Capítulo 26

1.1K 120 140
                                    

⚠Advertencia⚠

No voy a ser una hipócrita, no pondré "+18", no tengo 18 años como para ponerlo.
Ni siquiera puedo poner un "+15", ya que tengo 14 años.
Solo debo avisarles que este capítulo contendrá temas fuertes.
Aunque no soy la mejor escribiendo el tipo de contenido que se verá, sí debo mencionarles que algo feliz no van a encontrarse.
Os recomiendo que, si tienen algún mandado que hacer -ir a la tienda o hacer algo-, lo hagan antes de leer el cap, es mejor leerlo seguido que con pausas.
Además de ir por algo de tomar y una botana, es solo una recomendación.

Además de ir por algo de tomar y una botana, es solo una recomendación

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Un niño lloraba mientras cubría su cara con sus manitas.
No podía hacer algo al respecto, a su alrededor no había nada más que mar.

Estaba arriba de un barco donde desconocía a todos, o, bueno, sí que les conocía, pero ahora no tenía claro cuales serían las intenciones de los españoles (1*).

Temblaba levemente, hecho bolita en una esquina del camarote, temía por lo que le podían hacer a él.
Fueron capaces de asesinar a toda su familia frente a él sin piedad, era claro que, si tenían que matar también al pequeño, lo harían sin el menor inconveniente.

Aún cuando el bicolor amarillo-rojo le decía que no tuviera miedo, él se mantenía así, encerrado en su burbuja, sin poder confiar en nadie.

Le dolía ya no estar en sus tierras, con alguien a quien quería, odiaba ver la lejanía en la que ya estaba de su hogar, con personas que probablemente le harían daño.

En Tenochtitlan, habían soldados sometiendo a los indígenas, dándoles malos tratos, órdenes del Rey de España.

Algunos estaban ocupados quemando los cuerpos como les indicó Hernán Cortés, todos de personas que murieron en combate -tanto indígenas como españoles-.

Iban incluidos los cuerpos inertes de las culturas mexicanas, las arrojaban al fuego cual carbón, sin importarles en lo más mínimo estar acabando con las costumbres, tradiciones y creencias del pueblo, el espíritu de las culturas había muerto (2*).

Tal vez fue un error que no notaron, pero cuando ya todos estaban convertidos en cenizas, preguntaron si no faltaba alguien de ser quemado.
Evidentemente todos negaron, estaban seguros de que todos estaban muertos, por lo que se dispersaron para continuar con las tareas que se les otorgó en aquel día tan importante, la caída de Tenochtitlan.

Los españoles seguían tranquilamente en sus cosas, reprimiendo al pueblo indígena, golpeando a quienes pusieran resistencia, imponiéndose entre todas las personas.
El pueblo estaba de luto, sus culturas habían caído junto con el país, simplemente desgarrador.
Y la gente no dejaba de preocuparse por el pequeño Tenochtitlan, lo habían llevado lejos de su hogar, esperan que no le pase nada malo.

¡Todos a por él!Where stories live. Discover now