1. De Nuevo Luz

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En los noticieros se había hablado mucho de que le habían dado vueltas y vueltas al asunto del regreso a clases presenciales. Había momentos en que decían que sí, luego que no, y así por un largo periodo, hasta que se llegó a la conclusión de que darían luz verde al regreso a clases.

Y eso nos lleva a esa hermosa mañana en el pequeño pueblo, donde varios alumnos ya estaban llegando a la única prepa del rancho, cuando de pronto, un microbús que hacía ruidos que parecían indicar que estaba a nada de descomponerse apareció por la esquina a toda velocidad y frenó en seco frente a la prepa.

Ya todos sabían que debían tener cuidado con el microbús de Joseph Joestar.

—¡Eh, llegamos casi media hora antes!— exclamó Joseph alegremente —¡Nadie le va a poner reporte a mi hijo por llegar tarde!

—O sea, sí... Pero te metiste en sentido contrario— señaló Caesar, sentado en su banquito especial

—Ah cabrón, sí es cierto... Bah, no importa

—¡Claro que importa, idiota— lo regañó Leone, quien después de tantos años también se había acostumbrado a los tormentosos viajes en el microbús —Tienes suerte de que no esté de servicio

—Vamos Leonardo, no pasa nada, todos allá atrás están bien, ¿cierto?

Los adultos miraron atrás. Josuke y Narancia se estaban riendo, levantándose del piso del microbús. Ellos dos siempre se sentaban hasta atrás, divirtiéndose con los baches y las vueltas repentinas.

Mista, por otro lado, no parecía tan tranquilo. Todavía se estaba aferrando al asiento de enfrente del suyo, tan fuerte que sus nudillos se veían blancos.

Fugo, por su parte, se había abrazado a Mista para evitar salir volando en alguna curva.

El plan original de Leone había sido asegurarse de que los chicos subieran en un micro y luego volver a casa a dormir un poco más antes de su turno de la tarde, pero cuando vio que el conductor era Joseph, decidió subir también para asegurarse de que sus hijos llegaran a salvo.

Hasta eso que Joseph manejaba un poco mejor si él estaba presente. Ojo, solo un poco mejor.

—Okay, abajo chicos— dijo Joseph, abriendo la puerta

Los "trillizos" bajaron rápidamente, apenas murmurando un "Gracias tío" a la pasada.

—¿Quieres que te lleve de vuelta a casa?— le preguntó Joseph a Leone

—No, gracias— respondió el policía antes de bajarse del vehículo

Joseph se encogió de hombros y se volvió para ver como Caesar le acomodaba el cuello de la camisa a Josuke.

—Pórtate bien, no quiero que vayas a estar platicando en clase— decía Caesar, sacudiendo el polvo del uniforme de su hijo —No olvidaste tu almuerzo, ¿verdad?

Amor EternoOnde histórias criam vida. Descubra agora