Capítulo 27.2

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Ambos países colonizadores caminaban para llegar al hogar del español, caminando a la par que su principal colonia, que estaba ansioso por llegar.

En cuanto llegaron, España los recibió y llevó al comedor donde siempre se reunían. Ahora, UK, España y Francia eran más respetuosos, habían comenzado a llevar una relación que aunque hipócrita ayudaba a mantener la paz entre sus países.

En una de las sillas esperaba Nueva España, mirando curioso toda la habitación hasta que pegó su vista a la puerta, pues el sonido de alguien abriéndola resonó.
Sonrió, emocionado de volver a ver a su amigo y poder jugar con él.

Trece Colonias tomó asiento a un lado de sus padres, correspondiéndole la sonrisa al novohispano.
Ambos estaban felices de reunirse otra vez, para convivir y jugar juntos como solían hacerlo.
Claro que para ello necesitaban primero el permiso de sus padres, que debían en primer lugar charlar entre ellos para introducirse en el tema de esa reunión y ya después dejar salir a sus pequeños.

Los niños miraban impacientes a sus padres con un claro disimulo.
Ignorando por completo de lo que hablaban porque no les interesaba, solo necesitaban una simple mirada de los adultos para salir veloces de ahí y llegar al patio donde jugaban.

Fue cuando la recibieron que rieron alegres y salieron corriendo, animados, uno detrás del otro dándose miradas de ternura.
Compartiendo ambos el mismo sentimiento.
O tal vez no, o tal vez sí, porque ambos tenían emociones que aún no entendían del todo y que creían que solo ellos tenían, ganas de compartir lo que sentían:

Era increíble el parecido que tenían en cuanto ideales y pensamientos.
Amaban compartir opiniones porque, sin importar que tan descabellada o tonta era, siempre concordaban.
Era como un alivio mental encontrar a alguien que pensara igual que él y respetara su locura.

Tener gustos similares también era lindo, porque ambos habían encontrado lo que no tenían con sus hermanos.
Poder hablar sin para de cualquier cosa con alguien que de verdad le escuchaba y no solo actuaba como si lo hiciera, lo que siempre quisieron.

Ambos burlándose de los tontos atuendos que sus padres les obligaban y usar, y también lo que UK y España usaban.
Coincidiendo en que eran ridículos e incómodos, innecesariamente formales y lo cómodas que eran sus pijamas.

Y, de igual forma, criticar a sus hermanos solo para mantener la conversación viva, junto a las risas y el buen humor.


-- ¡Tú las traes, Trece Colonias! --exclamó Nueva España una vez salieron y comenzó a correr.

-- ¡Oye! ¡Te voy a alcanzar! --devolvió corriendo tras él.

El infante novohispano corría lo más rápido que podía, dando vueltas por arbustos, árboles, todo eso para escapar del inglés.
Había ocasiones en mas que Trece Colonias lo alcanzaba y lo tocaba, echándose a correr a la dirección contraria de Nueva España para huir y evitar que fuera su turno.
Aquello repetidas veces.

Riendo, corriendo mientras el cielo se teñía de atardecer. Amarillo, naranja y rojo relucientes, cálidos, difuminándose con el morado, azul y negro que salía del lado opuesto, junto con la luna. Las estrellas poco a poco comenzarían a ser visibles, pero a la vez intangibles.
Sin relevancia para ambos niños que jugaban, restándole importancia a todo lo que a su al rededor pasaba porque para ellos realmente no importaba, al menos no en ese momento.

¡Todos a por él!Where stories live. Discover now