Yin Yu era el discípulo principal de su secta, no cualquiera, sino la más prestigiosa del sector oeste. Había escalado de rango con gran esfuerzo y dedicación.
Un día, se encontró a sus discípulos discutiendo entre ellos y peleando con un chiquillo...
Los muchachos no pudieron verlo de inmediato, pero el monstruo parecía oírse como una especie de ave demoníaca gigante.
Yin Yu esperaba unos fantasmas, muertos poseídos, algo menos gigantesco, la verdad, pero eso no lo aplacó. Como buen líder iba a dar instrucciones.
-¡Chicos!...¿Ah?
Yizhen estaba ya corriendo con una espada con el filo apuntando a su cabeza, mientras Jian Yu corría tras él.
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-¡Ah no! no harás que me baje el honor - gritaba el joven que iba persiguiendo al de pelo rizado.
Yin Yu sólo se palmeó la frente esperando que la tierra se lo tragara por el amor de los dioses.
"Siempre me harán pasar vergüenza ¿o qué?"
Respiró profundo y les llamó la atención.
-¡Yizhen, no corras con cosas filosas sin saber usarlas! ¡Jian Yu, no corras tras seres irresponsables!
Ambos pararon al instante
-¡Sí, shixiong!- Yizhen se entiezó en tiempo récord y tiró su espada al suelo, siguiendo las instrucciones al pie de la letra.
Jian Yu quien no alcanzó a disminuir la velocidad cayó sobre el otro y rodaron en el suelo un par de metros, mientras claramente iban peleando. Cuando pararon la espada que volaba por los cielos cayó enterrándose un centímetro cerca de sus mejillas, cortando dos mechones de cabello.
Yin Yu ya no sabía dónde meterse, sólo dio una mirada a los maestros que estaban sobre una esquina arriba del campo murmurando.
Volvió a respirar profundo, tenía unas ganas enormes de pegarles a cada uno un merecido coscorrón, aunque su plan de maltratar a sus compañeros tuvo que esperar puesto que obviamente al ser tan ruidosos habían captado la atención de la bestia que sin chistar los atacó.
El mayor de los tres tomó a cada uno con cada brazo y saltó hacia la copa de un árbol, Yizhen alcanzó a quitar la espada del suelo. Les tapó la boca a ambos esperando a que la bestia se distrajera, aquella miró hacia varios lados pero era bastante torpe, así que al no ver movimientos se centró en otros discípulos que también estaban alborotando.
Una vez que dejó de ver peligro, Yin Yu finalmente les soltó la boca y usó sus mismas dos manos para tirarles las orejas como si de dos niñitos se tratasen.
En murmullo les habló con enojo.
-¡Chicos, compórtense!, parecen dos niños pequeños y definitivamente avergonzaron a nuestro equipo con sus actitudes.
Yizhen no habló, pero de una incómoda manera intentó arrodillarse para pedir disculpas. Yin Yu evitó que se desequilibrara y cayera, impactado por el acto del menor, puesto que no esperaba tanto.
