería la bestia favorita.

De rodillas daba la espalda a su padre, que ya había desenvainado su espada para darle un corte de muerte en la nuca. El aire estaba pesado, tenso, mientras todos observaban atentamente la escena. En aquel palacio daría su último suspiro, al igual que había dado el primero.

El gran Nōburu alzó sus brazos con la katana entre sus dedos, y mientras el horizonte parecía caerse a pedazos, Chambers cerró los ojos. El tiempo se detuvo, el aire había dejado de correr hacía varios minutos, y junto con en el último movimiento del padre, todo empezó a temblar.

El estallido de la bomba había hecho volar casi todo el edificio, dejando a herido y sordo al joven, y muerto al viejo. Una vida por otra, un viejo por un joven. La historia se repetiría más tarde, pero Barin aún no sabía que él estaría ahí, tampoco sabía que sería el que debería dejar de estar.

—¡Vidente! ¿Me oyes? ¿Puedes oírme? —La voz de Fudo se oía lejana y encerrada, pero se oía, Chambers lo oía—. Te sacaremos de aquí, estarás bien.

Sus miradas se cruzaron, y en ese momento parecían estar en la misma sintonía, ambos buscaban lo mismo con desesperación: un cambio, una revolución. Más tarde entenderían que sus ideas no podían convivir entre ellas. Pero en ese momento, el brillo de sus ojos se entrelazó, y una nueva amistad pareció surgir de entre los escombros.

Salieron del palacio destruido como pudieron, intentando escapar del destino, intentando huir de la verdad, ocultándose de lo evidente.

El vehículo comenzó a andar, y todo pareció terminar.

—Ya estás conmigo —declaró Abe mientras limpiaba las heridas de Barin—. Tú y yo cambiaremos el mundo.

—El mundo nos cambiará a ti y a mí —murmuró el Nōburu entre ahogadas respiraciones y severas alucinaciones causadas por el medicamento que se le había proporcionado—. No hay escapatoria.

 No hay escapatoria

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La Máquina de los Sueños - 1 Duología 5VisionWhere stories live. Discover now