Fragmentos descartados

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Japón

-- ¡Canta conmigo, China-San!

Rápidamente despertó de su incordia, aquella sala estaba vacía, completamente vacía, a excepción de cuatro países asiáticos que seguían ahí.

El tiempo voló, estaba tan centrado en sus problemas que ni siquiera prestó atención, espera que ese comportamiento de su parte no se haga recurrente en las juntas o de verdad estará perdido, y reza porque nadie haya notado que no puso interés alguno en esa charla.

-- Eh, yo, no, Japón.

¿Qué? ¿De verdad le acaba de decir que no a ella (que parece ser Japón)? ¿Cómo no se apiadó de su alegría y actitud? Mugre China, nada le costaba humillarse, ¡de todas formas, no hay nadie! ¿Quién te va a juzgar?”.

-- ¿Y tú, Corea del Sur?

Volteó discreto hacia la chica coreana, para saber su respuesta, y con solo ver su mirar tan nervioso ladeó los labios con algo de pena.

-- A-ah...n-no, gracias.

Al parecer con Corea del Norte ni lo intentaría.

Salieron ellos tres de la junta, dejando un desolador silencio y un aire tan tenso.

¿Qué había pasado? Recién pensaba en lo solo que se sentía, y de pronto podía sentir en los ojos de la japonesa su desanimo, de decepción, con una pizca de resignación.

Pero nadie lo ayudó a él, ¿debería ayudarla a ella? No sería justo, el mundo no es justo, el mundo nunca fue justo con él, ¿por qué tendría que hacerlo?

Debería ser justo eso lo que le impulse a hacerlo, debería ayudar como le habría gustado que le ayudaran.

-- ¡Nico nico nii~! --ahora se arrepentía, ¡¿qué demonios debía hacer ahora?! Tiene la mirada confundida de Japón sobre él, y por momentos su determinación se rompe dentro de él.

-- ¿México? --ladea la cabeza, confundida; al menos aquel brillo gris en sus ojos desapareció.

-- ¡N-no me dejes cantando solo!

¿En qué puto momento creí que esto sería buena idea? ¡Probablemente solo me vaya a mirar como si fuera un pendejo y se vaya! ¿Y si le dice a los demás que soy un pendejo? ¡No debí de hacerlo en absoluto!”.

Sus pensamientos se interrumpieron en cuanto escuchó una risa tan dulce.
Era Japón, manteniendo una mueca de felicidad con los ojos cerrados; sus orejas estaban rectas, y su cola se contoneó un poco y comenzó a cantar aquella canción que conocía por las veces que escuchó rondando por las redes sociales.

Ella cantaba, luego se detenía y era su turno, terminó soltándose al sentir que de verdad no había problemas, ambos ahora reían, ninguno lucía patético para el otro, soltaron una carcajada final mientras tomaban aire. No había nadie, solo ellos, precisamente, ¿quién iba a juzgarlos?

-- Gracias por seguirme el juego --le murmuró en cuanto estuvieron cerca, con pequeñas lagrimitas en sus ojos al reír de más.

Tomó una bocanada de aire, finalmente convivía con alguien nuevo, e hizo algo nuevo, se sentía tan renovador y bien.

-- También tú, wey, si sabes que son re mamones, ¿pa' qué te juntas con ellos? No iba a dejar que te deprimieras por esos pendejos, chicaqueporalgunarazóntieneorejasdegato.

Después de todo, ¿quién mejor que él para hablar de la soledad física y emocional?

-- Descuida, no permitiré que ocurra de nuevo.

¡Todos a por él!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora