𝙳𝚒́𝚊 8. 𝙱𝚊𝚒𝚕𝚎 𝚕𝚎𝚗𝚝𝚘

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𝚁𝚎𝚕𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚊𝚍𝚘 𝚌𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝙾𝚂 𝚍𝚎𝚕 𝙳𝚒́𝚊 2. 𝚃𝚘𝚖𝚊𝚛𝚜𝚎 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜.

Ni siquiera terminó de entender a quién ni por qué se le había ocurrido la idea de un baile escolar

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Ni siquiera terminó de entender a quién ni por qué se le había ocurrido la idea de un baile escolar. Ya tenían suficiente con festivales, viajes y exámenes —sobre todo esos últimos, que en serio eran una tortura—. ¿Para qué necesitaban agregar ese tipo de celebraciones yankees en Japón? ¿Quién podría emocionarse tanto por la estúpida idea de bailar como si fueran algún tipo de show para un jurado?

Bueno. Sí. Sabía perfectamente quién. No por nada Hinata había estado más enérgico de lo normal en esos días. Hasta había estado practicando tipos de bailes, sobre todo el lento, ya que saber bailar era de suma importancia para invitar a una chica y quedar genial. Aunque Kageyama no se imaginaba a Hinata siendo capaz de invitar a una chica a bailar ni aunque le inyectaran hormonas de la seducción en su pequeño cuerpo. De hecho, ni siquiera lograba imaginarlo bailando sin reírse en el intento. Toda la idea era extraña y le agotaba, mientras que otros parecían disfrutar de decorar y elegir su vestuario para esa noche -incluido Hinata, por supuesto-, así que volvía a sentirse al margen.

La sensación no mejoró cuando finalmente llegó el día. Todo era música, luces bajas, mucha gente moviéndose e interactuando con emoción, como si nunca se hubieran visto antes, como si fuera algo del otro mundo verse en ropa de gala. Las chicas parecían hablar incluso más agudo todavía y le estaban irritando los tímpanos. En serio, ¿cómo es que había llegado a convencerse de asistir a ese baile? Ni la bebida tenía buen gusto, no le sabía a nada y ya no podía usarla de excusa para quedarse apartado junto a la mesa de comida. Fue como si lo miraran, como si lo juzgaran por no poder seguirles el ritmo a esa hormonada de adolescentes que sí se la estaban pasando bien. Fue sentirse tan distinto que mutaba a un sentirse anómalo, errante.

Recordaba la sensación de desgaste y adrenalina producidas por estar mucho tiempo en la cancha. Sentidos agudos, respiración a mil, cuerpo sudoroso y al límite, la fuerza resbalándose segundo a segundo mientras crecía el desenfreno en su pulso cardiaco. La diferencia estaba en que eso se sentía bien durante los partidos, pero fuera del ámbito del deporte no le parecía muy placentero tener que vivirlo, así que abandonó el vaso de un insulso ponche y huyó de allí. Si estaba sintiéndose como se sentía estar en la cancha, entonces iría a la cancha a darle motivos a su patético cuerpo para ponerse así.

Le iba a dar desgaste, le iba a dar sudor, pero con algo que disfrutara. Los oídos seguían aturdidos ahora por el resonar de sus zapatillas en el suelo de madera, al igual que sus destructores saques contra el mismo. Solo en el gimnasio por la noche, en la oscuridad, mientras todos estaban de fiesta. Se estaba aturdiendo. Se estaba acelerando. Le faltaba aire, le faltaban pulmones y una boca más grande, un cuerpo menos patético. La falta de luz resultaba cómoda de cierto modo, donde nadie podría mirarlo, nadie podría apartarlo. Nadie podría encontrarlo.

𝗣𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 | 𝙁𝙡𝙪𝙛𝙛𝘁𝗼𝗯𝗲𝗿 2021 [𝐊𝐚𝐠𝐞𝐇𝐢𝐧𝐚]Where stories live. Discover now