14. El Pueblo de la Tristeza

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—¡Papás! ¡Ya llegamos!— exclamó Josuke, pateando la puerta de la entrada, porque tenía las manos ocupadas con su maleta y su cobijita

Él y Jokuyasu entraron a la casa, seguidos por Jonathan, quien los había ido a acompañar para asegurarse que Caesar no los matara.

El primero en salir a recibirlos fue Ermito, quien chillaba de la felicidad de verlos. Jokuyasu dejó todas sus cosas en el piso para poder abrazar al perrito, quien se retorcía, feliz.

—¡Ahora sí vas a ver, mocoso!— se escuchó gritar a Caesar desde el piso superior

Claro que, en cuanto puso un pie en la planta baja, Josuke y Josukasu (y Ermito) fueron a abrazarlo.

—¡Papi, te extrañé!— exclamó Josuke, muy contento

Jonathan vio que Caesar hacía cara de resignación y luego les devolvía el abrazo a todos.

—¿Cómo estuvo el viaje?— preguntó Caesar, sin soltar a los muchachos

—¡Asombroso! ¡Roma es genial!— exclamó Jokuyasu —¿Cuándo podemos volver?

—No lo sé, un día que sí lo planeemos o que al menos alguien me avise que va a haber un viaje.

Josuke y Jokuyasu se miraron, soltando a Caesar. Pusieron a Ermito en el piso y luego tomaron sus cosas para ir a dejarlas arriba. Ermito corrió detrás de ellos.

—Creo que te debemos una explicación, ¿no?— comentó Jonathan, con una sonrisa un tanto nerviosa

—¿Tú crees?— respondió Caesar, indignado

—Oye, Joseph me dijo que estaba bien, yo no tenía idea de que no te avisó

—Mira, cuando se trate de los chicos, siempre pregúntame a mí, no a Joseph, ¿entiendes?

—Lo siento mucho, Caesar, de verdad. Pero te juro que se portaron muy bien y en ningún momento se quedaron sin supervisión

Caesar lo miró con el ceño fruncido.

—La pasaron bien— se justificó Jona, encogiéndose de hombros un poco

El rubio suspiró, resignado, y no le quedó de otra más que decir:

—Gracias por llevarlos y hacerte cargo de ellos. Díselo al tío Speedwagon ¿bien? Igual se lo diré yo cuando lo vea

—Seguro. No fue nada— contestó Jonathan

La puerta de la calle volvió a abrirse, y esta vez fue Joseph quien entró. No le tomó ni un segundo mirar mal a Jonathan.

—Hola Joseph, ¿cómo estás?— saludó Jonathan

Joseph se le quedó mirando fijamente durante todo su camino de la puerta hasta pararse junto a Caesar.

—¿Qué haces aquí?— preguntó, indignado

Amor EternoWhere stories live. Discover now