6. No Vale La Pena

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En un cambio de último minuto, Dio había decidido que no viajarían en su auto. En cambio, se había subido al asiento del pasajero de la troca negra de Diavolo cuando este llegó por él. Si quería que se viera que hablaba muy en serio, la primera impresión era importante.

Lo único malo es que había tenido que soportar los corridos que sonaban en la camioneta. Ni siquiera estaba muy seguro de que a Diavolo le gustaran de verdad los corridos, pero servían para mantener intacta su imagen de ser el patrón.

Ya había puesto al tanto a Diavolo sobre lo que había pasado con Giorno, y sobre lo poco que este le había comentado sobre los actos discriminatorios que estaban ocurriendo en el pueblo. El hombre de cabello rosa no estaba nada feliz de escuchar eso. Sobre todo porque ahora que Kira vivía en el pueblo, no le iba a gustar nada que alguien se atreviera a molestarlo.

Aunque, ¿sería alguien tan valiente como para insultar al novio de Diavolo?

Como sea, la troca negra se estacionó fuera del comité del partido del logo morado todo culero. Diavolo se bajó de inmediato, pero Dio se estiró para tomar del asiento trasero el sombrero negro de Diavolo y se lo puso mientras se bajaba.

—¿Por qué?— preguntó Diavolo, levantando una ceja

—No sé, para intimidar— dijo Dio, ajustándose el sombrero

Diavolo abrió la boca para decir algo, pero decidió dejarlo ser, y juntos caminaron al edificio. De inmediato, los ojos de Dio se clavaron en las diferentes mantas colgadas en las paredes, con mensajes de "Defender la familia tradicional" y cosas así. Incluso una que juzgaba mal a los matrimonios homosexuales y tenía un dibujo de unos hombres que se parecían bastante a Jotaro y Noriberto.

En otras circunstancias esto último le habría parecido gracioso.

Los hombres se detuvieron, mirando alrededor en busca del cura. Diavolo, como solía hacer, se llevó las manos al cinturón y puso cara de malote. Varias miradas se posaron en ellos, y un hombre decidió ser valiente y acercarse.

—Disculpen, señores, pero estamos a punto de iniciar una importante reunión— les informó

—Sí, sí, muy bonito— respondió Diavolo —Dile al padre Pucci que queremos hablar con él

—Pero...

—Ahora mismo

—Yo... Sí, don Diavolo

El hombre hizo una especie de reverencia inclinando la cabeza torpemente y fue a hacer lo que le habían ordenado.

Mientras tanto, Dio había reconocido de entre los presentes a nada más y nada menos que la subdirectora de la preparatoria, una mujer cincuentona con cara de que le hacía falta felicidad en su matrimonio.

Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora