20. Amor Eterno

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En esos momentos, Leone estaba realmente agradecido de que el auto que Diavolo le había dado a Bruno tuviera los vidrios polarizados. Sentía una extraña tranquilidad en su pecho al volver a ver las calles del pueblo, pero no le haría ninguna gracia que la gente que se cruzaban por el camino lo viera, especialmente cuando aún no se aclaraban las cosas y seguía siendo el sujeto que le puso el cuerno al nuevo presidente municipal.

—¿Estás bien?— le preguntó Bruno, mirándolo de reojo, apenas por un segundo antes de volver a concentrarse en el camino —Pareces... incómodo

Risotto carraspeó. Él iba en el asiento trasero, sentado con la cabeza agachada porque no cabía en el auto. Leone soltó una risita y respondió:

—Estoy bien. Solo... Nervioso, supongo

—¿Nervioso por qué? Los chicos están muy emocionados por volver a verte— señaló Bruno

—Pues por eso. Sabes que me pongo nervioso cuando tengo que manejar muchas emociones.

Bruno se rió entre dientes y negó con la cabeza.

Leone sentía que aún no se encontraba tan bien como podía estarlo. Su operación por la costilla rota no había presentado ninguna complicación, ya solo tenía que guardar reposo un par de semanas para volver a la normalidad.

Era solo que a pesar de que ya todo estaba bien, seguía sintiéndose un poco débil, aunque suponía que con el paso del tiempo y volviendo a su vida normal podría recuperarse de a poco.

Pero al menos se veía más o menos bien. O por lo menos no lucía como alguien que acababa de pasar una semana encamado en el hospital, luego de pasar dos semanas en una celda, luego de semanas en el desierto, luego de estar encerrado en una casa de seguridad.

Después de salir del hospital, Leone había pasado a una barbería para quitarse la barba y, luego de pensar "Pues chinguesumadre", también había decidido cortarse el pelo, que de todos modos estaba todo maltratado y enredado. Había pedido el mismo corte que tenía Risotto, y luego de verse al espejo, sintió que volvía a parecer alguien de su edad y no un hombre de 60 años.

Mientras el auto seguía avanzando, el teléfono de Risotto sonó con su habitual tono de death metal, y se la pasó respondiendo a lo que sea que le estuvieran diciendo con "Sí", "Ya entiendo", "No" y finalizó con un "Sí, hoy voy a regresar".

—¿Todo está bien?— preguntó Leone.

—Sí, era Illuso— suspiró Risotto —Dice que tienen miedo de que Prosciutto los eche de la casa porque ya llegaron al límite de su paciencia.

—Ay, Prosciutto no aguanta nada...— comentó Bruno

—Bueno, Illuso me dijo que Ghiaccio infectó con un virus el nuevo smart fridge al tratar de instalarle un juego, que Formaggio metió un gato nuevo a la casa y que Melone acaba de volver de su escapada de fin de semana con un trailero, todo eso más el bebé... No lo sé, no lo culpo.

Amor EternoWhere stories live. Discover now