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¡Mierda! ¡Esa fue la mejor noche de mi vida!

Jamás me había sentido de esta manera, jamás había amado así, tan intensamente, tan real.
Nunca me había preocupado por una chica más de la cuenta, mi tipo estaba alejado de ella.

Siempre me han gustado las mujeres extrovertidas, las que tienen un carácter fuerte e indomable.

Pero Alessandra...

Ella era diferente a todas, era todo lo que siempre había buscado, lo que siempre había anhelado, era esa chica de mis sueños.

Aquella que fuera capaz de entenderme, de quererme tal y como soy, sin reproches y sin ataduras.
Ale era esa chica y más. 

Y lo que más amaba de ella eran esos ojos color avellana.

Son mejores que cualquier ojo azul.

Esa boca, delgada, fina, delicada, que me incitaba a besarla, probarla, pero de una forma lenta, como si quisiera grabarme su gusto, como si quisiera guardar esa sensación de estar probando sus labios.

Esas manos, esas mismas que habían tomado las mías aquella tarde en nuestra primera cita, esas que se habían impregnado en mí.

¿Acaso esto era real?

¿Estos sentimientos eran reales?

¿Nunca han amado a alguien tan fuertemente que creyeron que era falso?

¿Jamás habían deseado a alguien?

Pero no me refiero a una manera sexual, sino a una íntima, una en donde quieran desnudarse, pero no hablo de quitarse la ropa. No, hablo de que se dejen ver tal y como son, con todo y sus defectos y virtudes, miedos e inseguridades.

Con todo eso y más.

¿Jamás se habían enamorado de esa manera de la que yo me enamore?

¿Nunca han sentido chispas en el estomago cada vez que la veían?

La quería, quería protegerla de todo y de todos, quería que supiera qué efecto tenía en mí, quería que se enterara de lo que causa en mi interior, de que con sola una palabra ella ya me tenía a sus pies.

De que con una mirada, ella ya me había cautivado, hipnotizado, enamorado.

Quería...

Quería tantas cosas con Alessandra.

Estar enamorados es una de las cosas más aterradoras que hay en el mundo, pero también una de las más maravillosas.

Sí, temía por amar de más, temía por arruinarlo, por ir tan deprisa, temía por no ser suficiente para ella, temía que me rechazara.

Pero también adoraba la manera en que me sujetaba con fuerza de la mano, amaba como me miraba y me sonreía.
Si supieran lo bonito que siento cada vez que hace alguna de esas cosas.

Una noche más a tu lado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora