Capítulo 30: El espía

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Aaron de Keergard, el ser de naturaleza aún incierta, se había mantenido alejado de su "princesa" Astrid, por respeto a ella

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Aaron de Keergard, el ser de naturaleza aún incierta, se había mantenido alejado de su "princesa" Astrid, por respeto a ella.

Entendió, a la mala, que el pasado no se revelaba de forma invasiva a una persona, pues lo único que obtuvo, fue el rechazo rotundo de la mujer en cuestión, y desde luego una rabieta propia contra sí mismo que duró más de dos días.

Se apartó, entonces, para darle tiempo a ella, pero sobre todo, dárse el tiempo a sí mismo de pensar detenidamente en cómo reformular su propuesta de forma que la mujer, primero, lo perdorana por casi secuestrarla, y segundo, entendiera la importancia de su papel para Keergard.

Se mantuvo apartado de su labor de rastreo, sin embargo, no se fue del norte del continente.

Se mantuvo cerca de las tierras de Cintra, en Sodden, donde vivó de trabajar como curandero mágico, completamente clandestino (aunque efectivo), aunque claro... solo cuando había luz del sol.

Atendiendo personas hechizadas (o engañando a los más crédulos), dejó que su nuevo título pululeara de boca en boca, igual que una fuente secreta para el gobierno, pero real entre las personas comúnes.

Lo llamaban "El Gran Curandero de No Where" simple, ligeramente ostentoso, pero sin exagerar. Aunque a Aaron no le gustaba, los humanos parecían disfrutar de esparcir cuentos entre ellos, verdaderos o no, nadie era mejor en eso que los humanos.

El hombre de peinado hacia atrás y barba candado, estaba moliendo hierbas en un mortero, sentado, tranquilo frente a una mesa llena de objetos como recipientes para posiones, flores y hojas de distintas especies, separadas por papel que las envolvía y más frascos con polvos de distintos colores.

Virtió el resultado en una esfera de cristal que contenía un líquido transparente y la selló con corcho.

Seguidamente se puso de pie con dirección a las cortinas y encontró los finos rayos del sol colándose entre ellas.
Así que llevó el frasco hacia la luz, bañándolo en el resplandor solar y de inmediato, el contenido comenzó a revolverse hasta tornarse azul.

Fue cuando la puerta de su tienda se abrió, interrumpiendo su concentración con el rechinar de la madera.
Aaron bajó el frasco y lo colocó sobre su mesa de trabajo antes de girarse hacia su posible cliente.

Éste era un hombre alto y delgado, con una armadura totalmente oscura y ligera.
Aaron creyó que estaba en problemas, y que el gobierno se había enterado de su "negocio" ilegal.
Sin embargo frunció el ceño al mirar fijamente que los escudos de aquella armadura, no eran el de un león, si no el de un sol dorado.

Aaron rodó los ojos, sabiendo inmediatamente de dónde venía aquel extrangero.

-No es usual que un soldado nilfgaardiano se pasee por tiendas clandestinas, menos en tierras Cintranas- habló primero, mirando por fin el rostro delgado y alargado del soldado.

-Depende de lo que esté buscando- respondió caminando lentamente hacia Aaron y observando todas sus cosas.

-Oh- hizo con simpleza. Juntó sus manos frente a su abdomen y ladeó su tronco.
-En ese caso, tengo remedios, pomadas, utencilios de curación, y...

-Posiones- interrumpió el contrario con una ligera sonrisa.
-Aptas para humanos, ¿no es así?-

Aaron cerró sus labios y ladeó su cabeza.
No respondió inmediatamente, sino hasta que pensó bien sus palabras.
-No es común que un humano tenga esos conocimientos y mucho menos sepa a quién preguntar... en todo caso, no, eso no existe-

El soldado tomó una de las velas de un mueble y sonrió.
-Sí, solo soy humano, pero soy mucho más que un soldado... soy un agente de Nilfgaard, con la misión de encontrar y reclutar los más talentosos hechizeros- lo señala.

-Primer error- sonríe -No soy hechicero- niega levemente.
-Lo que hago no es magia convencional, agente- se gira y vuelve a su posición detrás de la mesa.
-Pero si me compras dos objetos, te hago un descuento la próxima vez que me visites-

La tensión creada, apenas se alivió un poco con la oportuna broma de Aaron, que hizo reír al agente, sin embargo, éste siguió avanzando.

-Entonces dejémonos de etiquetas, es obvio que tu magia no es convencional, por eso creas posiones que son efectivas en humanos, sin peligro de envenenamiento-

Aaron miró a otro lado.

-Si aceptas venir conmigo, podrías ganar una suma de dinero tan grande que vivirás de lujos el resto de tu vida- soltó cautelosamente mientras tomaba una vela negra de un estante de madera.

Aaron comenzó a reír.
-Suena verdaderamente encantador, nadie ha de resistirse a esos tratos- lo señala.
-Pero de donde yo vengo, la lealtad jamás se compra y la magia se merece- ladea la cabeza.
-Tendré que negarme-

El soldado frunció el ceño y dejó la vela en su lugar.
-¿Acaso entiendes lo que sucederá contigo si te niegas?-

-Tengo una vaga idea- retrocedió con una voz tranquila.
-Pero eres tú quien no tiene idea de lo que sudecerá contigo si das otro paso más-

El soldado frenó en seco y ambos hombres se miraron fijamente.
El soldado mostraba seguridad, mientras que Aaron estaba estático, no intimidado, pero intranquilo.

De pronto, comenzaron a reír, aunque Aaron rió por puro compromiso, casi obligado y sin saber por qué se reían.

Hasta que, el soldado saltó hacia el pelinegro para atacarlo a traición con una daga, cuando solo una luz azul detuvo el momento.

Luego de un sonido crocante y seco, Aaron se vió a si mismo con la mano extendida y frente a él, el espía nilfgaardiano hecho en hielo y la punta de su daga a centímetros del cuello del keergardiano.

Resoplando de alivio, se recargó en el hombro de su atacante petrificado.
-Ufff, que cerca-

Luego lo rodeó, tomó una maleta donde guardó deprisa sus posiones e instrumentos, se colocó su capa de piel de oso y se dirigió a la salida, no sin antes mirar sobre su hombro, mover ligeramente su muñeca y convertir la estatua de hielo en miles de cuadritos que cayeron al suelo.

Aaron salió de la tienda, encontrándose con el caballo del nilfgaardiano a un lado del suyo, a cual subió.
-Vámonos, Jarvis, aquí ya no es seguro-

Y cabalgó fuera del pueblo.

The Witcher | La guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora