11. Ha Llegado La Hora

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Leone cerró el cajón de dónde había sacado sus cambios de ropa interior y se levantó, sintiendo el ya habitual dolor punzante, para luego colocar la ropa junto al resto de prendas que había preparado.

Bruno se encontraba sentado en una esquina de la cama. No había dicho gran cosa desde que Diavolo los dejó solos. Leone no podía culparlo y, para ser honesto, tampoco tenía muchas ganas de hablar.

Desde el día que lo despidieron, había estado teniendo ese dilema interno en el que una parte de él le gritaba que era un idiota por no aceptar el trato que le habían ofrecido. Diavolo tenía mucha razón en lo que había dicho: así era como funcionaban las cosas en este país.

Había elegido hacer lo correcto, ¿y eso de qué sirvió? Se había quedado sin trabajo, y ahora había quién sabe cuántas personas buscándolo para matarlo. En serio, ¿de qué sirve ser buena persona en un sistema tan corrupto? Debió haber tomado el dinero extra por su silencio.

—Te ves bastante tranquilo— comentó Bruno de repente

Leone no respondió. ¿A qué venía ese comentario? Su esposo sabía leerlo mejor que nadie. Claramente no estaba tranquilo.

—Está bien si quieres desahogarte— agregó el hombre de pelo negro

—¿Y qué hay de ti?— respondió Leone, forzándose a sonreír —Seguro que estás feliz de librarte de mí por un tiempo

Bruno no rio ante el intento de broma. Al contrario, sus ojos azules se llenaron de lágrimas. Leone se sentó junto a él y lo abrazó.

Ni siquiera sabía qué decirle. Es decir... ¿Era una despedida definitiva? ¿Hasta cuándo volvería a verlo?

—Prométeme que vas a estar bien— le pidió Bruno entre sollozos

—Lo prometo— respondió Leone, esforzándose por sonar tranquilo —Esto no... no va a ser para siempre. Tenemos que confiar en Diavolo

Vaya, en serio había dicho eso. Estaba poniendo su vida en las manos de un criminal.

—¡Es que no es justo!— exclamó Bruno, soltando a Leone de golpe —¿Por qué está pasando esto, eh?

Leone abrió la boca, pero no supo qué responderle. Bruno agachó la cabeza y se agarró el pelo, llorando desesperadamente.

El ex policía sentía que los oídos le retumbaban por lo fuerte que su corazón estaba latiendo. Se sintió muy mareado de repente. Ver a su esposo derrumbarse solo hacía que todo se volviera muy real de repente.

Le habían puesto un precio a su vida, y la única manera de salvarse era dejando atrás a su familia.

Quería levantarse y gritar. Tal vez romper un par de cosas. Bruno tenía razón, no era justo. Toda su vida se había esforzado por hacer lo correcto, por intentar que ese pueblo fuera un lugar seguro para todos y ahora... ¿Era eso lo que ganaba por toda su labor?

Amor EternoWhere stories live. Discover now