4. Perdona Si Te Digo Adiós

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Era una tarde cálida, así que Jonathan había abierto la ventana del pequeño despacho que él y Speedwagon habían adaptado esa mañana para que el profesor lo ocupara. Ya no quería seguir "invadiendo" el despacho de su novio.

Ya había pasado la hora de la comida, así que seguro Narancia y su hermano no tardarían en aparecer. Jonathan tenía algunas ideas para hacer más dinámicas sus clases online, pero ni siquiera sabía si todas esas cosas que se le ocurrían se podían hacer.

Cada día se sentía más viejo.

Se estaba ocupando de limpiar sus gafas, cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse, y el característico sonido de la bici de Narancia siendo empujadas por el chico.

Fue cuestión de segundos para que el alborotado cabello negro del asistente de Roberto se apareciera por la puerta.

—¡Buenas tardes, don Jona!— saludó Narancia —Ya le traje a mi carnal para que le ayude

—Pasen, adelante— dijo Jona con una sonrisa

El hombre, que ya estaba acostumbrado cómo lucían Narancia y a Guido por verlos casi todos los días (a uno por su trabajo y al otro por andar rondando por casa de Dio), no pudo evitar sorprenderse un poco al ver entrar a un chico pálido y delgado con corte militar y cara de que llevaba días sin dormir bien.

—Buenas tardes, señor— saludó él muchacho rubio

Jonathan se puso de pie, extendiendo la mano.

—Un gusto conocerte al fin. Soy Jonathan— se presentó el hombre

—Pannacotta— respondió el chico

—Bueno, yo iré a ver qué necesita don Speedwagon— anunció Narancia —Tenga cuidado, don Jona. Este wey se enoja por todo

Jonathan soltó una risita, mientras Narancia desaparecía por la puerta ante la mirada molesta de su hermano.

—Lamento eso— se disculpó el rubio

—No te preocupes, ya sé cómo es tu hermano— sonrió Jona —Ustedes no se parecen mucho, ¿no?

—Ay dios... ¿Narancia le dijo que éramos trillizos?

—Algo así, pero no me refiero a eso. Se ve que eres mucho más serio que él

—Sí, eso sin dudas

El muchacho dejó su mochila en el piso, mientras Jonathan introducía su contraseña en su computadora.

—Veamos— murmuró Jona —Déjame ver con que me puedes comenzar a ayudar, Pannacotta...

—Puede llamarme Fugo— comentó el chico

Jonathan levantó la vista hacia él, diciendo:

—No vayas a creer que es una cosa de un viejo necio o algo así, pero nunca me ha gustado mucho llamar a las personas por sus apodos

Amor EternoWhere stories live. Discover now