𝙳𝚒́𝚊 14. 𝙲𝚎𝚙𝚒𝚕𝚕𝚊𝚛 𝚎𝚕 𝚌𝚊𝚋𝚎𝚕𝚕𝚘

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Son mentiritas blancas, son excusas dulces, sólo quiero estar más y más cerca tuyo.
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Era de color oscuro, liso y perfecto. A Hinata le gustaba tocarlo. Tan liso y suave. Cabellos negros, cabellos prolijamente ubicados en un ser desubicadamente violento y gruñón. Y encima difícil de alcanzar, demasiado alto. Pero eran los momentos donde lo tenía en desventaja, donde estaba al descubierto y vulnerable. El ogro gruñón dormía mucho, sobre todo en clase, pero a veces también en la hora del almuerzo, bajo la sombra de los árboles o en la soledad de la azotea. Irónicamente, cuando se trataba del horario de la práctica no se le escapaba ni un bostezo y estaba más activo que nunca, por lo que sólo le quedaban esos momentos.

Kageyama tenía el sueño pesado. Podía pasear sus dedos por su cabellera una y otra vez y éste no se daría cuenta. De nuevo, liso, suave y perfecto. Se repetía a sí mismo la excusa de que qué envidia tener un cabello fácil de cepillar, pero resulta que no es sólo el cabello, resulta que lo mira, lo mira mucho y lo sigue tocando. Porque los dedos se le resbalan por la frente y bajan por el tallo de la nariz, se siguen deslizando hasta presionar la nariz y vuelven a resbalar en los labios, suaves, perfectos. Hinata tragó saliva y volvió enterrar los dedos en ese pedazo de carne, despacio, moderado, dulce.

Idiota adictivo. Ogro brujo. Maldito cabello oscuro, malditos labios sexys.

—¡Waaaah! ¡Ogroyama estúpidooo! —sacó la frustración en un grito en el que se dejó la garganta, los pulmones y el páncreas. No conforme, también le revolvió el endemoniado cabello adictivo hasta formar un desastre.

—¡I-idiota! ¡¿Qué estás haciendo?! —Bien. Era predecible que se despertaría sobresaltado, pero no que le encajara una patada en medio de la cara y lo empujara hasta el infinito y más allá sin contención alguna.

Hinata llegaría al entrenamiento de esa tarde con la marca del zapato de Kageyama en su cara. Todo por ponerse a acariciarlo como si fuera una mascota con el pelaje más increíble del mundo. Por quedarse toqueteando su cara también. Por no medirse y acabar despertando al idiota en medio de los jardines de la escuela.

—Arréglalo —le exigió el idiota en su modo Ogroyama. Tenía su expresión de disgusto y las venas a punto de reventarse. Sobre su cabeza yacía un nuevo peinado despeinado que no se parecía en lo más mínimo a la perfección que tenía antes, y si no hacía algo pronto, probablemente le encajaría otra patada.

—Aquí, Hinata. —Ya en los rincones del gimnasio, Yachi le ofreció un cepillo de pelo para que pudiera arreglar su desastre.

Kageyama se tuvo que sentar en el suelo, él se puso detrás, de rodillas. Le pasó el cepillo desde el centro hacia los costados y todo volvía a su lugar con mucha facilidad, pero Hinata no quería perder contacto, así que lo volvía a desordenar sutilmente para luego volver a ordenarlo. Los dedos seguían paseándose, también sutilmente, disimuladamente. ¿Cómo es que ese Ogroyama lograba ese efecto en él? Y para colmo estaba ahí, tan tranquilo y relajado que su respiración sonaba suave. Tal vez, ¿se habría dormido? El tipo que normalmente no simpatizaba con nadie, mucho menos con que lo toquen, el mismo que ahora estaba a su merced y se portaba dócil mientras le cepillaba el cabello. Había pasado a ser Calmayama de un momento a otro.

Pero el momento tenía que terminar. Aunque le gustara hacerse el tonto y seguir de largo, sabía que no podría hacerlo para siempre. No cuando la práctica estaba iniciando y el entrenador los miraba sin comprender por qué se tardaban tanto. De hecho, muchos los miraban. Pero como a Kageyama no parecía importarle, a Hinata tampoco. Pero los granos del reloj de arena llegaron a su límite, y Yachi pidió su cepillo de regreso, así que Hinata tuvo que ser el primero en levantarse y por unos segundos enfocó el rostro de Kageyama, sólo para confirmar que sí tenía los ojos cerrados.

¿También lo había disfrutado?

Al día siguiente, Kageyama llegó al salón de Hinata con un despeinado de terror, sólo para que Hinata lo volviera a peinar.

¿Ya es hora de mimir? Seh, yo diría que sí

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¿Ya es hora de mimir? Seh, yo diría que sí. La idea era subir dos, pero supongo que será mañana. Ya saben, sta nena no abandona. Duerman, buenas nocheees.

𝗣𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 | 𝙁𝙡𝙪𝙛𝙛𝘁𝗼𝗯𝗲𝗿 2021 [𝐊𝐚𝐠𝐞𝐇𝐢𝐧𝐚]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum