25. Dios, ¿estás ahí?

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Si me dices que si 

Dejaré de soñar y me volveré un idiota

Mejor dime que no, 

Y dame ese sí como un cuentagotas

Dime que no, pensando en un sí

Y déjame lo otro a mí

Que si se me pone fácil

El amor se hace frágil y uno para de soñar.

Dime que no, 

Y deja la puerta abierta....

(Dime que no - Ricardo Arjona)


Los shows son una mezcla de la adrenalina y el rush de siempre con un dolor difícil de explicar.

"Aprender a quererte" suele ser un momento particularmente triste para mí, porque solía ser una de mis canciones favoritas para tocar en banjo, y ya que canto casi toda la voz principal yo solo, es una de las que más me hace sentir la extrañeza de mi cuerpo en ausencia de mi banjo.

Isa empieza a darle las gracias al público. Aprovecho para tomar un sorbo de mi botella de agua antes de cantar.

Doy un respingo cuando me doy cuenta de que Pick está parada detrás de mí.

Tiene mi banjo en la mano, en lugar de colgado en su hombro.

Me sonríe, antes de levantar la correa y colgarme el banjo.

¿Qué mierda?

Luego, se para detrás de mí. Pero...literalmente detrás de mí. Siento su cuerpo pegado a mi espalda, y el contorno de su pecho roza mi brazo cuando se inclina ligeramente hacia adelante para marcar el primer acorde de la canción en el diapasón.

Cuando me quedo como una estatua, agarra mi mano buena y me pone los picks en los dedos. Es un gesto extrañamente íntimo, como una especie de pedida de mano bizarra que hace que la gente de las primeras filas grite enloquecidamente y que Isa se ría.

Una vez me ha puesto los 3 picks, sitúa mi mano en el cuerpo del banjo, sobre las cuerdas.

El público se vuelve loco.

Trago saliva.

Quiere que toquemos juntos. Ella los acordes, yo la armonía. Vamos a tocar el banjo a dos manos, justo como tocamos su violín esa noche en la Morat cuando hicimos el amor por primera vez.

Levanta el dedo en una seña de Ok, y los demás empiezan a tocar.

Ella recuesta la cabeza de manera cariñosa en mi hombro, y todo mi cuerpo cosquillea.

Me demoro dos segundos en empezar a tocar, pero cuando lo hago, es como una inyección de pura vida directo a mis venas.

Me vuelvo a sentir completo, y no sé si es por ella y su cercanía, o por el hecho de que está dándome justo lo que necesito sin que yo se lo pida. No sé si es la sensación de volver a tocar justo como sé hacerlo, como me gusta, como se siente mi hogar; y justamente con ella. No sé si tiene que ver con la forma ridícula en la que nuestros cuerpos se entienden a la hora de hacer música, porque nuestras manos se mueven en perfecta sintonía haciendo algo que nunca hemos ensayado.

Domingo » Juan Pablo Villamil (Morat)Where stories live. Discover now