1. El pick de la suerte

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¿Cómo puedo perderte?

No te estaba buscando

Puede que conocerte, haya sido por suerte

Pero me está matando

(Si te vas - Susana Cala)


Bogotá, 2014

Abril

No sabes cuál es el día que va a cambiar tu vida.

Mientras te pasa, no sabes que ese es el día en el que vas a conocer a la persona que va a ser un antes y un después.

En ese momento, solo es un día.

Uno como cualquier otro, en el que normalmente no piensas en que allá afuera hay alguien que va a cambiar tu destino para bien o para mal.

Solo estás ocupado viviendo, y dejándote llevar por la corriente.

Especialmente si, como yo el día que lo conocí, solo tienes 18 años y lo único que te interesa es terminar el turno en la tienda de música.

Salgo de detrás del mostrador y camino hacia la vidriera. En la acera de enfrente, La Tea se está llenando como es usual los viernes. El público habitual, como siempre, son niños riquillos carilindos con sus novias delgadas de pelo largo y liso vestidas con lo último de la moda, lo que me hace desconfiar de la banda que toca hoy.

Sin embargo, me distraigo mirando la gente, porque ya tengo la tienda ordenada y limpia hasta el último de los detalles, pero todavía falta media hora para la hora de cierre, y no soy buena manejando los tiempos muertos.

Nop. Sigo aburrida.

Arrastro la silla de detrás del mostrador y la pongo junto a la exhibición de guitarras. Saco del colgador una Martin negra estilo Jhonny Cash de la que estoy enamorada pero que nunca podría pagar y la pongo sobre mi muslo. Rasgo las cuerdas con suavidad, y medio me estremezco ante la dulzura del sonido. Paso un dedo cariñosamente por el diapasón, y la suavidad de la madera pulida me acaricia la piel.

De repente ya no estoy aburrida. Estoy en mi lugar feliz personal.

....Pero la burbuja se rompe cuando unos pasos apresurados atraviesan la puerta de la tienda.

Un tipo me mira con cara desquiciada, sosteniendo entre sus dedos una Gibson acústica cuyas tres primeras cuerdas están reventadas y vuelan como rizos sueltos alrededor de la mano del sujeto. Se nota que corrió para venir hasta acá, porque su cara está roja y su respiración tan agitada que ni siquiera puede hablar. Se dobla sobre sí mismo para recuperar el aliento, y solo tiende la guitarra mutilada hacia mí.

- Por favor -  Logra jadear.

Me gusta la gente que sufre por su instrumento como si tuviera una herida en una parte del cuerpo, así que me levanto a auxiliarlo.

Dejo la Martin de vuelta en su colgador con reverencia, y le recibo la Gibson al chico histérico.

Envuelvo las cuerdas rotas con mis dedos y voy al mostrador.

- ¿Calibre medio? – Confirmo. Él asiente mientras pone las manos en sus rodillas y respira ruidosamente - ¿Noche dura? – Le pregunto para tranquilizarlo, mientras saco una primera, segunda y tercera cuerda nuevas

- Noche de mierda – Confirma con un jadeo

Soy quisquillosa con mi propia guitarra, así que le concedo un segundo para que se reponga y pueda verificar lo que estoy haciendo con la suya.

Domingo » Juan Pablo Villamil (Morat)Where stories live. Discover now