17. No Me Dejes Nunca

1.9K 197 2.5K
                                    

*****

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

*****

Esa mañana, Jonathan se despertó de su nada reparador sueño con un terrible dolor de cuello y espalda. ¿Y qué esperaba? Alguien de su tamaño no podía estar cómodo durmiendo en un sofá.

Sentía como si apenas hubiera dormido unos minutos. Se había pasado toda la noche pensando en su pequeño altercado con Roberto, y cuando lograba quedarse dormido, seguía soñando con eso. Un par de veces soñó que planeaba lo que iba a decir para disculparse, y otras veces soñó que Roberto terminaba con él.

Por unos segundos estuvo muy triste por eso, pero rápidamente recordó que eso no había ocurrido en realidad.

Se sentó en el sofá, frotándose el cuello adolorido. Por lo que podía ver por la ventana, hacía poco que había amanecido. Se frotó los ojos con las manos y se pasó las manos por el pelo. Era una suerte que nadie lo hubiera encontrado en ese estado tan deplorable.

—Buenos días, Jonathan

El hombre levantó la cabeza tan rápido que se lastimó más el cuello. Erina estaba en la cocina, preparando algo. Los sentidos de Jonathan apenas estaban despertando, no había escuchado los sonidos ni percibido el aroma de la comida.

—Buenos días— respondió él, algo avergonzado

—¿Quieres una taza de té?— preguntó la mujer

—Eh... No, gracias

—Estoy muy segura de que sí quieres. Ven acá.

Jonathan no discutió. Hasta el momento, Erina nunca lo había regañado directamente, y no quería que esa fuera la primera vez. Se levantó, sin siquiera ponerse los zapatos, y se acercó a la barra de la cocina. Apenas se estaba sentando, cuando Erina ya le había acercado una taza de té de naranjo.

—¿Otra vez estás haciendo galletas de naranja?— observó Jonathan, al ver el horno encendido y el cuenco con la mezcla.

—De alguna manera me tengo que acabar tanta naranja que dan los árboles— respondió Erina —Además, Narancia se come un kilo de galletas cada que viene, y a mí nada me cuesta prepararlas

Jonathan tomó un sorbo de su té, tratando de huir de la mirada de Erina. Ella no decía nada, pero era obvio que estaba esperando que Jonathan hablara.

—¿Y Roberto?— preguntó Jonathan, mirándola apenas de reojo

—Ya hace rato que se fue al campo, quién sabe qué anda haciendo— respondió Erina, haciendo un vago gesto con la mano.

—¿Allá atrás?— sugirió Jonathan, señalando hacia afuera, más allá del patio trasero.

—No, se fue a las tierras de atrás del cerro, por donde tenemos los agaves

Jonathan asintió, mientras que Erina le acercaba un plato con un par de panes tostados.

—¿Te contó lo que pasó?— quiso saber el profesor, con una mirada de culpa.

Amor EternoWhere stories live. Discover now