Capitulo 20

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Chicas quiero pedir una disculpa por el retraso, se que no es escusa pero me vacune del Covid y me dio duro que cai en cama. Gracias a Dios ya estamos bien y aqui esta el siguiente capítulo espero que sea se su agrado. Sin mas disfrutenlo y nos leemos el próximo lunes.
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Capitulo 20
Lan Wang Ji respiraba con dificultad, y de un momento a otro su visión comenzó a tornarse borrosa, la cara de Wei Ying que apenas si podía distinguir entre la neblina de su conciencia parecía estar diciendo algo que no lograba entender y sin nada que el pudiera hacer su visión se tornó oscura y lo último que alcanzo a percibir fue un grito que sonaba desesperado llamándolo pero ya no supo más.
— ¡Lan Zhan!
La fiebre mantuvo a Lan Wang Ji toda la noche temblando aún por el efecto del agua helada de la que había rescatado a Wei Ying. La frialdad avanzó lentamente bajo su piel. El frío pareció llenar cada rincón de la habitación a pesar del fuego que ardía en la chimenea. Tosió y tembló. A pesar del frío que lentamente se apoderaba de su cuerpo, el sudor le cubría la frente. El calor había comenzado a enrollarse en su pecho, obligándolo gradualmente a toser cada vez más fuerte hasta que se le dificulto respirar. Afuera el clima había empeorado  y la condensación de los cristales hacia que la habitación se sintiera más fría. Pero Lan Wang Ji seguía ardiendo. Después de que Wei Ying gritara pidiendo auxilio y los demás lo encontraran en el piso inconsciente y ardiendo en fiebre. Lan XiChen lo había cargado en sus brazos y rápidamente lo llevo a su habitación seguido por los demás, desgraciadamente su pronóstico resulto ser acertado al menos en el caso de su hermano, quien al parecer estaba sufriendo los efectos del enfriamiento causado por el agua helada del estanque.
Rápidamente el tío QiRen envió a un sirviente a traer los medicamentos necesarios para tratar a su sobrino y bajarle la fiebre, Estuvieron en vela durante casi toda la noche viéndolo toser y delirar a causa de la fiebre. A unas pocas horas antes del amanecer envió a todos a descansar y él se quedó a atender a Wang Ji, era frustrante verlo sufrir a causa de la enfermedad. Su condición pareció agravarse después del amanecer parecía que aparte de la tos le estaba costando trabajo respirar y la fiebre se negaba a bajar, ya había enviado a conseguir un tanque de oxígeno para tratar de aliviar su respiración, pero si su condición se agravaba más tendrían que llevarlo al hospital.  
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¡Maldita cordura! Mientras pasaban las horas Wei Ying anhelaba con desesperación volver a la locura que le había permitido evadirse mentalmente. Allí la apacible caricia del olvido le había proporcionado paz. Tranquilidad respecto del miedo, el dolor, la angustia y el odio.
Se abrió la puerta y Wei Ying dejó de pasear. Lan XiChen entró en la habitación con la bandeja del desayuno en las manos. La depositó encima de una mesa, al lado de la bandeja que contenía la comida intacta que la criada había dejado la noche anterior. — ¿Dónde está Lan Zhan? Quiero verlo.
— Por el momento no es posible. —XiChen no quería alterar más a Wei Ying y aunque este aún estaba resentido con su hermano, no podía ocultar que aún se preocupaba por él, sus gritos desesperados la noche anterior los alertaron de que algo malo había sucedido y cuando entraron en la habitación pudo darse cuenta de que Wei Ying estaba sumamente angustiado por la condición de Wang Ji.
—¡Por qué no? —Wei Ying levantó la barbilla negándose a limpiar las lágrimas que le quemaban las mejillas— ¡Necesito verlo!
—Está muy enfermo.
Esas palabras paralizaron a Wei Ying. Con las manos cerradas en un puño y dando libre curso a las lágrimas sollozó.
XiChen vio la angustia en la cara de Wei Ying y pensó que era una pena que esto esté pasando para que reconociera que aún le importaba lo que le pasara a Lan Wang Ji  —Me temo que a causa de su inmersión en el agua helada y el hecho de que ha estado descuidando su salud últimamente, su cuadro se agravo y si se desencadena una neumonía tendremos que ingresarlo al hospital.
En ese instante Wei Ying fue incapaz de controlar sus nervios. ¿Qué significa eso? — ¿Qué estás diciendo? Habla. No, no...Lan Zhan…El… ¿Está muy mal?
—Lleva muchas horas devastado por la fiebre. No conseguimos bajarla. —Me temo que además de eso a él le importa muy poco vivir o morir, siento que su estado de ánimo está muy decaído por todo lo que ha pasado y eso no ayudara a que tenga la fuerza para luchar contra la enfermedad. Si tan solo el tuviera algo que le diera la fuerza y el ánimo para luchar tendría mejores posibilidades. — XiChen se acercó a Wei Ying hasta quedar a poca distancia de él, frente a frente.
—Si mi hermano no tiene ganas de vivir me temo que se dejara morir.
— ¿Eso es lo que usted quiere Wei Ying? ¿Tanto lo odia que su muerte le satisfaceria? O ¿Aun tiene algún buen sentimiento en su corazón para con mi hermano?
Wei Ying fue incapaz de responder. ¿Por qué? ¡Por qué! ¿Por qué la posibilidad de la muerte de Lan Zhan le provocaba tanto dolor en el corazón?
No. No era tristeza. ¡Le odiaba!
Demonio insensible y mentiroso
No, ya no le amaba. Había sido una estupidez hacerlo antes. Una locura haber creído que podrían vivir una vida feliz, juntos. Una locura haberse derretido bajo sus caricias y después ocultárselo para no hacerle daño. Una locura haberse permitido enamorarse creyendo que él lo amaría también.
Su corazón se hizo pedazos. Una desagradable emoción se despertó en su interior, haciéndole un nudo en la garganta que le impedía respirar. Le ardieron los ojos con las lágrimas que trató sin éxito de no derramar.
—No morirá. —Gritó de repente— ¡No puede!
La sorpresa desorbitó los ojos de XiChen. Una chispa de esperanza floreció en su corazón haciendo que se le estremeciera el cuerpo.
—¿Todavía le ama? —Le pregunto en un susurro XiChen.
Las palabras aturdieron a Wei Ying. Negó desesperadamente con la cabeza haciendo que las lágrimas se derramaran. La confusión se apoderó de su cerebro.
—No. No le amo en absoluto. Sólo… —Tragó saliva y enjugó las gotas de humedad de sus mejillas con mano temblorosa— Simplemente… No puede morir. Todavía no. No sin antes...
Apartó a XiChen de un empujón y huyó por la puerta abierta.
Wei Ying corrió por el largo pasillo sin saber a dónde se dirigía en realidad, lo único que sabía era que su corazón era un traidor y que su mente no podía dejar de recordar el pasado. Recordó a un pequeño niño que lo ignoraba pero que al final se convirtió en su mejor amigo. Recordó esa sonrisa secreta que solamente le dedicaba a él y como cuando veía la gran sonrisa en labios de Wei Ying sus orejas se ponían rojas. Recordó las tardes en el jardín escuchándolo tocar el Guqin solamente para él. Recordó todos y cada uno de esos bellos momentos que estuvieron juntos. Él había sabido ver más allá del aspecto osco y frio de Lan Zhan; había sido testigo de su vulnerabilidad, su dolor y su angustia; había intuido que dentro de su pecho latía un corazón al que nadie sabía entender.
¡Basta de esos odiosos e inoportunos recuerdos!
No le amaba.
No le importaba lo que sufriera. Era el castigo de Dios por el infierno que lo había hecho padecer. No le importaba lo que le pasara. No le importaba…
Wei Ying dejo de correr y se detuvo sosteniéndose de la pared para recuperar el aliento. Al levantar la vista quedo desconcertado ¿Cómo había llegado hasta aquí? Wei Ying se detuvo un momento ante la puerta de la habitación de Lan Zhan con la mano apoyada en el picaporte mientras los recuerdos lo asaltaban con mayor intensidad, cegándolo en todo su esplendor. Con manos temblorosas abrió la puerta y entró en la habitación. Los acompañantes del enfermo lo miraron con cara pálida y abriendo los ojos como si hubieran visto aparecer a un fantasma. Pero nadie dijo nada.
Wei Ying se acercó con cautela en la penumbra hasta la cabecera de Lan Wang Ji.
No estaba preparado. No se imaginaba que iba a estremecerse de ese modo cuando le viera.
Si, había sentido ira, miedo, dolor y desilusión por él. Pero esta emoción que invadía su pecho… lo hacía sentir  traicionado y desconcertado.
El pánico se apoderó de él.
Un puño de acero al rojo vivo le atenazó el corazón: dos poderosos sentimientos enfrentados en una batalla. Amor y odio luchando dentro de su pecho y su mente ordenándole pensarlo mejor.
¡Huye!
¡Él es la causa de tus desdichas!
Es el culpable de que tu vida sea una interminable pesadilla.
QiRen y tía Mei se apartaron permitiendo que Wei Ying se acercara. Wei Ying observó los ojos tristes de tia Mei y vio el brillo de sus lágrimas antes de que se apartara apretando el paño húmedo conque había estado refrescando la frente de su sobrino.
¿Tan grave estaba?
Wei Ying se acercó con pasos inestables y observo el pecho de Lan Zhan que se levantaba con una débil respiración que sonaba como un chirrido. Estaba conectado a un tanque de oxígeno pero aun así parecía no ser suficiente. Las lágrimas comenzaron a caer nuevamente de sus ojos. No lo amaba y no le importaba lo que le pasara… ¿Entonces por qué sentía que era el quien no podía respirar?
Ayúdale, el susurro llegó de un rincón en sombras de la enorme habitación, sobresaltándolo.
¡Mamá! Todavía estaba con él. No era un fantasma producto de su locura.
Wei Ying, tienes que ayudarle. Solo tú puedes salvarle.
Volviendo en sí, se dio bruscamente la vuelta. —¿Por qué no lo han llevado al hospital – ¿Qué es lo que les pasa?— ¿Están esperando que muera sin hacer nada?
—¿Esta insinuando que no nos importa la salud de mi sobrino? –Preguntó QiRen temblando de furia ante los reproches de Wei Ying—.
¡Santo Dios, el único culpable de su estado es usted niño!
—¿Esta loco, de qué demonios está hablando? Wei Ying entrecerró los ojos mientras le miraba fijamente a la cara.
—Usted sabe perfectamente de lo que hablo. El diablo se lo lleve por hacerle esto a mi sobrino.
Wei Ying miro al señor Lan con la respiración agitada por la cólera.
—¿Tiene algo que decirme?¡Conteste, maldita sea!
Él tío posó su fría mirada en la de Wei Ying.
—No se exalten así, Wei Ying, QiRen este no es el momento ni el lugar para discutir. —tía Mei intentaba hacer que se tranquilizaran y dejaran de discutir. —Al igual que tu Wei Ying estamos preocupados por mi sobrino y si no fuera porque él nos hizo prometerle que no lo llevaríamos al hospital ya lo hubiéramos internado. Pero tanto QiRen como XiChen están haciendo todo lo que sea necesario por ayudarlo. —Tranquilízate, él va estar bien ya verás.
Wei Ying se dio media vuelta y se apartó.
—Por supuesto que no estoy preocupado es solo que no quiero que muera sin que pueda decirle a la cara cuanto lo odio.
—Claro que si mi niño. Eso está muy bien, entonces será mejor que te asegures de que él te escuche y le exijas que despierte y puedas gritarle todo lo que quieras.
La tía Mei agarró cuidadosamente el brazo de su cuñado, que aun respiraba agitado por el enojo.
—Vámonos QiRen. Dejémosles solos.
—Estás tan loca como el,  mujer si crees…
—QiRen, tu sobrino está muy delicado. La presencia de Wei Ying no le hará daño al contrario podría ayudarle.
Finalmente, QiRen aceptó a regañadientes dejar a Lan Wang Ji con Wei Ying.
Wei Ying oyó como se vaciaba el dormitorio. Minutos después, Wei Ying se sentó en un taburete a los pies de la cama de Lan Wang Ji. Entonces le oyó gemir.
Se acercó a él.
Cuando le miró su rostro pálido, como de cera, que brillaba por la fiebre. El sudor le empapaba el pelo y caía a lo largo de sus mejillas.
¡Qué débil y desdichado parecía!
Se apartó y se tapó la cara con las manos. Debería sentirse feliz por su
sufrimiento, pero…
Los mismos indeseados sentimientos le destrozaban el corazón. Los inoportunos recuerdos se despertaban con terrorífica claridad.
Su sonrisa tímida… sus gentiles palabras… sus días felices…
Ayúdale
El familiar susurro se oía más cerca ahora, tanto que pareció acariciar su
mejilla como una brisa.
Asustado, Wei Ying, se dio la vuelta. La habitación estaba vacía.
—Muéstrate –gritó.
—¿Por qué te ocultas ahora de repente de mí, Mamá?
Wei Ying siguió gritando pero solo el silencio le respondió.
Se acercó a la ventana y descorrió las cortinas. El calor hizo que el hielo se
derritiera sobre los cristales, afuera el día seguía siendo helado y oscuro por las nubes que cubrían el sol.
—¿Dónde estás madre? Muéstrate. Demuéstrame que existes, que nunca has sido un producto de mi locura.
Ten fe
—¿Fe? Madre, hace mucho que he perdido la fé.
No, Wei Ying, no la has perdido. Es la fe lo que te ha mantenido con vida.
Wei Ying cerró los ojos y apoyó la frente contra el cristal.
—Fuiste tú quien me mantuvo vivo, mamá. Nada más. Pero ahora te burlas
de mí. No me dejas ver tu hermoso y querido rostro. ¿Por qué no me ayudas
ahora? Si es cierto lo que ellos dicen, que el hombre que yace en esa cama esta arrepentido de haberme abandonado y que aún me ama ¿porque no me lo dijiste? ¿Si de verdad existes, porque no me dices la verdad sobre mi hijo?
Se giró hacia el cuarto vacío y caluroso.
—Te diré el motivo: porque no existes. Falleciste hace muchos años. No eres más que la alucinación del cerebro de un loco.
Silencio otra vez.
Sus ojos recorrieron la habitación notando como el pánico iba creciendo.
—¿Mamá? ¿Mamá estás ahí? No… No quería decir eso. No me abandones.
Sólo quiero saber la verdad. Quiero comprender.
Wei Ying esperó en el opresivo silencio.
Finalmente se dio la vuelta y se acercó a la cama, vacilando y en tensión.
Su corazón estaba tan helado y vacío como el día que se veía detrás de la
ventana.
La maldita fe había causado su sufrimiento, había llenado los infinitos días y noches mientras paseaba de arriba y abajo de su asquerosa celda donde Xue Yang lo había encerrado, rezándole a un Dios que lo había abandonado.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Había preguntado una y otra vez
dirigiéndose al vacío.
Él siempre había sido compasivo y tolerante durante toda su vida.
Nunca había tenido una palabra poco amable, nunca había levantado un
dedo acusador ni siquiera contra el más asqueroso de los insectos.
Había sido paciente y comprensivo con la crueldad y el abandonó de Lan Zhan aun cuando le hizo tanto daño. El siempre deseo que cumpliera sus sueños y que fuera feliz. Pero después de una agonía tal que la muerte hubiera sido bienvenida, al fin le había dado la espalda a esa fe y con gran alivio se había refugiado en la locura.
Lan Wang Ji movió la cabeza de un lado a otro con la fiebre avivada por el
caluroso ambiente.
Ayúdale.
Wei Ying se tapó los oídos con las manos como si así pudiera dejar de oír la
voz en su cerebro.
Tócale.
—No, no lo haré. Ese hombre no se lo merece.
Está perdido. Perdido. Ha perdido la esperanza y la fe…
—Entonces dejemos que muera.
Sálvale, Wei Ying. Sálvate a ti mismo.
Repentinamente los ojos de Lan Wang Ji se abrieron. Lo miró fijamente con
sus vidriosas y febriles pupilas, separó los labios y susurró:
—Wei Ying.
Y a Wei Ying le pareció oír música.
La melodía que había atormentado su cerebro mes tras mes. Había sonado una y otra vez en su mente, tranquilizándolo y haciéndolo tener visiones que le partían el corazón en dos.
La canción de Wei Ying. Wang Xian la canción que Lan Zhan escribió para ellos. Cada toque en las cuerdas del Guqin se había convertido en una
caricia para su alma.
¿Qué demonio la estaba tocando ahora?
Corrió hasta la puerta y la abrió de par en par, saliendo al vestíbulo
desierto.
Allí no se oía ninguna música. Sólo estaba en su mente; otra trampa de su
memoria.
Wei Ying volvió al cuarto y acercó una silla a la cabecera de la cama de
Lan Wang Ji. Volvía a tener los ojos cerrados, su cuerpo se agitaba tanto por el calor de la habitación como por el de la fiebre. Los pulmones sonaban con cada respiración.
Wei Ying se quedo solo mirando Y fue pasando el tiempo.

Con cada hora que pasaba se levantaba y alimentaba el fuego, notando como el calor hacia que le ardiera la piel y su ropa se empapara de sudor, hasta el punto que deseó poder abrir la ventana y terminar con su sufrimiento, pero la habitación tenía que permanecer en esa temperatura para sacar el frio del cuerpo del enfermo.
Pasó otra hora y su cuerpo cansado por fin sucumbió y se quedo dormido.
De repente sintió una extraña sensación, como si un horrible frio le recorriera el cuerpo entero obligándolo a levantarse y dirigirse a la cama de Lan Wang Ji.
Él estaba inmóvil y en silencio, su cara tan pálida. Parecía como si…
¡Lan Zhan, su amigo, su amante, su enemigo, estaba muerto!
La oscuridad pareció invadir a Wei Ying y en su pecho despertó una emoción. Miedo. ¡Lan Zhan no podía estar muerto¡ ¡El no!
Su pecho fue invadido por un enorme sentimiento de tristeza. Una oración salió de sus labios.
—¡Divino Dios, No!
Colocó una temblorosa mano sobre su frente, que se sentía fría— ¡Querido Dios, no puede estar muerto, por favor!
Wei Ying cayó de rodillas temblando y llorando abrazado al cuerpo de Lan Zhan. Más allá de los cristales de la ventana el viento movía las ramas de los árboles, haciéndolas gemir como almas en pena. El aterrador sonido, llenó la habitación y Wei Ying gritó una y otra vez suplicando a los cielos para que le regresaran al que una vez fue el dueño de su corazón.

Soul BrokenWhere stories live. Discover now