Segunda Parte: Capítulo 5

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El mar era malvado. No importaba quién lo viera; todo siempre se convertía en un hecho atroz, tarde o temprano. Daba igual la manera en la que los científicos pudieran interpretarlo, de todos modos las disputas ya se habían formado entre ellos, divisiones que la Alianza se esforzaba por ocultar con la esperanza de que quedaran olvidadas. Pero nada de lo que hicieran sería suficiente, el futuro ya se había visto a través de los ojos de los videntes. Estaba cerca, y el peligro era creciente.

Su nombre era Sea, que significa mar

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Su nombre era Sea, que significa mar. Nadie había en el mundo que estuviera más en sintonía con la gran masa azul que cubría la Tierra. Era sereno y puro, danzante y cautivador cuando el sol lo iluminaba. Era cruel y tempestuoso, misterioso y oscuro cuando la tormenta se acercaba. Dejaba que lo investigaran, pero jamás que descubrieran sus secretos. Atraía a los curiosos y los llenaba de él, regocijándose en la atención que recibía. Amable con quienes lo respetaban, traicionero con aquellos que lo amenazaban. Comprenderlo era imposible, y lo único que quedaba era dejarse llevar por su belleza inmensurable, insondable y nebulosa.

Ella era Luba, que se traduce como amor. Su corazón era fuerte, valiente y bondadoso. Era brillante, atractiva y fugaz como una estrella. En ella residían la calma y el entendimiento de lo hermético. Poseía la gracia de un cisne y la ira de un león, la sensibilidad del bosque y la sabiduría de las montañas. Pero si de mar hablamos, entonces ella era las olas; potentes, decididas, majestuosas y dueñas de su perfecta existencia, llevando consigo toda la belleza, cargando con los rayos del sol y con las luces de la tempestad. Y no importaba qué tan feroz pudiera ser, el significado de su nombre no cesaba jamás. La manera más sencilla de describirla era nombrarla.

Asa: la mañana. Quedaba claro en cuanto lo veías. Caminaba con pasos firmes, pero agraciados; hablaba con voz potente y encantadora; sonreía con un egocentrismo atrayente. Sabía quién era, lo que valía, y se encargaba de que todos pudieran notarlo. Tenía control sobre cada uno, de tal manera que nadie jamás habría podido notar la cantidad de temores que ocultaba bajo su mirada centellante. El mar era uno de esos miedos, porque era grande y poderoso, y, al igual que él, insensible y despiadado.

—¿Y tú quién eres? —preguntó de forma amenazante la pelirroja, mirando a la niña de uniforme negro.

Eran más pasillos, más de lo mismo, con la diferencia de que ahí no había guardias de los cuales escapar, y no había ni rastro del acero que cubría el resto del edificio; ahí las paredes y el suelo eran de piedra, y el moho comenzaba a apoderarse de ella. Además, la única luz era la de las manos de Zhi, que se esforzaba por mantenerlas a la altura de su pecho para que todos pudieran ver. Más tarde se encontrarían con una gran cantidad de escaleras, que llevaban a superficies más altas o más bajas que las del laboratorio que estaba fuera de los pasadizos.

—641. Vidente —respondió Zhào, después de notar que era el único relajado en ese momento.

La última era Calista, que al pronunciar su nombre la halagas, porque estás diciendo que es la más bella, eso significa. Era hermosa, ciertamente, pero no era por eso que se destacaba; ella era salvaje como el viento, y lo dominaba todo a su paso. Era fuerte, brusca, libre. Podía ser una leve brisa o un huracán incontrolable, no importaba; lo cierto es que nadie podía escapar de ninguna de sus formas, que abrazaban y hechizaban a cualquiera. Y, como el viento, también tenía familiaridad con el mar; no pertenecía a él, ni él a ella, pero danzaban juntos, creando espectáculos absorbentes de toda la atención. Ella podía verse reflejada en las aguas turbias, pero prefería ser mucho más que un reflejo; iba por su cuenta, porque tenía su propio poder, un poder que no comprendía aún, pero que usaba sin pesar.

—Estaba escrito en su camilla. La vi —se excusó el japonés, porque el aire seguía cargado de tensión y ahora todas las miradas se posaban en él.

—Mi nombre no es ese. Me llamo Ista, y ahora ustedes me van a decir quiénes son y qué hago aquí —La voz de Calista era temperamental y cautivante, pero no lograba ocultar el temblor de sus labios en su marcado acento ruso.

—Tú eres la que nos siguió y se metió aquí sin permiso. No vengas a intentar dar miedo con tu vocecita temblorosa, porque no vas a logr-

—¡Basta! —ordenó Zhi, sin gritar, pero con autoridad, interrumpiendo a Darya—. Íbamos a buscarla de todos modos. —Mirando a Ista agregó—: Te lo explicaremos si tú nos explicas cómo llegaste a nosotros.

Así fue. Cada uno dio sus explicaciones. Ista se horrorizaba con lo que los prodigios decían y viceversa. Resultó ser que la vidente había acudido en busca de ayuda al primer indicio de actividad humana que encontró, que, por casualidad o destino, había sido el ruido ensordecedor que había emitido el pasadizo.

—¿Cómo descifraste el código? —le preguntó Dominique a Zhào, con un tono que se mezclaba entre curioso y despreocupado, mientras caminaban por los nuevos pasillos.

El japonés tardó unos segundos en responder,  en parte porque la explicación llevaría más palabras de las que estaba dispuesto a pronunciar, y en parte porque le gustaba mantenerse reservado.

—Soy prodigio —dijo finalmente.

Dominique sonrió y articuló una risa que no sonó. Le gustaba el aire misterioso que emanaba su compañero, además de que sabía que presionando no lograría nada. Ya descubriría cómo lo había hecho más tarde.

—Entonces… ¿el plan es que no hay plan? —cuestionó Ista, para confirmar lo que acababa de oír por Zhi.

—Es más sencillo así. 5Vision nos estudió durante mes-

—Llegamos —anunció Zhào, interrumpiendo a su compañera—. ¿Listos?

 ¿Listos?

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La Máquina de los Sueños - 1 Duología 5VisionWhere stories live. Discover now